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Acariciar es un arte capaz de reiniciar nuestro corazón

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Las caricias refuerzan vínculos, transmiten sentimientos y emociones. Sin embargo, no siempre practicamos tanto como deberíamos el maravilloso arte de acariciar.
Acariciar es un arte capaz de reiniciar nuestro corazón
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater

Última actualización: 08 agosto, 2024

Acariciar es un arte destinado a reforzar vínculos, a despertar sensaciones, emociones y gratos placeres. Nuestra piel es un campo minado de infinidad de receptores capaces de aliviar miedos, ofrecer felicidad y reafirmar una relación.

Ahora bien, sabemos que no todas las caricias son gratas, que no todo contacto físico resulta cómodo o agradable. Las caricias están reservadas a aquellos que habitan en nuestro corazón y, lo creamos o no, son casi como un “alimento” indispensable que ofrecernos los unos a los otros.

Un bebé necesita las caricias de los suyos para sentirse querido y para que muchas de sus estructuras cerebrales maduren. A su vez, una pareja que no practica el arte sabio de la caricia no disfruta de unas relaciones plenas, de esos gestos sencillos que alzan universos enteros de complicidad.

Acariciar con los sentidos, acariciar desde el corazón

Nuestra piel es como un campo minado de más de 5 millones de terminaciones nerviosas que traducen en sentimientos y emociones todo aquello que recibimos de nuestro entorno.

La piel nos transmite frío, calor, repulsión, placer, afectos y muchos tipos de emociones. Están las caricias sanadoras de una madre con su hijo, la caricia de un amigo que nos da apoyo, la de nuestra pareja que nos transmite su amor sincero.

Tampoco podemos olvidar un hecho evidente: todos los seres vivos buscan las caricias y las disfrutan.

Los animales se las ofrecen entre sí, nuestras mascotas nos las piden y nos las ofrecen. Es un tipo de lenguaje que surge directamente de ese cerebro emocional que entiende que tocar a quien se quiere es beneficioso.

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Acariciar es el arte de fomentar nuestra empatía

Quien acaricia entiende que esa acción es placentera. Entiende que el hecho de sentir el contacto, piel con piel, de la persona que se quiere y aprecia, construye una relación positiva y sana.

Ahora bien, hay un aspecto a tener en cuenta. A nivel de pareja, hay quien comete el error de entender que las caricias forman parte exclusiva del sexo, que es esa fase previa para propiciar una adecuada estimulación.

No es así, el arte de acariciar no es exclusivo de la sexualidad, es una lenguaje imprescindible entre los seres humanos que comparten algún tipo de lazo, ya sea filial, familiar o afectivo sincero y significativo.

Yo te acaricio porque sé que lo necesitas, porque entiendo que así te vas a sentir apoyado, querido y reconocido.

Todo ello es un claro reflejo de la empatía, de ahí que quien solo busca ser acariciado pero se olvida a su vez de acariciar o abrazar a los suyos refleja una forma de sutil egoísmo que puede resultar en ocasiones algo problemática.

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La oxitocina, el pegamento de los seres vivos

La oxitocina, además de ser una hormona, es un neurotransmisor. La podríamos definir como ese “pegamento” de los seres vivos que favorece el amor, el cariño y el cuidado; que reduce el estrés; que fortalece el vínculo entre las parejas y que propicia la unión de la madre con su bebé.

  • La oxitocina se produce en el hipotálamo y es secretada desde la hipófisis para trasladarse a todo nuestro organismo.
  • Gracias a este químico fascinante que podemos propiciar a través de las caricias o los abrazos, estimulamos comportamientos como el cuidado, la empatía, la compasión, y potenciamos aspectos como el deseo sexual o incluso la lactancia durante las épocas de crianza.
  • A mayor cantidad de oxitocina en nuestro organismo, menor frecuencia de comportamientos agresivos. Es algo maravilloso.

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Perder el miedo a tocar a quien se ama y nos ama

Hay personas tímidas, inseguras, poco habituadas al contacto físico. En ocasiones, nos cuesta mucho establecer una relación enriquecedora con quien no sabe, no se atreve o evita este tipo de lenguaje.

El amor que no se toca, no se busca y no se comunica con caricias, besos o abrazos es un amor medio vacío que suele dejar muchas víctimas. Nos falta algo.

Por ello, no dudes en propiciar este tipo de comunicación sin palabras, intenta que estos gestos sean cotidianos y comunes.

Una caricia en el rostro, en la mano, un abrazo de buenos días o de despedida, o un beso inesperado son actos maravillosos que construyen esas pequeñas cosas que tanto nos unen los unos a los otros.

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No olvides tampoco la necesidad de criar a los hijos con ese apego saludable, de piel con piel cuando son unos bebés, y de las caricias y los abrazos cuando son mayores.

Sabemos que llegará una edad en que lo eviten, pero lo harán por simple orgullo, porque en lo más hondo de su ser toda persona se siente complacida al ser acariciada por un ser querido.

Es un gesto que confiere apoyo, un “Siempre estaré aquí para ti” o “Eres parte importante de mi vida”.

Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.