
La seta cola de pavo, también llamada Trametes versicolor o Coriolus versicolor, se valora por sus propiedades medicinales. Aunque no…
El cáncer es, a día de hoy, una de las principales causas de mortandad en todo el mundo, por detrás de las cardiopatías isquémicas y los accidentes cardiovasculares.
El cáncer forma parte de nuestra realidad. Y, a pesar de que la investigación progresa para aumentar la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes, los datos siguen siendo impactantes: en la actualidad, por ejemplo, el cáncer de pulmón es el tumor más frecuente a nivel mundial y el riesgo de muerte es del 80%.
La ciencia progresa, pero el cáncer, ligado en ocasiones a hábitos de vida perjudiciales como puede ser el tabaco, sigue encontrando retos que superar, no solo para dar una respuesta eficaz, sino para detectar la enfermedad en las fases más tempranas.
Los objetivos son múltiples, y una de las mayores esperanzas de nuestra sociedad es, sin duda, poder prevenir y tratar en un futuro próximo la enfermedad del cáncer.
Sabemos que la sola palabra ya tiene un impacto negativo en nosotros, no obstante, vale la pena recordar que día a día se dan grandes progresos y “cáncer” ya no es sinónimo obligatorio de muerte.
Bajo este término se encierran en realidad más de 100 tipos de enfermedades. Todas ellas tienen algo en común: el crecimiento descontrolado de células anormales. Un proceso que, si no se detiene o no se aplica un tratamiento adecuado, tiende a descontrolarse y a producir la muerte en el paciente.
Hemos de tener en cuenta que toda célula tiene una función y una vida limitada. Cuando esta muere, es desechada y eliminada. Ahora bien, con las células anormales o cancerosas ocurre algo diferente, en lugar de morir siguen creciendo para dar paso a nuevas células anormales. Se replican, crecen sin control e invaden tejidos y órganos.
La mayoría de estudios sobre lucha contra el cáncer se centran en abordar este misterio: ¿Por qué el ADN de estas células anormales no se repara y les ordena morir en lugar de multiplicarse sin control?
Es aquí donde aparece esa información genética heredada de nuestros padres. Sabemos que en el cáncer de ovario, por ejemplo, el peso genético es del 20% y es esa la probabilidad que determina que podamos desarrollar o no esta enfermedad. Porque esa información se encuentra en nuestro ADN, concretamente en los genes BRCA1 o BRCA2.
En otros casos, estos cambios en el ADN tienen un origen externo o adquirido, como puede ser, por ejemplo, el hábito del tabaco o la exposición continuada y sin protección a la luz solar.
Existen más de 100 tipos de cáncer y, aunque sería muy difícil describirlos todos, el Instituto Nacional del Cáncer enumera varias categorías generales donde poder incluir a los más comunes, esos que forman parte casi de nuestro día a día y de los cuales todos conocemos algún caso cercano.
Es el tipo de cáncer más común y tiene su inicio en la piel o en los tejidos que revisten o cubren órganos internos. Son los que originan los siguientes tipos de cáncer:
El cáncer de pulmón es, a día de hoy, el más común entre la población. La causa más habitual de esta enfermedad es el tabaco. De hecho, el 95% de los pacientes son fumadores, exfumadores o fumadores pasivos.
La exposición a distintos tipos de contaminantes también tiene un gran peso, no obstante, el diagnóstico temprano es la única forma de tener éxito en el tratamiento.
El cáncer de mama es el que más afecta a las mujeres junto con el de piel, no obstante, debemos tener en cuenta que también los hombres pueden sufrirlo.
La enfermedad tiene su inicio en un carcinoma ductal alojado en forma de lóbulos en los tejidos de la mama. Si se escapa a los tejidos circundantes, estamos hablando ya de un cáncer invasivo, llegando incluso a los ganglios linfáticos.
El cáncer de piel no melanoma es uno de los cánceres más comunes. Según nos explica la OMS (Organización Mundial de la Salud), una de cada diez personas desarrolla o desarrollará algún tipo de no melanoma, o de “melanoma”, el cáncer maligno de piel que se desarrolla a partir de los melanocitos.
Este tipo de enfermedad tiene la predisposición genética como una de sus causas, pero la radiación ultravioleta, o incluso el virus del papiloma, pueden ser determinantes.
Llamamos cánceres ginecológicos a distintos tipos de enfermedades oncológicas desarrolladas en el aparato reproductor femenino, donde se puede desarrollar el cáncer de cuello uterino, de útero, vagina, vulva y ovario.
Dentro de estas enfermedades, es el cáncer de ovario el más común. Lo desarrolla una de cada siete mujeres entre los 50 y los 70 años y es la enfermedad ginecológica que más mortalidad ocasiona. En este caso, la prevención y las revisiones periódicas son clave.
A pesar de que el cáncer de páncreas no es de los más habituales, su tasa de mortalidad es elevada. El problema de este tipo de cáncer es que suele avanzar de forma asintomática hasta que llega un momento en el que las molestias dan una pista de que el cáncer está en una fase muy invasiva y difícil de tratar.
No obstante, las técnicas siguen avanzando y no podemos olvidar que cada caso es único y que cada persona presenta unas características propias con las que poder hacer frente a la enfermedad de un modo más o menos óptimo.
La detección temprana siempre es clave para garantizar la supervivencia de los pacientes, y en el caso del cáncer de colon, es vital. Este tipo de cáncer es uno de los más comunes a nivel mundial y tiene su inicio en la mucosa del colon, en concreto en uno o más pólipos que pueden evolucionar de forma maligna.
La sangre en las heces es siempre la primera señal de alarma.
Los linfomas y los mielomas afectan al sistema inmunológico, en concreto a las células T o células B, dando como resultado dos tipos de cáncer muy específicos:
Es un tipo de cáncer que tiene su inicio en los linfocitos, los cuales forman parte los ganglios linfáticos del sistema inmunológico del cuerpo, que se expanden por todo el cuerpo en forma de red.
La primera pista suele ser siempre palparse pequeñas protuberancias en las axilas, ingles o clavícula.
El linfoma de Hodgkin tiene como principal diferencia del no Hodking que suele afectar a personas más jóvenes, en especial a niños. No obstante, la tasa de supervivencia suele ser elevada.
La leucemia es, desgraciadamente, el tipo de cáncer más común en los niños. Se trata de una enfermedad de la sangre donde la médula ósea produce glóbulos blancos anormales: células blásticas leucémicas que proliferan hasta sustituir a las células sanas o normales.
A día de hoy no se conocen aún de forma clara las causas que originan la leucemia y la quimioterapia sigue siendo el único tratamiento fiable para poder vencer a la enfermedad.
Los cánceres del sistema nervioso tienen su inicio en los tejidos del cerebro y la médula espinal. Son difíciles de tratar y es común que muchos de ellos sean el resultado de una metástasis o propagación de un tumor primario alojado en algún otro órgano.
Por ello los médicos suelen diferenciar los primarios de los secundarios, siendo los primeros los que tienen su origen en el propio cerebro y que serían, a grandes rasgos, los siguientes tipos de Gliomas:
El cáncer es una enfermedad que puede ofrecer, o bien síntomas muy característicos dependiendo del origen y la localización de esas células cancerosas, o bien cursar sin síntoma alguno durante las primeras fases, como es el caso del cáncer de ovario o de páncreas.
Los médicos siempre suelen decirnos que el mejor indicador somos nosotros mismos. En ocasiones “sabemos que hay algo que no va bien”, aspectos que no son comunes en nosotros y que, de un día para otro, aparecen sin saber cómo.
Ante cualquier molestia o simple preocupación no debemos dudar nunca en acudir a nuestros médicos. En el caso del cáncer, la prevención sigue siendo la clave.
El doctor Pedro Aramburo, director médico del Instituto de Técnicas Avanzadas contra el Cáncer (iTAcC) de España, nos indica que el desarrollo de un cáncer suele tener una serie de señales de alarma que deberían ponernos en aviso.
La pérdida de peso es uno de los síntomas más habituales en la mayoría de cánceres, en especial en los relativos al pulmón, páncreas o estómago.
Tener fiebre sin conocer la causa o notar que por las noches sudamos en exceso sin necesidad de tener calor son síntomas que se relacionan con las leucemias o linfomas.
Notar que, a pesar de hacer las mismas cosas que antes, nuestro cuerpo no reacciona igual y que nos cansamos con el mínimo esfuerzo es algo que ya debería obligarnos a acudir al médico para descartar cualquier problema.
En ocasiones un cáncer cursa con anemia, con una bajada de los glóbulos rojos o una bajada de las defensas. Debemos tenerlo en cuenta.
Descubrirnos un bulto es, sin lugar a dudas, el síntoma más evidente y más alarmante a la hora de relacionarlo de inmediato con un posible cáncer.
No debemos perder la calma, en ocasiones un bulto en la axila es una simple inflamación y una pequeña protuberancia en el pecho puede ser un simple quiste. Basta con acudir al médico para salir de dudas.
Sufrir migrañas repentinas muy intensas cuando no es común en nosotros, tener un dolor punzante en la cadera o en el abdomen, o sentir mareos o náuseas son señales que pueden asociarse, en ocasiones, a la presencia de un tumor.
Debemos estar muy atentos a cualquier cambio, al color de los lunares y a su textura, a posibles irregularidades….
La presencia de sangre en las heces, sufrir diarreas continuadas y un malestar abdominal persistente son síntomas asociados al cáncer de colon.
No obstante, es necesario no sacar conclusiones precipitadas. Ante cualquier problema o duda no debemos tener miedo de acudir al especialista.
Es algo común en el cáncer de piel: pequeñas heridas que hacen costra y que al caer la costra vuelven a sangrar y nunca cicatrizan.
Esta característica puede darse también en zonas genitales.
Notar que nos cuesta mucho tragar los alimentos, a pesar de haberlos masticado bien, puede dar pistas de alguna tumoración en la zona del esófago o faringe.
La tos continuada que no se resuelve a pesar de los medicamentos o tratamientos y que nos impide incluso respirar con normalidad podría ser una pista del cáncer de pulmón.
Nunca hay que dudar: la rapidez a la hora de consultar con nuestro médico en busca de un buen diagnóstico es vital.
Los exámenes de detección son clave no sólo para diagnosticar una enfermedad, sino para prevenir la presencia de un cáncer en sus etapas más tempranas.
De ahí la necesidad de establecer revisiones periódicas en todos aquellos aspectos relacionados, por ejemplo, con la salud ginecológica, el cáncer de piel si tenemos muchos lunares o las pruebas asociadas al sistema respiratorio si somos fumadores.
Éstos serían, por lo general, los exámenes más comunes para detectar la presencia de un cáncer:
Análisis de sangre para la alfafetoproteína
Pruebas de Pap y del VPH
Exámenes de piel
Análisis de orina
Otros fluidos del cuerpo
Tomografía computarizada (TAC)
Mamografía
Colonoscopia
Tomografía por emisión de positrones (TEP)
Ecografía
Resonancia magnética
Una biopsia es un procedimiento en el que el doctor extrae una muestra de tejido.
Luego, un patólogo examina el tejido al microscopio para ver si hay presencia de células cancerosas.
La tomografía computarizada o TAC es un examen médico de diagnóstico que tiene como finalidad generar imágenes tridimensionales de los órganos internos, huesos, tejidos blandos o vasos sanguíneos.
Estamos ante un método eficaz para detectar el cáncer de mama en mujeres de 40 a 75 años.
La colonoscopia es clave para prevenir el cáncer colorrectal y detectar crecimientos anormales del colon, como son los pólipos.
Si tenemos varios lunares o nuestra piel es muy clara con numerosas pecas, deberemos someternos a exámenes periódicos con nuestro dermatólogo especialista para detectar a tiempo un posible cáncer de piel.
Las pruebas del Papanicolau y del virus del papiloma humano VPH son básicas para detectar el cáncer de cuello uterino, de ahí que se establezcan revisiones periódicas en las mujeres a partir de los 21 años.
Este tipo de análisis de sangre más una ecografía del hígado son los dos pasos esenciales para detectar células cancerosas en las personas que, por su estilo de vida o por síntomas evidentes, tengan riesgo de padecer este tipo de cáncer.
Las primeras actuaciones para tratar la aparición de un cáncer suelen tener su inicio en una intervención. Esta primera cirugía puede tener como finalidad, o bien realizar una biopsia para dar un diagnóstico más adecuado, o bien proceder a extirpar esas tumoraciones y células cancerígenas de la zona o zonas afectadas.
Con la radiación se busca destruir poco a poco las células cancerosas o conseguir, al menos, que su crecimiento sea mucho más lento. A pesar de que la radioterapia no destruye de inmediato las células cancerosas, estas seguirán muriendo incluso meses después de haber terminado el tratamiento.
Efectos secundarios
El tratamiento más común a la hora de abordar el cáncer es, sin duda, la quimioterapia. Cada paciente recibirá la combinación farmacológica en su “quimio” más adecuada a sus necesidades y características.
Dependiendo del avance o recesión de la enfermedad, los médicos tomarán la decisión de variar el tratamiento, o de alargar o reducir los ciclos de quimioterapia.
Es un tratamiento agresivo, pero efectivo para eliminar y controlar la diseminación de las células cancerosas y reducir el tamaño de los tumores hasta el punto, en muchos casos, de hacer que desaparezcan.
Efectos secundarios
Hemos de tener en cuenta que pueden variar mucho de paciente a paciente. Cada caso es único y no todas las personas experimentan las mismas reacciones a la quimioterapia.
Es un tipo terapia biológica y complementaria que utiliza sustancias producidas por organismos vivos para tratar las células cancerígenas. El objetivo es reforzar a nuestras células sanas para luchar contra el cáncer.
Efectos secundarios
Muy similares a la gripe: cansancio, dolor muscular, dolor de cabeza, mareos…
En este caso se busca comprender la información que contienen los genes para controlar la actuación de las proteínas y frenar la mutación de las células cancerígenas. Se fortalece al sistema inmunológico y hemos de tener en cuenta que no todos los pacientes son susceptibles de recibir este tratamiento.
Efectos secundarios
Es una técnica muy utilizada en los linfomas. Se busca curar o restaurar las células madre de nuestro organismo que forman la sangre. De este modo revitalizamos de nuevo el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo, sobre todo después de que tratamientos tan agresivos como la quimioterapia o la radioterapia nos hayan dejado muy bajos de defensas o anticuerpos.
Efectos secundarios
Infecciones y posible rechazo ante esas células madre implantadas.
Lamentablemente, y a día de hoy, no es posible prevenir al 100% el riesgo de desarrollar algún tipo de cáncer. No obstante, podemos prevenirlo a través de pautas sencillas en el día a día:
Es importante saber “escuchar” a nuestro cuerpo, estar atento a cualquier cambio y establecer revisiones médicas periódicas que nos ayuden a prevenir esa enfermedad.
La prevención salva vidas.