3 diferencias entre preocupación y obsesión
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¿Te has preguntado cuáles son las diferencias entre preocupación y obsesión? Pues bien, experimentar preocupación a lo largo del día no es un problema en sí.
A todos nos preocupan distintas cosas y procuramos realizar acciones para evitar que ocurra aquello que no deseamos. El inconveniente es cuando se presenta de forma excesiva, al punto de generar malestar.
A menudo, en el lenguaje cotidiano se confunde la preocupación con la obsesión. No obstante, ambos tienen ciertas diferencias que es conveniente considerar. Para entender cada término, a continuación detallamos de qué se trata cada uno.
¿Qué es la preocupación y qué es la obsesión?
La preocupación se refiere a una cadena de pensamientos con una connotación negativa respecto a sucesos futuros o de probable ocurrencia, sobre los cuales no se tiene control. A lo largo del día, es frecuente que las personas experimenten diversas preocupaciones, por ejemplo:
- «Tengo que cerrar un informe».
- «Debo decirle a mi marido que no se olvide de comprar el remedio».
- «¿cómo estará mi abuelo?»
En general, suelen ser preocupaciones referidas a temas cotidianos, de modo que es normal que todos las experimentemos. De hecho, esto nos puede ayudar a prever algunos escenarios y prepararnos mejor.
Sin embargo, esta misma creencia puede dejarnos encerrados en una trampa; la de preocuparnos de manera constante, sobre todos los asuntos de la vida, con la creencia de que así podremos impedir ese evento que tanto nos inquieta.
Es allí cuando la preocupación deja de ser saludable y funcional para pasar a ser excesiva. Sin un control adecuado, empieza a comprometer el bienestar. Incluso, puede dar lugar a diferentes trastornos, como el trastorno de ansiedad generalizada (TAG).
Entonces, adquiere matices patológicos porque se convierten en protagonistas de los pensamientos y generan un deterioro tanto a nivel racional como personal. Asimismo, pueden conducir a la manifestación de otros síntomas, como los siguientes:
- Malestar.
- Ansiedad.
- Fatiga.
- Dificultad para concentrarse en otros temas.
- Trastornos del sueño.
Se puede decir que las preocupaciones «comunes y corrientes» no difieren de aquellas que se presentan en el TAG; en este caso, lo que varía es la tolerancia a la incertidumbre (baja) y la forma en que se experimenta (intensidad alta).
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¿Qué es la obsesión?
Por su parte, las obsesiones se definen como pensamientos o imágenes recurrentes, vividos como intrusivos. Estas provocan malestar, ansiedad y angustia de manera significativa.
Aunque las personas tratan de eliminarlas o neutralizarlas para reducir el malestar que provocan, son muy difíciles de controlar. Por más que tratan de apartarlas de su cabeza, estas regresan pronto.
El problema es que muchas veces se ejecutan —una y otra vez— rituales o actos de compulsión que la persona considera «necesarios» para calmar su obsesión. Sin embargo, son estos mismos actos los que la retroalimentan y la mantienen.
3 diferencias entre la preocupación y la obsesión
Muchas veces, la preocupación y la obsesión se confunden. No obstante, ambos tienen diferencias claras. A continuación, las detallamos.
1. Contenido
Como ya comentamos, las preocupaciones suelen referirse a problemas cotidianos, a temas que las personas ven como «lógicos». En cambio, las obsesiones se consideran impropias, como por ejemplo el hecho de tener que chequear una y otra vez que se haya cerrado bien el gas o tener que pisar solo determinadas baldosas de una vereda para evitar que las cosas vayan mal.
El contenido de las obsesiones suele centrarse en los siguientes temas:
- La contaminación (por ejemplo, al tocar ciertos objetos o superficies).
- El orden (las cosas deben disponerse de una cierta manera).
- Hacer daño a alguien o decirle groserías.
- Acumulación de objetos.
Si bien la persona reconoce que las obsesiones son pensamientos propios, no impuestos «desde afuera», los reconoce como intrusivos y egodistónicos (causan malestar).
2. Tiempo
Las obsesiones demandan mucho tiempo (por ejemplo, cada vez que se ejecutan los rituales de comprobación de que el gas está cerrado). Las preocupaciones, si no se ha complejizado la situación, ocupan nuestra mente solo un momento. Generalmente, hasta que se encuentra la salida o la solución al asunto.
3. Intensidad
A diferencia de las preocupaciones (sobre la familia, comprar algo para la cena, no olvidarse de cargar gasolina, etcétera), las obsesiones suelen ser «monotemáticas» y acaparan todo nuestro pensamiento.
Por ejemplo, pueden referirse a la «categoría» de contaminación/higiene, y de allí enfocarse en distintas formas. Asimismo, suelen impedir la realización de otras actividades (esto se relaciona también con el tiempo que demandan).
Por su parte, las preocupaciones conviven con nosotros a diario y no impiden que estemos realizando otras tareas mientras pensamos en ellas.
Reconocer cada situación es clave
A partir de estas diferencias, es importante prestar atención a cómo se presentan. Determinar la intensidad será determinante para poder intervenir de manera oportuna. Cuando una preocupación es esporádica o la logramos disminuir, no hay inconveniente.
Ahora bien, cuando nuestro día a día se ve afectado, cuando empezamos a tener problemas en el trabajo o con la pareja, es necesario actuar y pedir ayuda para evitar que la situación se torne más compleja.
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Ejemplos de una preocupación y de una obsesión
Una preocupación sería contagiarse de gripe en el invierno. Para ello, una persona se toma ciertos recaudos para prevenirlo; por ejemplo, tomar vitamina C para tener las defensas más altas, vacunarse, salir con el abrigo suficiente, etcétera. En este caso, la vida sigue pero se toman algunas precauciones.
Ahora bien, una obsesión por contagiarse de gripe en invierno puede llevar a que la persona se lave las manos de modo continuo por miedo a que el virus esté sobre los objetos. También puede conducir a consultas constantes en Internet con respecto a los síntomas. Incluso, conlleva a visitas médicas habituales.
Es decir, en este caso, todas las actividades de la persona terminan versando sobre el tema de la contaminación o contagio de la gripe.
Se puede vivir con tranquilidad, incluso con preocupaciones
Las preocupaciones, dentro de cierto «marco», son perfectamente normales y esperables. Incluso, son fuente de protección, ya que nos permiten anticiparnos a situaciones; «temo que mi bebé se enferme, por eso lo llevo abrigado de paseo al parque». Hay que normalizar ciertas preocupaciones.
Sin embargo, cuando estas son excesivas y provocan sufrimiento, lo mejor es buscar ayuda profesional. El psicólogo puede ayudar a encontrar recursos de afrontamiento para evitar las obsesiones y mejorar la calidad de vida. Si bien las preocupaciones no se irán, sí cambiará la manera de verlas.