Educa con amor y no en la obediencia basada en el miedo y la severidad

Para criar niños felices y justos, lo mejor es educarlos en el respeto y no en la severidad. Es importante que sigan las normas por justos, y no por miedo.
Educa con amor y no en la obediencia basada en el miedo y la severidad
Bernardo Peña

Revisado y aprobado por el psicólogo Bernardo Peña.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 06 julio, 2023

Al contrario de lo que mucha gente piensa, la severidad no garantiza el éxito en la crianza. La obediencia fruto del grito y la pauta rígida puede traer como consecuencia el miedo y la inseguridad. Resulta curioso cómo dentro de nuestro propio lenguaje se asocia “el niño obediente y dócil” con algo deseable por muchas familias.

No obstante detrás del niño dócil pueden encontrarse la baja autoestima y la infelicidad. Está la criatura a la cual se le ponen tantos muros que entiende su vida como una cárcel. Además, damos forma a unas mentes incapaces de tomar la iniciativa porque esperan que sean otros quienes les digan siempre qué pueden hacer.

El niño feliz es aquel que explora, que toca, que ríe, que se comunica. Así pues, a la hora de elegir qué tipo de crianza queremos para nuestros hijos, debemos optar por aquella que le deje crecer con integridad. A continuación, te ofrecemos unas sencillas pautas sobre las qué reflexionar.

La severidad en la educación

La severidad de los regaños puede ser muy influyente.
Las consecuencias de un trato intransigente durante la infancia pueden ser muy negativas.

Todos nosotros ansiamos tener niños que nos obedezcan, niños solícitos y que cumplan las normas que les establecemos.

Si bien es cierto que esto es lo adecuado y esperable, no debemos descuidar que dichos comportamientos se armonicen con otros más.

  • La obediencia de las normas deben ir de la mano de la comprensión.
  • Un niño debe entender qué se espera de él en cada instante y por qué debe cumplir una regla.

Algunas frases comunes son: “Yo obedezco a mamá porque ella quiere lo mejor para mí. Recojo los juguetes cada noche porque debo mantener la habitación ordenada. Guardo silencio cuando otros hablan para poder escuchar y respetar.”

  • Los niños no deben obedecer por simple miedo o por temor a un castigo. La psicología conductista no siempre funciona a la hora de educar.
  • Si se acostumbran a que en cada error y en cada acto inadecuado va aparecer el grito o el reproche realizado con marcada severidad, lo más probable es que desarrollen temor y rabia hacia nosotros, sus progenitores.

Te lo explicamos con mayor detalle a continuación.

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La educación basada en el miedo trae la infelicidad

La primera infancia es aquella que acontece entre el primer mes de vida y los 6 años, tal como indican profesionales como Elsa Castañeda y Jesús Palacios. Todo lo que ocurra en este periodo será clave para su posterior desarrollo.

  • Algo que todo padre desea es que cuando le pidamos a un niño que haga algo, obedezca.
  • De esta forma evitamos riesgos y el niño se va integrando en las dinámicas familiares.

Ahora bien, los menores siempre desearán ir un poco más allá de las normas para probarse a sí mismos, a la vez que a nosotros.

  • Si cada vez que se salen de esos límites aparece el castigo severo, el grito y el reproche despreciativo, los niños pueden reaccionar de dos modos.
  • Alimentaremos su rabia, de modo que nos desafiarán aún más o se encerrarán en sí mismos.
  • Un niño no debe pasar su primera infancia sintiendo miedo cada día.
  • El miedo veta la autoestima y ocasiona un estrés excesivo en ese cerebro infantil que está madurando todavía.
  • La crianza basada en la sanción hace que los niños vivan enfocados solo en el reconocimiento exterior. Daremos al mundo personas indecisas que no tendrán ninguna seguridad en sí mismas.

Toda criatura que descubre el mundo a través del miedo por culpa de su familia crece con infelicidad. No serán infrecuentes los pensamientos del tipo: “Si las personas que más me quieren me producen temor, el mundo es un lugar del que debo defenderme”.

Educar con amor y respeto

La severidad de algunas conductas pueden ser corregidas de forma amorosa.
A partir de cierta edad las conversaciones fluidas y calmadas pueden ser de mucha ayuda.
  • Educar con respeto es enseñar al niño qué se espera de él en cada instante. Asimismo, se favorece en cada momento que sea él mismo, siendo libre para explorar el mundo con seguridad a nuestro lado.
  • Para educar con amor no hacen falta los gritos ni mucha severidad, sino las argumentaciones que se ofrecen con una voz relajada, clara y cercana.
  • Si queremos educar con amor para conseguir niños obedientes, es necesario saber escuchar. Atiende cuáles son los pensamientos y en función de estos, sugiere, aclara y guía.
  • No desees tener niños perfectos. Lo ideal es criar niños felices que conocen las normas de la familia y de la propia sociedad.
  • Para educar es necesario dar voz a los niños. Si nos enfocamos en sancionar, en reprocharles cosas y en señalar solo lo que hacen mal, daremos al mundo personas poco asertivas.
  • En lugar de usar la severidad cuando se portan de forma poco adecuada, explícales qué han hecho mal y cómo pueden hacerlo bien.
  • Ten en cuenta que no es bueno exigir en exceso. No quieras tener niños ideales, sumisos y callados.

Fíjate en los talentos naturales de tus niños para que se sientan seguros a la hora de conseguir aquello que les haga felices, y aprende a “conectar” con tu hijo antes que a sancionar. Si entiendes sus necesidades, lo orientarás mejor en la crianza del día a día.

La crianza de los niños es algo complejo

A veces, como padres podemos pensar de forma rígida que las cosas tienen que ser de una manera u otra. Lo cierto es que durante el proceso de crecimiento es necesario fomentar el entendimiento, la apertura a nuevas posibilidades y la comunicación. Si alguno de estos aspectos fallan, los problemas pueden aflorar en el futuro.

Si consideras que tienes algún problema relacionado con lo que comentamos antes, acercarte a un psicólogo podría tener beneficios excelentes para todos los miembros de la familia.


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