El desarrollo emocional en los recién nacidos

Al principio solo es llanto. Sin embargo, en lo que la madre toma a su bebé en brazos, se inicia el camino hacia el desarrollo emocional del recién nacido. El apego es la forma de lograrlo.
El desarrollo emocional en los recién nacidos
Bernardo Peña

Revisado y aprobado por el psicólogo Bernardo Peña.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 06 julio, 2023

El desarrollo emocional de los recién nacidos está estrechamente vinculado a su madre. El bebé recién nacido nace desvalido. Necesita del cuidado y la atención, sobre todo, de su madre. Por esta razón tiene una capacidad innata a establecer una relación de apego con ella.

Ese apego no solo le garantiza la supervivencia sino que, además, es el que permite y favorece su desarrollo emocional. Nacemos con un repertorio de emociones en formación, que irá despertando y aflorando, en la medida que que vamos madurando y aprendiendo.

Las madres están llamadas a garantizar el desarrollo emocional en los recién nacidos. Al atender sus necesidades básicas, se desarrolla su mundo emocional, sobre el cual se cimentarán los posteriores procesos de aprendizaje y de adaptación a la vida social.

El apego es el comienzo

El recién nacido reconoce a su madre y busca relacionarse con ella. A las pocas horas de vida, fija la mirada de forma preferente en el rostro de su madre. Escucha voces y es capaz de reconocer la de su madre. Incluso más: es capaz de reconocer el olor de su madre.

Esta maravillosa conexión da cuenta de que los recién nacidos están preparados biológicamente a entrar en relación con la persona dentro de la cual se gestó. Es lo más obvio y natural.

A su madre le ocurre igual. La reorganización hormonal y emocional que vive durante el embarazo la llevan a privilegiar el apego con su bebé. La madre es capaz de reconocer el llanto de su hijo en medio de otros bebés.

Esa relación natural de apego, a menudo ridiculizada o desvalorizada, es la base sobre la que se sustenta no solo la satisfacción de las necesidades básicas del recién nacido, sino también el desarrollo de las distintas capacidades emocionales del recién nacido.

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El desarrollo emocional en los recién nacidos ha comenzado

En las primeras semanas de vida no hay verdaderas reacciones emocionales. Los recién nacidos solo son capaces de expresar el dolor o el malestar a través del llanto.

El llanto es la primera forma de comunicación y de expresión lo que siente el bebé. El recién nacido llora y expresa su malestar, su disgusto, por las necesidades que no han sido satisfechas.

La madre oye el llanto desesperado de su hijo cuando tiene hambre y sale a su encuentro. Lo acaricia, le habla suavemente, lo mece y, en lo que logra tranquilizarlo, lo ayuda a prenderse de su pecho. La madre no solo calmó el hambre de su bebé, le dio el afecto y el contacto físico que también demanda su bebé.

El recién nacido se siente consolado, atendido. Cada vez que es alimentado, cada vez que se le cambia un pañal sucio o húmedo, el bebé se siente reconocido y amado. Ante cada necesidad, el bebé buscará que su madre lo atienda y al obtener la respuesta sentirá bienestar y placer.

La sonrisa: primera respuesta emocional

bebé sonriendo

El placer que siente el bebé cuando se disipa el malestar o disgusto lo lleva a dar sus primeras sonrisas a los dos meses de vida, aproximadamente. Antes serán más bien unas muecas primitivas.

Pero a partir del segundo mes, el bebé es capaz de sonreír cuando ve a su madre o a su padre: ha construido el vínculo. Sonreirá menos cuando ve a otras personas de la familia que conoce, y será diferente con los desconocidos.

En el desarrollo emocional en los recién nacidos, se puede decir que la sonrisa es la primera repuesta emocional. El recién nacido se siente bien, no hay situaciones que lo perturben, y comprende que la sonrisa es otra forma de comunicación.

El esfuerzo y el cansancio que significa atender a los bebés recién nacidos en estos primeros días de vida se ve recompensando cuando los padres reciben esas primeras sonrisas. Ese movimiento ligero, pero a voluntad de sus labios es la primera satisfacción, el reconocimiento que necesitan los padres para seguir fortaleciendo el vínculo.

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Las emociones comienzan a diversificarse

La atención y los cuidados de la madre generan en el bebé la convicción de que sus necesidades serán atendidas. A medida que el bebé crece, no solo logra mantener la tranquilidad, sino también comienza a tolerar las pequeñas frustraciones, como que su madre se aleje o tener que esperar para ser atendido.

El bebé siente algún malestar y bastará con oír la voz de su madre, o de quienes lo cuidan, para mantener la calma, ya que está seguro que en breve será atendido. Este vínculo seguro que ha establecido con la madre y cuidadores le permite desarrollar aprendizajes.

Los recién nacidos confiados en que la madre está atenta a su llamado aprenden a reconocer sus necesidades y, poco a poco, serán cada vez más capaces de trasmitirlas de formas distintas al llanto. A los 3 y 4 meses, aparecerán emociones como la tristeza, la rabia, el enfado, la alegría y la sorpresa.

La madre, a su vez, en la medida en que capta el estado emocional del bebé y responde positivamente a ellos, fomenta el desarrollo emocional de la empatía y la autoestima. Se ha iniciado entonces el camino para el reconocimiento y la gestión de las emociones.

Consideraciones finales

La fuerza de este apego inicial va constituyendo el vínculo madre-bebé. A través de los cuidados y la atención que la madre brinda al bebé se construye la relación que los une. La seguridad que genera el apego seguro de la madre ayuda al bebé a permanecer tranquilo aunque no la vea o la sienta.

Si hay otras personas involucradas en el cuidado y en la atención de las necesidades básicas del bebé, en la medida en que respondan con la misma paciencia, amor, solicitud y respeto a los malestares del bebé, también construirán un vínculo con el bebé.

Es importante consultar con el pediatra si en el primer año de vida del bebé aparecen las siguientes señales: es incapaz de sonreír a personas conocidas, no se interesa por la gente y los objetos que lo rodean, no busca llamar la atención de los adultos o no llora ante la ausencia de personas importantes.


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