Estrés
El estrés es un fenómeno que compromete al bienestar psicológico y físico. Aunque en cierta medida ayuda al organismo a superar desafíos y situaciones de peligro, en exceso produce una serie de alteraciones que afectan la salud, el estado de ánimo, la productividad y otros aspectos claves para tener una buena calidad de vida.
Existen varios tipos de estrés, en función de su causa, durabilidad y severidad; sin embargo, a nivel general suele hablarse de estrés agudo y crónico. Asimismo, se han identificado varios factores que inciden sobre el desarrollo del estrés patológico; muchos de ellos corresponden a las exigencias de la sociedad moderna.
Por lo anterior, no es raro que se haya convertido en uno de los trastornos más comunes en todo el mundo. De acuerdo con datos de la Asociación Estadounidense de Psicología (American Psychological Association), se estima que, solo en Estados Unidos, un 80% de las personas presentan síntomas de estrés regularmente. De estos, un 20% correspondería a casos de estrés crónico.
¿Qué es el estrés?
El estrés se ha definido como un mecanismo de defensa que se activa cuando una persona está sometida a acontecimientos desafiantes o de peligro. En estas situaciones, se desencadena una respuesta biológica que cambia la actividad de las hormonas o sustancias químicas del cuerpo.
Esto le permite al organismo tener más energía para luchar o huir de aquello que considera una amenaza. Luego, tras superarlo, el cuerpo vuelve a un estado normal y de relajamiento. El problema es que, debido a las exigencias del mundo moderno, muchos están sometidos a una sobrecarga de estrés superior a la que el cuerpo puede soportar.
Es entonces cuando se produce una forma de estrés patológico, la cual causa problemas en el estado de ánimo, baja productividad, dificultades en las relaciones sociales y diferentes alteraciones en cuanto a la salud física y mental. Estas mismas pueden darse de manera aguda o crónica, en función de su detonante y de la durabilidad que tengan.
Tipos de estrés y sus características
El estrés se ha clasificado en diferentes tipos, de acuerdo a varios criterios. Sin embargo, en este caso vamos a abordar las 3 formas más comunes de estrés: positivo, agudo y crónico. La finalidad será aclarar sus características para determinar cuáles son sus diferencias.
Estrés positivo
Contrario a lo que muchas personas piensan, el estrés no siempre causa efectos negativos. Hay una forma de estrés positivo cuando la reacción física o psicológica en determinadas situaciones amenazantes otorga algún beneficio. En otras palabras, es un tipo de estrés que aumenta la energía y motivación para poder afrontar algún acontecimiento.
Estrés agudo
El estrés agudo es aquel que se origina en momentos puntuales, de forma temporal, como reacción a la exposición de sucesos estresantes. Aunque en pequeñas dosis sigue siendo una forma de estrés positivo, en exceso incide sobre problemas de salud física y mental como: cefaleas, agotamiento, dolores musculares, problemas gástricos, alteraciones del ritmo cardíaco, ansiedad, entre otros.
Estrés crónico
La principal característica del estrés crónico es su detonante. Mientras que en el estrés agudo es una situación puntual, en el estrés crónico son factores que permanecen inmodificables a lo largo del tiempo. Sin duda alguna, es la forma de estrés más grave, ya que conlleva a un desgaste físico y psicológico que puede dejar secuelas de por vida.
Al prolongarse con el tiempo, este tipo de estrés produce un agotamiento físico y mental que afecta la autoestima y el bienestar físico de la persona afectada. Con frecuencia, se da en personas que viven en entornos de extrema pobreza, violencia, deudas, dificultades laborales, entre otros.
Causas del estrés
En las situaciones desafiantes o peligrosas, el sistema nervioso del cuerpo responde liberando hormonas como la adrenalina y el cortisol, cuya función es mantener el organismo en alerta para la acción de emergencia. En otras palabras, estas sustancias ayudan a enfrentar el estrés, pues son claves para aumentar la fuerza y resistencia que permite reaccionar ante el acontecimiento que requiere lucha o huida.
El estrés negativo se produce cuando, a causa de ciertas situaciones o factores, los niveles de estas hormonas sobrepasan lo normal, derivando distintos problemas de salud física y mental. En detalle, estas causas incluyen:
- Atravesar hechos traumáticos como un desastre natural o causado por el hombre.
- Vivir con una enfermedad crónica.
- Sobrevivir a un accidente o enfermedades potencialmente mortales.
- Ser víctimas de un crimen.
- Tener una relación abusiva
- Vivir en un entorno familiar violento
- Atravesar procesos prolongados de divorcio.
- Tener problemas con la custodia de los hijos.
- Cuidar a un ser querido con enfermedad crónica.
- Vivir en la pobreza extrema.
- Tener deudas difíciles de pagar o cualquier problema financiero.
- Trabajar en profesiones peligrosas o de ambientes tóxicos.
- Vivir en entornos de guerra.
- No tener un equilibrio entre las actividades laborales y la vida familiar.
- Baja autoestima.
- Cambios bruscos de entorno.
Factores de riesgo
Existen algunos factores psicológicos y ambientales que aumentan el riesgo de estrés. De hecho, en gran parte de los casos puede surgir por ambas cosas, en mayor o menor medida. Estos factores incluyen:
- Timidez: las personas introvertidas tienden a ser más vulnerables a perder el control en una situación estresante.
- Baja autoestima: quienes tienen problemas de autoestima presentan gran dificultad para hacer frente a los desafíos o situaciones de riesgo.
- Predisposición a la ansiedad: las personas que constantemente están ansiosas suelen estresarse más.
- Eventualidades inesperadas: la alteración de algún aspecto de la vida puede causar desestabilización y estrés.
- Suspensión de la costumbre: el estrés es frecuente cuando el cuerpo se ve obligado a adaptarse a un nuevo entorno y rutina.
- Enfermedades: así como el estrés puede causar enfermedades, algunas enfermedades tienen como consecuencia el constante estrés. En estos casos resulta imprescindible aprender a manejarlo.
Síntomas
Los síntomas del estrés pueden afectar varios aspectos en la vida de una persona. De hecho, no todos los pacientes presentan los mismos síntomas. En general, el estrés compromete la salud física, las emociones y las conductas. Saber reconocerlo es determinante para encontrar las mejores estrategias para controlarlo.
Síntomas físicos
- Dolor de cabeza
- Dolores y espasmos musculares
- Dolor en el pecho
- Fatiga prolongada
- Cambios en el deseo sexual
- Malestar estomacal
- Dificultades para dormir o insomnio
- Pérdida o aumento de peso
Síntomas en el estado de ánimo
- Ansiedad constante
- Sensación de agitación
- Falta de motivación o de concentración
- Sensación de agobio
- Irritabilidad o ira
- Tristeza o depresión
Síntomas sobre la conducta
- Comer en exceso o comer poco
- Episodios de ira
- Abuso de alcohol o de drogas
- Consumo de tabaco
- Retraimiento social
- Sedentarismo o pérdida de interés por la actividad física
Complicaciones
Cuando el estrés se prolonga por mucho tiempo sin recibir un tratamiento oportuno, el cuerpo experimenta una serie de consecuencias físicas y mentales que disminuyen la calidad de vida. Por eso, además de los síntomas mencionados, el estrés está relacionado con:
- Enfermedades coronarias o cardiovasculares.
- Trastornos cutáneos.
- Enfermedades digestivas.
- Alteraciones del ciclo menstrual.
- Diabetes y enfermedades metabólicas.
- Enfermedades mentales, como depresión mayor y ataques de pánico.
Es importante aclarar que, en muchos de estos casos, el estrés no es una causa directa. Sin embargo, estar sometidos a situaciones estresantes puede incidir en el empeoramiento de los síntomas o la progresión de la enfermedad.
Diagnóstico
La forma generalizada de diagnosticar el estrés es a través de una exploración física e interrogatorios. El médico o psicólogo puede hacer uno o varios cuestionarios para determinar con precisión cuáles son los síntomas, qué situaciones los produce y en qué medida afecta al organismo.
Durante la exploración física se busca averiguar si hay problemas médicos que puedan incidir sobre los síntomas. Por otro lado, el profesional puede tener en cuenta los criterios del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-5, publicado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, para confirmar el diagnóstico.
Tratamiento
El tratamiento contra el estrés puede variar en cada paciente, dependiendo de su origen y severidad. En muchos casos, basta con hacer algunos cambios en cuanto al estilo de vida. En cambio, otras veces es necesario combinar psicoterapia, hábitos y medicamentos.
Psicoterapia
La primera línea del tratamiento contra el estrés es la psicoterapia, indicada para pacientes de todas las edades. Conocida también como terapia de conversación, traza distintos objetivos con el fin de controlar y reducir los episodios de estrés. En general ayuda a:
- Enseñar habilidades para manejar los síntomas.
- Mejorar la autoestima y los pensamientos sobre los demás.
- Enseñar nuevas formas de afrontar las situaciones difíciles.
- Identificar y corregir hechos traumáticos que inciden sobre el estrés.
- Corregir las conductas que causan o empeoran el estrés.
Medicamentos
Los medicamentos para combatir el estrés deben estar prescritos por un profesional. A menudo se emplean cuando hay trastornos o enfermedades subyacentes, o cuando los síntomas no mejoran con la psicoterapia. Los más utilizados incluyen:
- Antidepresivos. Que ayudan a controlar síntomas de depresión y ansiedad. Incluso, pueden mejorar los problemas de sueño y las dificultades de concentración. Algunas opciones son: medicamentos inhibidores de la recaptación de serotonina (ISRS), la sertralina (Zoloft) y la paroxetina (Paxil).
- Medicamentos ansiolíticos. Indicados en casos de ansiedad severa y síntomas asociados. Ideales para quienes tienen ataques de pánico.
- Neurolépticos. También llamado antipsicóticos y se emplean en dosis muy bajas para paliar la ansiedad y el estrés. Algunas opciones son la rispedirona, la olanzapina y la quetiapina.
Hábitos y terapias complementarias
La práctica de hábitos saludables y algunas terapias complementarias son bastante útiles a la hora de manejar el estrés. Por eso, además de considerar lo anterior, vale la pena atender a las siguientes recomendaciones:
- Hacer ejercicio físico regular.
- Practicar una técnica de relajación, como respiración profunda, yoga o masajes.
- Mantener el sentido del humor.
- Socializar con familiares y amigos.
- Dormir bien.
- Dedicar tiempo a los pasatiempos.
- Mantener una alimentación balanceada y saludable.
- Consumir agua.
- Alejarse de las fuentes potenciales de estrés.
Existen algunos remedios y suplementos herbales que aseguran contribuir al control del estrés. Sin embargo, muchos no tienen suficiente respaldo científico. Por eso, antes de consumirlos, es primordial consultar al médico, especialmente si hay riesgo de efectos secundarios o interacciones con medicamentos.
Te podría interesar...Pronóstico
En la mayoría de los casos, el estrés responde a una situación determinada y pasajera, generando problemas mínimos. No obstante, demasiado estrés puede resultar muy perjudicial para la salud física y mental. Por ello, en lugar de subestimar sus síntomas, es esencial buscar un tratamiento.
Hay grandes probabilidades de superar el estrés cuando se interviene con psicoterapia, medicamentos y terapias complementarias. Aprender a gestionar las emociones es determinante para disminuir sus efectos en situaciones que son inevitables. La falta de control del estrés puede acarrear graves consecuencias sobre la salud, especialmente si hay otras enfermedades subyacentes.
Prevención
Un poco de estrés es clave para poder superar desafíos que demandan más esfuerzo y energía. Por lo tanto, lo que se debe prevenir es el exceso de estrés. La mejor forma de lograrlo es identificando aquellas situaciones que producen sobrecargas físicas y psicológicas. Asimismo, es conveniente mantener hábitos saludables y ejercitar la mente. En general, algunos consejos preventivos son:
- Dormir bien, entre 7 y 8 horas diarias sin interrupciones.
- Tomar pausas activas en el trabajo.
- Hacer ejercicio físico y estiramientos.
- Reducir el consumo de cafeína y alcohol.
- Evitar el tabaco.
- Dedicar tiempo al autocuidado y a actividades de descanso y relajación.
- Aprender técnicas de meditación y relajación.
- Socializar con amigos y familiares.
Finalmente, cabe recordar la importancia de prestar atención a los síntomas de estrés. Aunque inicialmente pueden parecer normales, su falta de control puede conducir a complicaciones. Así pues, si el estrés es excesivo, repetido o prolongado, lo mejor es buscar apoyo para superarlo.
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