Estrategias de afrontamiento: ¿en qué consisten?
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A lo largo de la vida encontramos multitud de situaciones estresantes, frustrantes o desafiantes que nos vemos obligados a afrontar. Los procesos y mecanismos que ponemos en marcha para hacer frente a esas demandas son lo que denominamos estrategias de afrontamiento.
No todos respondemos a las circunstancias complicadas del mismo modo, sin embargo, solemos ser bastante estables y tendemos a repetir los mismos patrones de actuación, incluso cuando estos no son funcionales. Y es aquí donde surge el problema.
Durante la infancia adquirimos una serie de estrategias y modos de responder en función de la crianza y las experiencias tempranas. Sin embargo, esas actitudes que antaño pudieron protegernos y sernos útiles, quizás hoy no están limitando como adultos.
Por lo mismo, se hace imprescindible hacernos conscientes de cuáles son las estrategias de afrontamiento que utilizamos generalmente y hasta qué punto nos están siendo útiles o perjudiciales.
Tipos de estrategias de afrontamiento
Existen multitud de estrategias de afrontamiento a las que podemos recurrir ante una situación complicada. Sin embargo, para facilitar su entendimiento pueden dividirse en varias categorías.
Activas o pasivas
Las estrategias de afrontamiento activas son aquellas en las que la persona busca información o trata de hallar una solución al problema de manera proactiva. Por ejemplo, si surge un conflicto con una amistad se intenta conversar y negociar.
Por el contrario, las estrategias pasivas consisten en evadir la situación conflictiva, minimizando su importancia o esperando que se arreglen por sí solas. Siguiendo el ejemplo anterior, la persona podría recurrir a posponer la conversación, encerrarse en sí misma y dar vueltas a lo que ocurrió una y otra vez.
Centradas en el problema o en la emoción
Otro factor importante a considerar es si las estrategias de afrontamiento elegidas se centran en abordar la situación problemática o en reducir su impacto emocional. Centrarse en el problema resulta más útil cuando nos enfrentamos a una circunstancia controlable, que depende de nosotros.
Si se trata de un evento que escapa a nuestro control o responsabilidad, las estrategias centradas en la emoción pueden ayudarnos a limitar el sufrimiento derivado del conflicto.
Por ejemplo, si sabemos que para el puesto de trabajo que anhelamos piden un elevado nivel de inglés, resulta más adaptativo apuntarnos a un curso para aprender que contarle a un ser querido lo mal que nos sentimos por no poder acceder al puesto.
En cambio, recurrir al apoyo social para sentirnos mejor sí puede ser funcional si nos enfrentamos a una ruptura en la que la otra persona ha decidido finalizar la relación y no hay nada que podamos hacer al respecto.
Sigue leyendo: ¿Cuál es la importancia de expresar nuestras emociones?
Afectivas, conductuales o cognitivas
Las estrategias de afrontamiento pueden ser cognitivas, afectivas o conductuales, en función de si nos enfocamos en el intelecto, en las emociones o en los comportamientos a la hora de abordar el problema. En todos los casos, las estrategias seleccionadas pueden ser útiles o disfuncionales.
Algunas de las estrategias de afrontamiento afectivas pueden ser las siguientes:
- Autocontrolar las emociones y no mostrar expresión alguna.
- Recurrir al apoyo social de las personas allegadas o, por el contrario, aislarse y rechazar cualquier contacto o ayuda.
- Mostrarse agresivo e irritable, incluso con personas que no tienen relación con el problema.
Algunos ejemplos de estrategias conductuales son los siguientes:
- Postergar cualquier tipo de actuación y evitar todo lo relacionado con la situación problemática hasta disponer de la información o recursos para afrontarla.
- Hacerle frente al conflicto de forma directa, sin pensarlo en exceso.
- Evitar el afrontamiento, desconectar del problema y actuar como si nunca se hubiese presentado o no fuese con nosotros.
Por último, dentro de las estrategias cognitivas se encuentran las siguientes:
- Buscar información útil respecto al problema.
- Reevaluar la situación a fin de verla de una forma más positiva o menos amenazante.
- Analizar mentalmente lo ocurrido o lo que está por ocurrir, preocuparse o recordar los fallos que se cometieron.
- Utilizar el sentido del humor para desdramatizar.
¿Cómo pueden ayudarnos las estrategias de afrontamiento?
Saber escoger las estrategias de afrontamiento más adecuadas en cada caso puede suponernos grandes ventajas. En primer lugar, lograremos resolver aquellas situaciones que estén bajo nuestro control.
Evitaremos prolongar o incrementar el sufrimiento de forma innecesaria, obteniendo un mayor bienestar psicológico. Además, mejoraremos nuestro rendimiento y nuestras relaciones sociales.
Analizar, resolver, desdramatizar, hablar abiertamente, evitar pagar nuestra frustración con los otros son actuaciones muy útiles que deberían formar parte del repertorio de todas las personas.
Ser flexibles en la elección
En general, las estrategias de afrontamiento centradas en la evitación del problema son las más desadaptativas. Pero más allá de esto, no existe una estrategia válida y adecuada para todas las situaciones. Por ello, perfeccionar nuestra elección es un proceso.
Se trata de ser flexibles y permitirnos explorar nuevos modos de actuar que pueden reportarnos más beneficios que los que veníamos utilizando hasta ahora. ¡Inténtalo, te sorprenderán los resultados!
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