¿Existe la «envidia de la buena»? Esto dicen los psicólogos

Para muchos psicólogos, la envidia buena debería reemplazarse por expresiones como "deseos de superación" o "admiración". ¿Existe esta emoción?
¿Existe la «envidia de la buena»? Esto dicen los psicólogos
Maria Fatima Seppi Vinuales

Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales.

Última actualización: 10 julio, 2023

“¡Te felicito y te envidio sanamente!” es quizás una de las respuestas más comunes ante episodios afortunados de amistades y familiares. ¿Existe la envidia buena o sana?

Cuando nos referimos a la envidia hablamos de una emoción en la que se encuentran la frustración y la comparación. Nos sentimos frustrados y molestos con relación a alguien. Por ejemplo, porque a mi compañero de trabajo le asignaron un proyecto muy importante o porque otros obtuvieron mejor nota que yo en el colegio.

¿De qué hablamos cuando hablamos de envidia?

La envidia tiene que ver también con cómo nos sentimos con relación a nosotros mismos. Influye la autoestima, el hecho de sentirnos reconocidos, valiosos o valorados.

Cuando no calibramos de manera correcta nuestra autoestima, es posible que la envidia se transforme en negativa. Ante un autoconcepto precario, nos sentimos amenazados y no podemos tolerar que a otros les vaya bien.

La envidia insana nos lleva a obsesionarnos con el desempeño de los otros, con sus resultados, lo que hacen y dejan de hacer. Así es como también empiezan a erosionarse los vínculos y las relaciones interpersonales. Esta emoción nos impide tener autocrítica.

Una persona envidiosa se caracteriza por ser egocéntrica. No aceptar que otros brillen más que ella.

Ahora bien, esta sería la envidia mala, aquella que asociamos casi por inercia con nuestro costado más oscuro. Sin embargo, en más de una ocasión, escuchamos hablar de la envidia buena, positiva y sana. ¿Es una contradicción?

Autoestima baja causa envidia.
La autoestima está muy vinculada a la envidia. Y el concepto propio determina cómo nos miramos y miramos a los otros.

Entonces, ¿existe la “envidia de la buena”?

No podemos afirmar que dentro de la psicología exista un consenso respecto a cómo referirse a la envidia de la buena. En este sentido, hay quienes prefieren identificarla con otro nombre, en especial por la mala prensa que tiene la emoción.

Algunos términos de reemplazo serían los de admiración y de superación.

Si aceptamos que existe, la envidia positiva correspondería a aquella que nos produce alegría y entusiasmo por lo que le está ocurriendo a nuestro interlocutor. Al mismo tiempo, sirve para hacernos ciertas preguntas. Es decir, funciona como un llamado a la acción, estimulando la motivación para ponernos manos a la obra y alcanzar nuestros objetivos.

La envidia negativa opera en una dirección opuesta. En lugar de conectar con el otro desde la empatía y el entusiasmo, tomamos esos sucesos y los personalizamos.

“¿Por qué a esta persona sí y a mí no? ¿Qué tiene que no tenga yo?” De esta manera, nos quedamos rumiando sensaciones y emociones que operan desde el odio, la injusticia y la rabia.

Incluso, muchas veces podemos desear que a esa persona no le vaya tan bien o imaginar que no se merece lo que ha conseguido. En casos más extremos, hay quienes difaman e inventan historias con tal de no reconocer al otro. Así es como acumulamos bronca; también puede aparecer culpa por esperar la desgracia ajena.

Resentimiento por envidia.
La persona que envidia puede atravesar episodios de bronca y de culpa por sus emociones.

Una emoción con todas sus luces y sus sombras

Las emociones funcionan como faros que nos orientan respecto a cómo nos sentimos en determinadas situaciones. Por lo tanto, tienen matices. La envidia, en ambas versiones, tiene algo para decirnos y para que aprendamos a gestionar lo que nos pasa.

La envidia positiva o sana nos puede ayudar a actuar con humildad y seguir el ejemplo de otros. Por ejemplo, pedirle un consejo a ese compañero que consiguió un trabajo.

También nos puede servir para hacer un autoanálisis y preguntarnos por nuestras fortalezas y por aquellas cosas que podríamos mejorar. Incluso, contribuiría a hacernos más proactivos.

De la envidia mala tenemos que aprender para estar más atentos a los prejuicios y sesgos que poseemos. No podemos enfocarnos solo en lo que nos falta, sino también aprender a valorar aquello que tenemos.

Debemos reconocer a los otros, validar su esfuerzo, evitar minimizar sus logros. También es importante no personalizar y evitar creer que las personas nos quieren humillar con sus alegrías.

Cada quien se está esforzando con sus propias batallas y deseos. Mientras más miramos el deseo y el triunfo de los otros, más permanecemos en la inactividad y desconectados de los deseos propios.

La envidia debería ser el puntapié para retomar el contacto con nuestro interior y cobrar vuelo propio. Gestionar las emociones es el punto de partida para mejorar la calidad de vida y dar lo mejor.


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