Vigorexia: obsesión por el ejercicio
Aunque la vigorexia aún no ha sido reconocida como una enfermedad por parte de los médicos, sí se trata de un trastorno real muy presente en la población. Quienes lo sufren, se perciben a sí mismos como personas débiles, incluso cuando tienen un aspecto y una condición física excelente.
Desafortunadamente, la práctica de ejercicio físico puede tomar muchas formas y alcanzar niveles poco o nada saludables. A menudo, puede estar promovida por el deseo de perder peso o bien, tener músculos más definidos y prominentes. En este sentido, la vigorexia implica tiempos de ejercitación excesivos y también, malos planes alimenticios.
La búsqueda de un físico ‘perfecto’ es algo común en las personas. Sin embargo, cuando la autoimagen se distorsiona y el culto al cuerpo no brinda más que infelicidad, angustia e insatisfacción constante, hay un problema.
Mantener un entrenamiento físico, con pesas por ejemplo, puede ser algo muy positivo siempre y cuando se mantenga la moderación. Obsesionarse con la idea de que el cuerpo nunca está lo suficientemente ‘trabajado’ no es una postura adecuada en absoluto.
Un transtorno llamado ‘vigorexia’
En la psicología, a la vigorexia se le conoce también como ‘anorexia nerviosa inversa’ o ‘complejo de Adonis’.
Ahora bien, a la hora de definir la vigorexia, se puede decir que se trata de una idea obsesiva que hace que un individuo considere que su cuerpo no está lo suficientemente desarrollado y que debe trabajarlo constantemente, sin tener en cuenta lo drásticas y perjudiciales que pueden resultar muchas medidas.
Hay que tener en cuenta que, si bien es cierto que este trastorno puede afectar a las personas, independientemente de su sexo, se ha observado que afecta con mayor frecuencia a los hombres.
Y aunque no se conocen las causas exactas de este trastorno, sí existen ciertos precedentes, tales como una baja autoestima, depresión oculta, estrés crónico, entre otros problemas.
¿Cómo se evidencia?
Las personas que sufren de vigorexia pueden llegar a dejar de lado sus verdaderas prioridades en pro del ejercicio físico. El entrenamiento se convierte en el centro de sus vidas y esto, evidentemente, altera su estilo de vida y, por supuesto, perjudica sus relaciones.
El hecho de no conseguir satisfacción con el aspecto actual, el consumo excesivo de suplementos y productos para el desarrollo muscular, el abuso de esteroides y otras sustancias, y el hecho de comparar continuamente el tamaño del cuerpo y los músculos con el de otros deportistas, son algunas señales de que una persona puede padecer de vigorexia.
A diferencia de lo que ocurre en la anorexia, quienes sufren de vigorexia consideran que son demasiado menudos y que necesitan luchar contra ello, a toda costa. Sin embargo, el descontento, el deseo de control sobre el cuerpo, la distorsión de la autoimagen y los comportamientos obsesivos sí se parece a lo que ocurre en trastornos como la anorexia.
¿A quiénes afecta?
Por desgracia, los deportistas son particularmente susceptibles a desarrollar este tipo de trastornos. No solo debido a las exigencias que rodean el entrenamiento sino por el conjunto de ideas socialmente aceptadas que constituyen el culto al cuerpo, dentro y fuera de las redes sociales. Y, al igual que con cualquier otro trastorno alimentario, estas dos variables hacen que la situación de conviertan en un círculo vicioso.
Una enfermedad que no es sencilla de reconocer
A simple vista, la vigorexia no es tan fácil de reconocer ya que las personas que la padecen no se ven enfermas ni demacradas. Todo lo contrario, lucen un muy buen aspecto; pero debajo de este exterior aparentemente saludable se esconden muchas emociones e ideas negativas.
Adicionalmente, puede ser difícil ayudar a una persona con vigorexia, ya que rara vez admiten que tienen un problema. Sin embargo, con un enfoque multidisciplinar apropiado, sí es posible hacerlo.
Es importante recordar que, como todo en la vida, el equilibrio es fundamental. Irse a los extremos a la hora de lograr un objetivo nunca es saludable. Está bien cuidarse, pero no obsesionarse con ser perfectos, a cualquier costo.
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