La expectativa imposible: ser perfectos
Cuando cualquier actividad se nos da bien, enseguida queremos lograr la excelencia. Pero ¿podemos ser perfectos? Aunque es una expectativa frecuente, la realidad es que acaba siendo, en términos prácticos, inviable.
Se trata de una cualidad relativa. Quizás para ti algo sea el modelo ideal, pero para otra persona no. Imagínate, incluso, si tú mismo pensaras en alcanzar ese estado como objetivo final. Qué ironía, ¿verdad? Cuando el ser humano está lleno de imperfecciones…
Si te interesa profundizar más, a continuación te invitamos a reflexionar sobre este asunto.
La expectativa imposible de querer ser perfectos
Querer ser perfectos tal vez implica que sentimos cierta obsesión con los fallos o con aquello que no es el del todo correcto. Pero ¿hasta qué punto es funcional desear tales resultados?
Además, acaso no nos estemos dando cuenta de que esa condición, en realidad, no existe.
Las falsas creencias
Lo bueno y lo malo, lo que está bien y lo que está mal, lo bonito y lo feo… Parece que de forma constante nos inclinamos a identificar estas dos dimensiones. Buscamos dos polos opuestos, como si no hubiera cabida para nada más. Esto nos coarta. Nosotros mismos nos limitamos al intentar ser perfectos.
Esforzarnos por vivir de manera excelente, sin cometer errores. ¿De verdad te imaginas un planteamiento así? Quizás creas que sería mejor no frustrarse, no tener dificultades, que todo siempre estuviera en orden.
Pero acaso sea el momento de empezar a ser conscientes de que justo en las equivocaciones reside el verdadero aprendizaje…
A su vez, si nos formarnos unas expectativas imposibles, avanzar va a ser un reto de lo más complejo. Necesitamos metas realistas, planes que podamos llevar a cabo. En cambio, si estas ilusiones son tan ambiciosas, es probable que nos encontremos con la frustración y los sueños perdidos.
No obstante, es natural que busquemos la perfección. De modo casi instintivo, tratamos de evitar la desaprobación, el rechazo y las críticas. Es algo que nos cuesta aceptar, que nos duele, pero que, con el tiempo y la madurez, vamos admitiendo y asimilando.
No dejes de leer: El valor de aceptar los errores cometidos
El pez que se muerde la cola
Si alguna vez te has posicionado como un perfeccionista, sabrás que, bajo dicha perspectiva, surgen otras importantes preocupaciones. El anhelo de querer ser perfecto es como ‘un pez que se muerde la cola’. Nada es suficiente. Cuando se consigue lo que se pretendía, la exigencia ha vuelto a subir.
Por otra parte, es frecuente que alguien que muestra tal actitud solo conciba una única vía para llegar a ese estándar que se propone. Sin embargo, aquel con una visión más flexible reconoce que los itinerarios son múltiples y que incluso algunos se quedarán a la mitad o no darán los frutos esperados.
Además, estas personas menos rígidas aceptarán el resultado y se sentirán satisfechas con él. ¿Por qué? Porque han trabajado duro, lo han probado, se han equivocado y, sobre todo, han aprendido.
Aprender a vivir con la imperfección
Mientras la perfección se presenta como una motivación ficticia o ilusoria, la imperfección es una característica con la que es posible convivir.
Reflexionemos sobre lo que, en definitiva, consideramos ideal. ¿Identificamos algún aspecto que se ajuste por completo a dicho prototipo? Quizás nos sea más fácil detectar claros y oscuros, trayectos irregulares e imprecisos…
¿Por qué no comenzar a perdonarse y aceptar que habrá algún que otro bache, pero que no por ello habremos fracasado?
Tal vez te interese:La autoexigencia no te lleva a la excelencia
¿Qué tal si intentamos ser más positivos y menos perfectos?
Lejos de concebir los errores como algo negativo, quizás nos resulte más práctico y saludable observarlos como pasos que forman parte del camino.
Equivocarnos o tener que hacer varias repeticiones para obtener la meta que deseamos es también una vivencia que nos hace crecer y superarnos. En la medida en que lo aceptemos, nos será más sencillo estar en paz con nosotros mismos. ¡Perdonémonos y sigamos avanzando!
La perfección, por tanto, es solo una utopía que imaginamos o proyectamos hacia los retos que acometemos. Pero el destino humano no es otro que el de ser imperfecto. Ahí reside, aunque parezca incoherente, la verdadera perfección. ¿La has encontrado?
Te podría interesar...