Los hermanos siempre estarán unidos por el corazón
Escrito y verificado por el psicólogo Bernardo Peña
Los hermanos son aquellas personas que están más allá de todo y de todos. Son compañeros del alma, de vida y de corazón. Normalmente son relaciones que permanecen a pesar de los conflictos, momentos que nos hacen sonreír aunque en su día nos tirásemos de los pelos.
Hemos podido discutir cientos de veces, renegar de ellos, querer ignorarlos y que los tragase la tierra, molestarlos y hacerles más de una chapuza de manera intencional.
Probablemente todo esto ha sido mutuo pues, tal y como se dice, los hermanos son los “enemigos” con los que más pelearemos y, a su vez, más amaremos.
Si bien la relación entre los hermanos puede torcerse, lo normal y lo natural es que entre ellos permanezca un sentimiento de amor incondicional.
Un cariño que se forja en las peleas de niños que quisieron que sus juegos prevalecieran, que sus opiniones fuesen consideradas y que su presencia captara toda la atención.
No hay mejor regalo que un hermano
No hay mejor regalo de unos padres a sus hijos que la posibilidad de crecer junto a un hermano, de aprender a compartir amor, alegrías, enfados, juguetes y tristezas. Así, la convivencia con los hermanos brinda grandes aprendizajes pero, sobre todo, el de la unión de dos corazones.
Una unión que ofrece la posibilidad de aprender a cuidar, de no preocuparse solo por uno mismo y de velar por la seguridad y el bienestar del otro. Cuidar de un hermano no es comparable a nada más en la vida.
Puede que las circunstancias nos cambien o nos alejen de nuestros hermanos, pero sabemos que el amor permanece invariable a pesar del tiempo. En definitiva, aunque las prioridades cambien, un hermano lo es para siempre.
Dijo José Hernández en su obra, La Vuelta del Martín Fierro: “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque, si entre ellos pelean, los devoran los de afuera”.
Lecciones que aprendemos de los hermanos
Gracias a la relación con un hermano, tenemos la oportunidad de asumir cientos de aprendizajes. Esto nos permite crecer siendo muy conscientes de la realidad que nos acompañará cuando salgamos del nido o del mundo real.
1. Aprendemos a tener en cuenta a los demás
No todo es como uno quiere y cuando uno quiere. Podemos dramatizar y generar el mayor caos jamás visto, pero la realidad es que tenemos que adecuarnos a las necesidades y las aspiraciones de los demás si queremos sobrevivir.2. Aprendemos el valor de la permanencia y de las disculpas
Asimismo, sabemos que los agravios que nos hagamos en malos momentos se pueden solventar con un guiño cómplice o cualquier otro gesto apaciguador.
Los hermanos no necesitan decirse nada. Pueden estar sentados el uno al lado del otro sin sentirse incómodos y pueden calmarse sin mediar palabra.
En la relación entre hermanos el perdón está por encima de todo. No hay nada comparable a las miradas que intentan zanjar un agravio. La capacidad de perdón y de olvido es algo que completa el desarrollo de una persona, pues a partir de ahí se comprende que no hay distancias insalvables entre dos personas que se quieren.
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3. Aprendemos a superarnos
Quien tiene hermanos sabe mejor que nadie que las cosas hay que ganárselas y que para uno mayor hay otro superior. Seguro que, si tuviste hermanos, creíste necesario competir con ellos.
Esa misma fuente de frustración y de ambición continua nos obligó y nos ayudó en su día a sacar lo mejor de nosotros. Algo de lo que, sin duda, recogemos hoy la cosecha.
4. Aprendemos de los errores
Compartir nuestra vida significa hacer lo propio con los errores y los logros. Sus meteduras de pata son, de alguna forma, también nuestras. Al igual que sus éxitos, los cuales recordamos con el tiempo como uno de los sabores más dulces de nuestra vida.
5. Aprendemos a compartir
Compartir significó ceder el espacio, los juguetes y la ropa; pero también fue ofrecer parte de lo inmaterial, parte del amor y la atención de nuestros padres, parte de nuestro destino y de nuestras metas.
Asimismo, la relación entre hermanos nos hace comprender la importancia de replantearnos nuestras prioridades de manera constante. De alguna forma, cuando tienes hermanos sabes que no hay nada que sea tuyo al 100 %, aunque reclames que lo sea con todas sus fuerzas.
Aunque esto era objeto de disputas interminables, en el fondo daba lo mismo, pues tener alguien con quien compartir alegrías y desdichas no tenía (ni tiene) precio.
6. Aprendemos a vivir fuera del efecto tiempo
Sabemos que, en la vida, hay ciertas cosas que son totalmente atemporales. Por eso, pasen los años que pasen, seguiremos compartiendo bromas familiares, risas, penas, llantos y alegrías de manera invariable, pues la unión fraterna permanece inmutable por siempre.
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7. Aprendemos a trabajar en equipo
Hay un proverbio chino que dice: “cuando dos hermanos trabajan juntos, las montañas se convierten en oro”. La clave del éxito está precisamente en aprender a cooperar y en entender que no hay fuerza que tenga más poder que el hecho de alcanzar el entendimiento y la unión por un objetivo común.
Gracias a la relación con nuestros hermanos, aprendemos que toda diferencia es salvable. Siempre que pongamos interés en ello y estemos dispuestos a cooperar. En definitiva: la unión hace la fuerza.
8. Aprendemos a amar de manera incondicional
Por último, tener un hermano te enseña a amar sobre todas las cosas, a amar a alguien que no siempre te dice lo que quieres oír, que te molesta, que te incordia, que te enfada, que quiere lo que tú quieres e intenta por todos los medios conseguirlo.
Por todo esto, un hermano es un amigo que no ha sido necesario escoger, una figura irreemplazable y esencial en nuestra vida. Por eso no hay otra unión como la de hermano a hermano.
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