No porque exista el perdón la gente tiene derecho a dañarte

Saber pedir perdón es importante, pero no por ello hay que olvidar que se ha producido un daño.
No porque exista el perdón la gente tiene derecho a dañarte
Bernardo Peña

Revisado y aprobado por el psicólogo Bernardo Peña.

Escrito por Raquel Aldana

Última actualización: 06 julio, 2023

A lo bueno nos acostumbramos de una manera asombrosa y rápida. El cuerpo descansa en estados de bienestar. Así, tener garantizado el perdón parece que nos da un colchón social frente a los errores cometidos.

No obstante, es importante considerar que la opción de pedir disculpas no implica que causar daño sea algo gratuito. ¿Quieres profundizar en esta cuestión? Si es así, sigue leyendo. Compartimos algunas ideas a continuación.

No porque exista el perdón la gente tiene derecho a dañarte

Es conocido el cuento en el que un padre le pide a un hijo que, cada vez que ofenda a alguien, clave una punta en un listón de madera. Pasado un tiempo, el hombre le dice al niño que quite todas las puntas que ha ido poniendo en el tablón.

Mientras lo hace, el padre le explica que esas puntas son como las ofensas y que la madera representa a quienes hiere cuando las comete. El chiquillo mira la tabla y se da cuenta de lo que quiere transmitirle su papá: ha quitado las puntas, pero la madera ya no tiene el mismo aspecto que antes.

Ha aprendido una importante lección: ahora ya entiende que con las personas pasa igual. Así, con el perdón uno puede sacarle a otro la púa que le penetra la piel. Sin embargo, reparar el daño es ya otra historia.

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Hay personas que nunca se van a marchar

A medida que sumamos años, es más raro que fallemos a la hora de distinguir entre quienes se van a marchar con el agua de la tormenta y aquellos que permanecerán junto a nosotros.

No se trata de que hayan firmado algún contrato o compromiso, sino que, aún conociendo las miserias en las que hemos caído, se han quedado.

Con estos amigos la relación ha llegado a un punto en el que somos capaces de separar lo que hacen de la persona que son. Y ellos hacen lo mismo con nosotros, incluso tras varias etapas de crisis que hicieron tambalear los cimientos del vínculo.

Ahora bien, el hecho de que tales protagonistas se hayan vuelto colegas incondicionales o hasta ‘supervivientes’ no nos da derecho a perder el cuidado y la atención con ellos. Es decir, la idea de que “Como me conoce, seguro que entiende que no he actuado de mala fe” entraña riesgos que merece la pena considerar.

Así, aunque tengamos la seguridad de que no viene el lobo, tampoco hay motivos para exponer a quien nos protege de él. Las personas llegamos a darlo todo, pero también somos delicadas y frágiles en ocasiones.

Depresión y oscuridad

No vale conformarse con pedir perdón

“Lo siento” es el primer paso. Un claro avance, de acuerdo, pero es solo el inicio. Con él reconocemos y expresamos la falta en que hemos caído, así como la vergüenza que sentimos.

Con estas palabras nos quedamos con la punta que hemos clavado. No obstante, ahora queda una herida de la que seguimos siendo responsables. ¿Qué claves existen para abordar y curar esa llaga? Estas serían algunas:

  • Quedarnos a repararla y participar en el proceso. Hará falta tener paciencia si de verdad queremos sanarla.
  • Pasar de imaginar a ver, oler, experimentar o escuchar. Memorizar el aprendizaje con el fuego de las emociones.
  • Agradecer que la otra persona nos permita esa oportunidad que estaría en todo su derecho de negarnos.
  • Ofrecer conductas alternativas a las que hemos realizado para circunstancias parecidas.
  • Llegar a acuerdos que supongan un crecimiento para ambas partes.
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El perdón siempre con cariño

El amor que no se demuestra sirve de poco. Puede estar dormido en vez de haber muerto, pero, en un momento dado sería casi lo mismo. Por ello, es posible evitar ‘clavar puntas’ si abrazamos, miramos, escuchamos y sentimos a los demás mientras caminan junto a nosotros.

Cuando aplicamos el cuidado y el cariño es menos probable que hagamos daño a quienes queremos.

Además, las púas que penetran con más profundidad son las de la indiferencia y la dejadez. Son justo esas lanzas las que hacen dudar a la otra persona si, a pesar de haberse mostrado incondicional, le seguimos queriendo.

Si alguna vez heriste a alguien sin valorar antes el dolor que causabas, recuerda que el perdón es solo el primer movimiento. La responsabilidad y la paciencia serán, a su vez, necesarias para curar aquel dolor que generaste.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.