¿Qué es la positividad tóxica y cómo evitarla?
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¿Alguna vez has tenido que fingir una sonrisa cuando, por dentro, sentías que tu mundo se derrumbaba? Tal vez tuviste que mostrar entereza ante una ruptura de pareja para no parecer débil o que seguir trabajando tras una dura discusión con un familiar. Seguro sentiste que, ante la imposibilidad de vivir y expresar esas emociones se incrementaba tu malestar. Y esto es lo que sucede con la positividad tóxica.
La psicología positiva, una valiosa corriente propuesta por Martin Seligman, se ha desvirtuado por parte de algunas personas, dando lugar a una especie de dictadura de la felicidad en la que hay no hay lugar para la tristeza, la ira o el miedo. Como paradoja, estas actitudes pueden ser incluso más dañinas y perjudiciales.
¿Qué es la positividad tóxica?
La positividad tóxica es una forma errónea y nociva de interpretar el pensamiento positivo. Consiste en fomentar un estado de ánimo alegre, expansivo y agradable en cualquier situación, por muy dura o desafiante que sea.
Algunas frases que ejemplifican la positividad tóxica son las siguientes:
- “Fracasar no es una opción, tienes que seguir siempre adelante”.
- “Debes mirar el lado bueno, podría ser peor”.
- “No lo pienses, no es para tanto”.
- “Todo pasa por un motivo, sé positivo”.
Estas afirmaciones se realizan con buena intención, tratando de levantar el ánimo de la persona. Sin embargo, todas ellas tienen algo en común y es que invalidan el sufrimiento de ese ser humano. Por tanto, terminan incrementando su malestar.
¿Cómo se puede diferenciar la positividad tóxica de la psicología positiva?
A diferencia de la positividad tóxica, los principios de la psicología positiva son útiles para mejorar la autoestima y el bienestar y para superar momentos adversos. Finalmente, los pensamientos que escogemos tener en cada momento sí marcan una diferencia en el estado de ánimo.
Sin embargo, la principal diferencia entre ambos conceptos radica en que la positividad tóxica niega la posibilidad de sentir, aceptar y atravesar las emociones negativas.
Ante una situación dura o complicada a nivel emocional, la psicología positiva invita a identificar y potenciar las fortalezas y recursos que la persona posee para salir adelante. Es decir, evita que el dolor (una reacción natural y necesaria) se convierta en sufrimiento.
Por el contrario, la positividad tóxica niega la existencia de ese dolor e insta a ocultarlo, taparlo o desplazarlo mientras se finge una sonrisa y se continúa adelante como si nada hubiese pasado.
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¿Por qué la positividad tóxica resulta dañina?
Puede parecer que estos comentarios bienintencionados, derivados de la positividad tóxica, son inofensivos. Sin embargo, pueden causar serios perjuicios en la salud mental de quien los recibe.
Algunos ejemplos son los siguientes:
- La positividad tóxica genera vergüenza. Desde este enfoque, las emociones negativas (ira, tristeza, miedo, desesperación) son inaceptables. No se reconoce su función y el objetivo consiste en eliminarlas. La persona puede sentirse avergonzada de mantener estas emociones.
- Causa culpa. Si los estados de ánimo negativos son inaceptables y la felicidad es una decisión, la conclusión a la que puede llegarse es que es culpa de la persona sentirse mal. Si tienes miedo, pena o desesperanza es porque quieres y, además, no deberías sentirlo. Horrible, ¿verdad?
- Por todo lo anterior, no se le permite a la persona que sufre hablar acerca de su estado interno. No se da la tan necesaria ventilación emocional y, al no poder expresarse, sentir y dejar salir esas sensaciones, la supresión emocional incrementa el malestar.
- Las situaciones adversas que atravesamos nos permiten aprender de nosotros mismos y de la vida. Si nos saltamos uno de los pasos principales, el crecimiento personal se paraliza. Así, no solo no se alivia el sufrimiento, sino que se pierde la oportunidad de adquirir valiosos recursos para afrontar el futuro.
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¿Cómo se puede evitar?
Evitar la positividad tóxica no implica quedarse estancado durante largos periodos en emociones negativas ni alimentar esos estados a través del pesimismo y los pensamientos disfuncionales. Pero sí requiere de los siguientes pasos:
- Aprende a reconocer e identificar tus emociones. Ponles nombre y acostúmbrate a estar en contacto con tus estados internos y tus sensaciones corporales.
- Acepta lo que sientes. Las emociones negativas pueden ser desagradables, pero son útiles y valiosas. No las rechaces. Por el contrario, escucha el mensaje que tienen para entregarte.
- Exprésate. Escribe, comparte tus sentimientos con alguien cercano, busca ayuda profesional si lo necesitas. Lo importante es que dejes salir tus emociones y que te permitas exteriorizarlas.
- Aprende a tolerar la incomodidad. Al tratar con una persona que está sufriendo puedes tener el impulso de mejorar su ánimo rápidamente, pero lo que verdaderamente necesita es ser escuchada, validada y acompañada.
Salir fortalecido
El pensamiento positivo, el optimismo o la gratitud son fortalezas que pueden resultar de gran utilidad a la hora de enfrentar situaciones adversas. Sin embargo, no renuncies a tu derecho a sentir todas las emociones en el momento en que se presenten.
En la gestión emocional no existen atajos. Atravesar ese estado desagradable es el modo más saludable de salir adelante fortalecido.
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