Prefiero molestar con la verdad que deslumbrar con la falsedad
Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater
La falsedad forma parte de la vida y de la propia sociedad. Para muchos es un modo de ‘supervivencia’ y de ‘integración’; en cambio, para otros, es esa dimensión que prefieren evitar, aunque ello les traiga más de un problema.
La mentira, el engaño y la falsedad son un recurso más que habitual en muchas de las esferas que nos rodean. Defendernos de ellas no es fácil, al igual que tampoco lo es el practicar esa sinceridad que suele resultar molesta, en muchos casos.
¿Te ha pasado alguna vez? Te invitamos a reflexionar sobre ello a continuación.
La falsedad, un instinto de supervivencia de doble filo
Decía Jean Paul Sartre que “quien es auténtico asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es”.
Aunque muchas veces es difícil decir la verdad, hay que decirla. Al ser sinceros, tal y como nos indica Sartre, no solo actuamos en consonancia con lo que pensamos y queremos, sino que podemos dar una imagen más precisa de nosotros mismos. Por supuesto, decir la verdad no es una carta blanca para atacar a otros e imponernos.
Por ejemplo, decirle con respeto y amabilidad a un compañero de trabajo que su comportamiento es molesto y que no nos permite ser productivos, puede ocasionar que no nos hable, o que otros compañeros nos critiquen por haber sido tan sinceros.
Sin embargo, no tenemos que vivir con miedo a ser rechazados o malinterpretados. Por el bien común, lo mejor es que nos atrevamos a comunicar aquello que ha causado incomodidad, con respecto e inteligencia emocional, para mejorar la situación (para ambas partes) y promover un buen ambiente de trabajo en general.
En definitiva, no es recomendable callar cada cosa que nos incomoda, para mantener una falsa ilusión de armonía con el entorno. Con ello solo conseguiremos perjudicarnos a nosotros mismos.
El uso de las mentiras para sentirnos aceptados
En ocasiones, tenemos la sensación de que la propia sociedad parece exigirnos que digamos mentiras para lograr una mejor adaptación y, así, sentirnos aceptados.
- Poco a poco, acabamos dando una imagen tan diferente de nosotros mismos que apenas nos reconocemos. Todo ello supone una fuente de estrés y malestar emocional que deberíamos gestionar.
- Evitamos decir a nuestros familiares ciertas cosas porque sabemos que no van a aceptar la crítica de forma constructiva.
- Hay quien dice mentiras sobre sí mismo para sentirse aceptado.
- Mentimos sobre nuestros gustos frente a algunas personas para no sentirnos rechazados. Usamos la falsedad en las fiestas o en reuniones sociales para ‘armonizar’ con el resto, aunque no nos guste.
Si lo pensamos bien, son prácticas que todos hemos hecho más de una vez y que, a largo plazo, nos han hecho sentir mal. Por ello, siempre llega un momento en que nos negamos a seguir esa línea de comportamiento.
Según un estudio llevado a cabo por el psicólogo social Robert Feldman, el 60 % de las personas son capaces de decir unas 3 mentiras al día. Algunas inofensivas y otras, por supuesto, mucho más serias.
En ocasiones, el uso constante de la sinceridad también nos trae problemas
Decir la verdad, sin tacto y sin aviso, puede lastimar al otro. Por ello, a la hora de hacer uso de la sinceridad es necesario tener tacto, templanza e inteligencia emocional.
- No podemos decirle a la pareja de un día para otro ‘que ya no la amamos’. La verdad repentina duele, y por ello es mejor hacer uso de una sinceridad cotidiana (esto que ha ocurrido no me gusta, me estoy dando cuenta de que las cosas entre nosotros no van bien...)
- El uso de la sinceridad no es algo que todo el mundo acepte. De hecho, es posible que tú mismo lo hayas experimentado en piel propia: cuando dices una verdad pueden decirte egoísta o insensible.
Al igual que la falsedad es una arma de doble filo, la sinceridad también tiene esta misma característica.
Hacer uso de la verdad en todos los ámbitos de nuestra vida nos trae a veces consecuencias que no esperábamos. No obstante, si nuestra conciencia está tranquila y nos sentimos bien (liberados incluso), habrá valido la pena.
La verdad debe utilizarse con inteligencia, no como arma de agresión
Al igual que la falsedad causa daños, la sinceridad más cruda puede traer también consecuencias dolorosas que es mejor saber gestionar.
Seguro que también tú conoces a alguien que se vanagloria de ser muy sincero. Es la típica persona sin pelos en la lengua que agrede con sus comentarios.
- Hemos de ser capaces de ofrecer una verdad que ‘permita crecer a los demás’ y no humillarlos.
- El uso de las verdad nos debe permitir ser libres de quienes nos hacen daño. Además, debemos ser capaces de hacer uso de la verdad con respeto.
En ocasiones molestamos con nuestra sinceridad, es cierto. Sin embargo, la molestia no debe ser nunca una agresión, sino un camino con el cual hacer que se respeten espacios y el valor de la convivencia.
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