Prueba de fibrinógeno en sangre: funciones y resultados

El nivel de fibrinógeno en sangre guarda relación directa con el proceso de coagulación; sin embargo, las alteraciones de los valores pueden asociarse con enfermedades.
Prueba de fibrinógeno en sangre: funciones y resultados
Leidy Mora Molina

Revisado y aprobado por la enfermera Leidy Mora Molina.

Última actualización: 31 mayo, 2023

La prueba de fibrinógeno en sangre, también conocida como «actividad del factor I», se emplea para determinar los niveles de esta sustancia que está relacionada con la coagulación.

El nivel normal debería estar comprendido entre 200 y 400 milígramos por decilitro (mg/dl) de sangre. No obstante, esto varía un poco con la edad de la persona. De hecho, en los niños menores de cinco años suele ser un poco más bajo.

Ahora bien, los resultados de la prueba pueden denotar si hay una deficiencia o, por el contrario, un elevado nivel de fibrinógeno en sangre. A su vez, este aumento o descenso se relaciona con diversos factores, como enfermedades, embarazo, menopausia, consumo de fármacos, entre otros.

¿Qué es el fibrinógeno y cuál es su función?

Siempre existió gran interés por comprender la coagulación. En la antigüedad se pensaba que este proceso se debía a una solidificación por enfriamiento. Es a principios del siglo XX, con la publicación de un estudio de Paul Morawitz, cuando se reenfocan las investigaciones al respecto.

El fibrinógeno o Factor I es una proteína sintetizada en el hígado que se incorpora al plasma sanguíneo. Forma parte del grupo de los factores de coagulación, junto con la protrombina, el calcio, el factor tisular, entre otros. Son 13 en total.

Por consiguiente, es uno de los responsables de detener el sangrado cuando hay una herida o una hemorragia. Este proceso complejo se conoce como «hemostasia» o «cascada de coagulación».

Durante el mismo, la trombina ayuda a convertir el fibrinógeno en fibrina, lo que funciona como un cemento y forma una malla o red. A su vez, las plaquetas se adhieren —a manera de ladrillos— para producir un coágulo que tapona la herida.

En el proceso opuesto, que es la fibrinólisis, la fibrina activa una enzima que degrada los coágulos (llamada plasmina) y el fibrinógeno la inhibe. De esta forma, se asegura que todo ocurra de manera ideal; los coágulos se descomponen cuando ya no se requieren y no se forman innecesariamente.

Como algunos lo saben, los coágulos pueden ser perjudiciales; si bloquean los vasos sanguíneos, se provocaría un ataque cardíaco o un accidente cerebrovascular. Por ende, el equilibrio entre el fibrinógeno en sangre y la fibrina es primordial.

Sumado a esto, se considera que el fibrinógeno une y activa glóbulos blancos, por lo que desempeña un papel importante en la respuesta inmune ante infecciones o lesiones.

Algunos hallazgos recientes parecen confirmarlo. Por ejemplo, en una investigación con pacientes que presentaban sepsis, se correlacionó la recuperación rápida y una menor mortalidad con un aumento de fibrinógeno.

En otro estudio de laboratorio realizado con ratones que sufrían daño hepático inducido por acetaminofeno, se encontró que el fibrinógeno puede ayudar a reparar el hígado al activar los glóbulos blancos.

¿Qué es el fibrinógeno y cuál es su función?
El fibrinógeno hace parte de los factores de coagulación.

Continúa leyendo sobre el tema en La coagulación, ¿en qué consiste este proceso?


¿Cómo y para qué se hace la prueba de fibrinógeno en sangre?

La prueba de fibrinógeno en sangre se realiza para estimar cómo está funcionando el proceso de coagulación. A menudo, se sugiere su realización en ayunos de hasta 12 horas. Incluso, si no se requieren preparativos especiales, el médico puede recomendar que se suspenda con antelación algún medicamento, sobre todo si se trata de anticoagulantes.

Para realizar la prueba se hace una toma de muestra sérica directamente desde la vena (puede ser cubital o cefálica) con una jeringa. La aguja se retira cuando se ha extraído suficiente sangre (2 centímetros cúbicos aproximadamente).

Luego, se añade a la muestra una cantidad estándar de trombina y se mide el tiempo que tarda en formarse el coágulo de fibrina. Esto permite determinar la cantidad, más no la actividad del fibrinógeno en sangre.

Dicho lapso se correlaciona, de manera directamente proporcional, con la cantidad de fibrinógeno activo en la muestra. Por consiguiente, los tiempos prolongados de formación del coágulo pueden deberse a concentraciones disminuidas de fibrinógeno, o bien, a una disfunción del mismo.

Riesgos de la prueba

Obtener una muestra de sangre puede resultar más difícil en unas personas que en otras. Sin embargo, la prueba de fibrinógeno en sangre es un proceso simple, rápido y seguro; no conlleva riesgos ni efectos secundarios importantes. Solo se llega a experimentar un dolor leve con el pinchazo y un hematoma tras el mismo. Estos síntomas desaparecen al poco un tiempo (uno o dos días).

¿Cuándo hacer la prueba de fibrinógeno en sangre?

El médico puede solicitar una prueba de fibrinógeno en sangre, sola o como parte de una serie de exámenes, cuando hay situaciones de sangrado o coagulación anormales. Entre otras circunstancias, se considera la opción en alguno de los siguientes casos:

  • Hemorragias nasales frecuentes.
  • Sangrado menstrual abundante.
  • Presencia de sangre en la orina o en las heces.
  • Sangrado anormal en las encías.
  • Hemorragia del tracto gastrointestinal.
  • Moretones sin razón aparente.
  • Ruptura del bazo.
  • Trombosis.
  • Resultados anormales de las pruebas de protrombina o tromboplastina parcial.
  • Síntomas de coagulación intravascular diseminada.
  • Fibrinólisis anormal.
  • Disfunción heredada o adquirida en relación con la coagulación.

Por otra parte, la prueba de fibrinógeno en sangre permite conocer si la disminución de la actividad de esta proteína se debe a una cantidad insuficiente o a una disfunción; asimismo, sirve para monitorizar la capacidad de coagulación a lo largo del tiempo.

Junto con otras pruebas, también ayuda a evaluar el riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular, una enfermedad arterial periférica o un infarto de miocardio.



¿Qué significan los resultados?

El nivel esperado de fibrinógeno en sangre es de 200 a 400 milígramos por decilitro (mg/dl), pero esto puede variar un poco con la edad. De hecho, en los niños menores de cinco años es más bajo, 160 a 400 mg/dl. Y en recién nacidos o bebés de menos de un año oscila entre 80 y 90 hasta 375 o 385 mg/dl.

Ahora, cuando los resultados no están dentro de este rango, se considera que son más altos o más bajos de lo esperado. Veamos cada uno de manera separada.

Niveles altos

En este caso, se tiene la siguiente escala de referencia (en adultos):

  • 400 – 600 mg/dl (ligeramente alto): puede deberse a factores circunstanciales. Hay que realizar un nuevo análisis a las semanas para ver si los valores vuelven a la normalidad.
  • 600 – 700 mg (moderadamente alto): es conveniente consultar con el médico. Si la tensión arterial está también elevada se incrementa el riesgo de accidente cerebrovascular.
  • Más de 700 mg/dl (excesivamente alto): grandes probabilidades de que se formen coágulos que dañen el corazón o el cerebro.

Niveles bajos

Hay tres tipos de deficiencia de fibrinógeno en sangre:

  • Afibrinogenemia o ausencia total de fibrinógeno: es poco frecuente (afecta a una persona de cada 2 millones). Aunque no necesariamente causa sangrado, cuando se presenta es severo.
  • Hipofibrinogenemia: niveles bajos de fibrinógeno, por debajo de 200 mg/dl. Se asocia con hemorragias leves.
  • Disfibrinogenemia: los niveles en sangre son normales, pero el fibrinógeno no funciona de forma correcta. Puede ser congénita o adquirida y afecta a una persona en un millón. Ocasiona sangrados y trombosis.

¿Por qué se altera el fibrinógeno en sangre?

La alteración del factor I puede ser temporal. En este caso, los posibles factores relacionados abarcan el embarazo (propicia el aumento), la menstruación, las hemorragias, una transfusión de sangre o reacciones a medicamentos.

Entre los fármacos que alteran los niveles de esta proteína, se mencionan los siguientes:

  • Anticonceptivos orales.
  • Estrógenos.
  • Esteroides.
  • Antituberculosos.
  • Antiandrógenos.
  • Aspirina.
  • Warfarina.
  • Diversos medicamentos para disminuir el colesterol.

Por otra parte, el bajo nivel de fibrinógeno en sangre puede ser causado por factores como la menopausia o el consumo de tabaco, así como por afecciones, ya sean hereditarias o adquiridas. Entre estas últimas están las siguientes:

  • Tumores.
  • Desnutrición severa.
  • Síndrome nefrótico.
  • Trastornos inflamatorios (como artritis reumatoide).
  • Enfermedad hepática en etapa terminal.

Sin embargo, los valores alterados reflejados en la prueba no suelen ser usados para proporcionar información diagnóstica relevante acerca de algún padecimiento o enfermedad.

¿Por qué se altera el fibrinógeno en sangre?
El fibrinógeno en sangre se altera por diversas condiciones y patologías. Por eso, si sus niveles son alterados, el médico sugiere la realización de pruebas complementarias.

Trastornos asociados

El mantener valores alterados de fibrinógeno en sangre debe vigilarse, puesto que puede incrementar el riesgo de desarrollar diversas enfermedades. Si los niveles son bajos y el sangrado en las heridas no se detiene o tarda mucho, aumentan las posibilidades de infección.

Por el contrario, los niveles elevados favorecen la coagulación de la sangre, incluso cuando no es necesario. Por ende, hay más probabilidades de problemas cardiovasculares, ya que se forman trombos, lo que puede desencadenar en infartos o embolias.

Normalización del fibrinógeno en sangre

Cuando el aumento del fibrinógeno se debe al embarazo o es causado por un proceso inflamatorio, los niveles volverán a la normalidad una vez se resuelva el problema de base. De cualquier modo, en ciertos casos se requiere un tratamiento.

Por ejemplo, en función de la causa del problema, se puede recetar bezafibrato o un tratamiento de reemplazo con hemoderivados sustitutos.

Si hay riesgo de enfermedades cardiovascular, se recomiendan cambios en el estilo de vida, como una dieta abundante en omega 3, ejercicio físico y abandonar el consumo de tabaco y alcohol.


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