Violencia obstétrica: ¿cómo reconocerla?
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El parto es uno de los eventos más significativos en la vida de la mujer. Es un momento de gran vulnerabilidad emocional y en el que la atención recibida debe ser de la mayor calidad. Esto implica no solo garantizar el bienestar físico de la madre y el bebé, sino también dar respuesta a las necesidades psicológicas y a los derechos fundamentales de la mujer. Cuando esto no sucede, estamos ante un caso violencia obstétrica.
Por desgracia, esta mala praxis tiende a pasar desapercibida y no suele recibir sanción de ningún tipo; así, se sigue perpetuando en el tiempo. Además, la mayoría de las mujeres desconocen sus derechos y, por ende, no logran identificar que estos se han vulnerado durante la gestación y el alumbramiento. En cualquier caso, el daño psicológico ha tenido lugar y puede derivar en problemas graves a largo plazo. ¿Cómo reconocer esta forma de violencia?
¿Qué es la violencia obstétrica?
La violencia obstétrica es una forma de maltrato que sufren las mujeres embarazadas, en labor de parto o en el puerperio, por parte de los profesionales de la salud. Puede hacer referencia a conductas de acción o de omisión que impactan en el plano físico o en el psicológico. Constituye una vulneración de los derechos sexuales y reproductivos, y se ha tipificado como una modalidad de violencia de género.
Ahora bien, cuando hablamos de este tipo de violencia no nos referimos a un error o a una negligencia médica puntual, sino a un comportamiento sistematizado que humilla, perjudica y pone en riesgo la integridad de estas mujeres.
Las actitudes o acciones que se incluyen bajo esta categoría están ampliamente extendidas y normalizadas; tanto es así que muchos profesionales sanitarios no reconocen su actuar errado y las madres no identifican que han sido víctimas de un maltrato. Y es que el origen es profundo y está bien arraigado.
Surge de una concepción errónea del embarazo y de la mujer gestante. Es común que en los entornos médicos se infantilice y se silencie; además, se espera pasividad por parte de la paciente. Desde esta perspectiva, se niega la autonomía y la capacidad de toma de decisiones de la mujer durante el proceso.
¿Cómo identificar la violencia obstétrica?
Dado lo normalizados que se encuentran este tipo de procedimientos, puede ser difícil reconocer que se está sufriendo violencia. Por lo mismo, a continuación presentamos algunas de las modalidades y manifestaciones más comunes.
Falta de información
Los profesionales de la salud no solo deben controlar el correcto desenlace de la gestación y el trabajo de parto, también han de ofrecer a la mujer toda la información relevante, además de estar abiertos y dispuestos a resolver sus dudas. Esto se aplica tanto en los controles prenatales como durante el alumbramiento y tras el nacimiento del bebé.
La mujer debe saber en todo momento qué se le está haciendo y con qué fin, y tiene derecho a preguntar y pedir explicaciones. Si esta información no se proporciona, se oculta o no se responden las cuestiones, se está cometiendo violencia.
Ausencia de consentimiento
Además de estar informada, la mujer ha de dar su consentimiento para las prácticas que se le van a realizar. Administrar medicamentos, realizar maniobras médicas o proceder de cualquier modo que vaya en contra de la voluntad de la gestante es vulnerar sus derechos.
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Humillación e invalidación de emociones y deseos
Muchas mujeres han tenido que soportar comentarios denigrantes por parte del personal médico o de enfermería durante su embarazo o su parto. Comentarios como: «no grites, deja de armar escándalo», «haberlo pensado antes de tener relaciones» o «no seas quejica, no es para tanto» se encuentran fuera de lugar y, además, constituyen violencia.
Por otro lado, no permitir que un familiar acompañe a la mujer durante el parto cuando es médicamente factible, o no respetar los deseos de la madre respecto al tipo de parto que desea, también son signos claros para tener en cuenta.
Procedimientos médicos perjudiciales e injustificados
Una de las prácticas de violencia obstétrica más extendida es la realización de procedimientos médicos innecesarios, que resultan perjudiciales y que muchas veces van contra el deseo expreso de la mujer.
Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que el porcentaje justificable de cesáreas ronda entre el 10 y el 15 %; sin embargo, suelen practicarse hasta en un 25 % de los partos. De igual forma, la episiotomía es justificable en un 15 % de las ocasiones, pero se realiza por rutina en un 45% de los casos.
Existen otra serie de prácticas muy comunes que se realizan de forma innecesaria y que perjudican el desenlace natural del alumbramiento; esto abarca lo siguiente:
- Administración de oxitocina sintética para acelerar el parto.
- Realización indiscriminada de tactos vaginales.
- Realización de la maniobra de Hamilton para inducir el parto (despegando del útero la bolsa amniótica).
- Aplicación de la maniobra de Kristeller (empujando con los puños o el antebrazo la parte superior del útero para acelerar el nacimiento).
Desatención y abandono
Por último, muchas mujeres esperan durante horas solas y desatendidas en el proceso de dilatación, lo que les hace experimentar una gran ansiedad y miedo, sin obtener acompañamiento ni respuestas.
Asimismo, tras dar a luz, no siempre se respeta el derecho de la madre y del niño a estar juntos y practicar el piel con piel, aun cuando médicamente es posible. Esta desatención puede generar daños emocionales.
Consecuencias de la violencia obstétrica
La violencia obstétrica no es un tema menor; afecta a un gran porcentaje de mujeres y genera importantes repercusiones en su recuperación física y mental.
Debido a estas prácticas, el parto puede vivirse como un evento negativo y traumático, lo que aumenta el riesgo de depresión posparto y trastornos como el estrés postraumático posparto. Esto no solo perjudica el bienestar psicológico de la madre, sino que dificulta la vinculación emocional con el bebé.
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Posibles soluciones a la violencia obstétrica
Para erradicar la violencia obstétrica, como sociedad es fundamental darle visibilidad y tomar conciencia de la importancia de respetar los derechos sexuales y reproductivos.
El parto no es una enfermedad; es un proceso natural en el que la mujer no es un sujeto pasivo, sino el agente principal y la absoluta protagonista. Por ende, el alumbramiento debe ser acompañado, pero no intervenido, a menos que sea estrictamente necesario.
Si vas a ser madre, infórmate acerca de tus derechos. Recuerda que puedes diseñar un plan de parto y este ha de ser respetado. Debes ser informada y consultada durante todo el proceso, y no tienes que aceptar actitudes paternalistas, vejatorias o humillantes por parte de los profesionales sanitarios.
Escoger un centro que apueste por el parto humanizado o contar con el acompañamiento de una doula son decisiones muy convenientes. De cualquier modo, si se produce este tipo de violencia, está permitido denunciarlo.
Le legislación al respecto es diferente en cada país, y aún queda un largo camino por recorrer para garantizar que los derechos de las mujeres gestantes sean respetados. Por ejemplo, en España, se está trabajando en una reforma de la ley que reconoce la existencia de la violencia obstétrica para legislar en su contra.
Si has sido víctima de alguno de los supuestos aquí descritos, no dudes en buscar ayuda profesional. Gestionar lo vivido te ayudará a no acarrear secuelas que puedan influir en tu salud futura.
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