Ya no me enojo, solo escucho y evito que me afecte

No podemos dejar que el comportamiento de otra persona condicione nuestra vida. Somos responsables de nuestras emociones y debemos aprender a racionalizarlas. Te contamos cómo.
Ya no me enojo, solo escucho y evito que me afecte
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 25 mayo, 2023

El enojo es una emoción humana tan normal como cotidiana. Es común en los adultos, pero sobre todo en los niños pequeños, cuando, por ejemplo, aún no saben gestionar aspectos como el aplazamiento de las recompensas.

No debemos ver esta sensación como algo puramente negativo. Todos nos enojamos, todos nos llenamos de ira ante situaciones que consideramos injustas, y esto es también algo saludable que nos permite poder reaccionar ante lo que no es permisible, ante lo que nos hace daño.

Ahora bien, el enojo debe ser algo puntual y limitado en el tiempo. Debemos verlo como un interruptor, algo que se enciende en nuestro cerebro para avisar de que un aspecto de nuestro entorno nos preocupa, y ante lo que debemos tomar una decisión.

Si dejamos que esta emoción nos controle, caeremos en la irracionalidad de la ira, del grito y de una reacción que posiblemente lamentemos. Profundicemos.

Conocer el enojo para responder mejor en nuestro entorno

Uno de los mejores especialistas en la dimensión del enojo, la ira y la resistencia es, sin duda, Eckhart Tolle. Este psicólogo positivista y representante también de esa vertiente más espiritual de la ciencia del comportamiento nos aporta una visión muy acertada sobre este constructo psicológico.

  • El enojo es una emoción negativa poderosa y atenazante. Ese enfado que no se controla y que se desboca lo que hace al instante es inundar nuestra mente de pensamientos negativos.
  • Quien razona no somos nosotros, no es nuestra parte equilibrada y lógica, sino la emoción negativa más descarnada.
  • Un aspecto que debemos tener en cuenta y que nos señala Eckhart Tolle es que, a veces, estamos enojados con algo, pero no nos damos cuenta de ello. Al poco, esa sensación de negatividad invade otros campos de nuestra vida, hasta el punto de quedar saturados por el pesimismo.
  • El enojo, además, se transmite, se contagia como una energía asfixiante que crea distancias e incomodidades entre nosotros. No es lo adecuado.

Cómo ser consciente de lo que estamos generando

Te pondremos un ejemplo. Imagina que tienes un mal día en el trabajo. Un compañero de oficina genera un entorno tóxico al promover críticas dañinas y rumores infundados. Esto te molesta.

  • Nuestro protagonista almacena una gran dosis de enfado, de cansancio y negatividad que nosotros acabamos proyectando en casa y con nuestros familiares. Cualquier hecho puntual provoca que reaccionemos de forma desmesurada.
  • Lo primero que debemos percibir es esa emocionalidad interna, ese malestar y lo que dicha sensación está creando en nuestro entorno.
  • Una emoción negativa no solo crea pensamientos negativos, sino también conductas inadecuadas. Es necesario saber verlo, saber percibir esa batalla que se libra en nuestro interior.

Cómo actuar

Ya somos conscientes de lo que nos ocurre y de lo que estamos provocando a nuestro alrededor. El foco del problema no está en casa; de hecho, tampoco está en el trabajo: está en nuestra mente.

  • En ocasiones, es imposible cambiar la conducta de una persona o de un grupo de personas. En este caso, ese compañero de trabajo no va a cambiar, su personalidad es así y siempre hace uso de las críticas y los rumores.
  • Cuando nos sea imposible cambiar algo negativo de nuestro entorno, lo que debemos hacer es variar la forma en que afecta a nuestras emociones.
  • No se trata en absoluto de no darle la importancia que merece o de hacer como si nada nos afectara. Se trata de ejercer un “control”. Dominar las emociones negativas para que ellas no nos dominen a nosotros y afecten a nuestra vida convirtiéndola en un infierno.
  • Lo que nos controla nos hace cautivos y empobrece nuestra calidad de vida. No es lo adecuado, no debemos permitirlo.

Debemos calmar nuestra ira, y con asertividad, calma y equilibrio, le haremos saber a esa persona que su comportamiento no es el adecuado. El que uno regule sus propias emociones no significa que no pueda actuar.

Una vez dejamos claro a ese foco puntual que nos altera y enoja que su forma de actuar no es adecuada, procederemos a racionalizar las emociones negativas que puedan quedar en nuestro interior.

Pensamientos positivos que debes aprovechar

Repite lo siguiente: “esas críticas no van conmigo, porque no me definen. Las ofensas no me hacen daño: yo sé quien soy, yo protejo de mi autoestima.”

Lo que una persona concreta piense de ti es su opinión, su universo y su esfera particular y limitada, pero no es tu mundo ni te define. Por lo tanto, procede a desactivar todo enojo y toda emoción negativa. Libérate.

El enfado se aplaca siendo consciente de ese sentimiento, controlándolo y, a su vez, gestionándolo. No olvides tampoco que este tipo de estrategias son también muy adecuadas con los niños. Cuanto antes empiecen a entender sus emociones, mejor.


Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.



Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.