De dónde surge la ansiedad y por qué entender su ciclo puede ayudarte a controlarla

La ansiedad es una respuesta normal del cuerpo ante la presencia de una amenaza. Aparece por la activación de varias zonas del cerebro: una actúa como alarma y detecta una señal de peligro, otra pone el cuerpo en modo de defensa, acelera el corazón y prepara los músculos para reaccionar, y una parte más racional analiza la situación y ayuda a decidir si hay algo de que preocuparse o es una falsa alarma.
Ahora bien, si el síntoma está presente todo el tiempo o se dispara sin causa aparente, puede convertirse en un problema de salud. De hecho, la Organización Mundial de la Salud señala que los trastornos de ansiedad afectan a más de 350 millones de personas. Te explicamos de dónde viene esta reacción y las estrategias para gestionarla y recuperar el control emocional.
Fase de alarma
El cerebro detecta una amenaza y envía señales que aceleran el corazón, tensan los músculos y preparan el cuerpo para correr. Esta respuesta automática, natural y de defensa, no siempre significa que hay un peligro real.
En estos casos, respira lenta y profundamente, muévete o realiza estiramientos y acepta la sensación de tu cuerpo sin resistirte, por ejemplo: “Mi cuerpo está reaccionando, pero no hay una amenaza real ahora”.
Fase de interpretación
La mente busca una explicación a la reacción física. Surgen preguntas como “¿y si…?”, “¿si me pasa algo?”, “¿y si no puedo controlarlo?”. Aparece la incertidumbre e imaginas escenarios negativos, lo que mantiene el estado de alarma encendido, aunque no haya peligro real.
Para reducir esto, reconoce que los pensamientos son suposiciones, no hechos; cuestiona tus ideas: “¿Esto está pasando o solo lo imagino?”, céntrate en lo que puedes controlar en el momento y acepta lo que sientes sin juzgarte: “Estoy ansioso porque no tengo certeza”. Esto reduce la necesidad de anticiparte a cada posible problema.
Fase de evitación
Evitar el síntoma disminuye la tensión y ofrece alivio momentáneo. Pero con el paso del tiempo se refuerza el miedo y el cuerpo aprende que huir es seguro, haciendo que el próximo episodio sea más intenso.
En lugar de escapar del miedo, afróntalo poco a poco en entornos seguros. Por ejemplo, si te genera ansiedad salir, intenta hacerlo solo unos minutos y celebra tus avances. Esto le enseña a tu cerebro que la situación no es tan peligrosa como parece.
¿Cuándo buscar ayuda profesional?
Sentir ansiedad en algunos momentos es normal. Pero si aparece a diario, te impide dormir, trabajar o disfrutar las actividades que antes te gustaban, conviene consultar a un psicólogo o psiquiatra. Estos profesionales pueden ayudarte a identificar las causas y enseñarte estrategias específicas para manejarlas. Pedir ayuda no es debilidad, sino querer mejorar el bienestar.
En definitiva, conocer el ciclo de ansiedad permite actuar con conciencia y no de forma impulsiva. Para identificar patrones y gestionarlos mejor, puedes llevar un registro de los momentos en que aparece el síntoma, qué estabas haciendo, pensando o cómo sentías tu cuerpo. Además, adopta hábitos saludables como dormir bien, reducir el consumo de cafeína y practicar actividad física para estabilizar tu sistema y que el cuerpo reaccione con menos intensidad al estrés.
La ansiedad es una respuesta normal del cuerpo ante la presencia de una amenaza. Aparece por la activación de varias zonas del cerebro: una actúa como alarma y detecta una señal de peligro, otra pone el cuerpo en modo de defensa, acelera el corazón y prepara los músculos para reaccionar, y una parte más racional analiza la situación y ayuda a decidir si hay algo de que preocuparse o es una falsa alarma.
Ahora bien, si el síntoma está presente todo el tiempo o se dispara sin causa aparente, puede convertirse en un problema de salud. De hecho, la Organización Mundial de la Salud señala que los trastornos de ansiedad afectan a más de 350 millones de personas. Te explicamos de dónde viene esta reacción y las estrategias para gestionarla y recuperar el control emocional.
Fase de alarma
El cerebro detecta una amenaza y envía señales que aceleran el corazón, tensan los músculos y preparan el cuerpo para correr. Esta respuesta automática, natural y de defensa, no siempre significa que hay un peligro real.
En estos casos, respira lenta y profundamente, muévete o realiza estiramientos y acepta la sensación de tu cuerpo sin resistirte, por ejemplo: “Mi cuerpo está reaccionando, pero no hay una amenaza real ahora”.
Fase de interpretación
La mente busca una explicación a la reacción física. Surgen preguntas como “¿y si…?”, “¿si me pasa algo?”, “¿y si no puedo controlarlo?”. Aparece la incertidumbre e imaginas escenarios negativos, lo que mantiene el estado de alarma encendido, aunque no haya peligro real.
Para reducir esto, reconoce que los pensamientos son suposiciones, no hechos; cuestiona tus ideas: “¿Esto está pasando o solo lo imagino?”, céntrate en lo que puedes controlar en el momento y acepta lo que sientes sin juzgarte: “Estoy ansioso porque no tengo certeza”. Esto reduce la necesidad de anticiparte a cada posible problema.
Fase de evitación
Evitar el síntoma disminuye la tensión y ofrece alivio momentáneo. Pero con el paso del tiempo se refuerza el miedo y el cuerpo aprende que huir es seguro, haciendo que el próximo episodio sea más intenso.
En lugar de escapar del miedo, afróntalo poco a poco en entornos seguros. Por ejemplo, si te genera ansiedad salir, intenta hacerlo solo unos minutos y celebra tus avances. Esto le enseña a tu cerebro que la situación no es tan peligrosa como parece.
¿Cuándo buscar ayuda profesional?
Sentir ansiedad en algunos momentos es normal. Pero si aparece a diario, te impide dormir, trabajar o disfrutar las actividades que antes te gustaban, conviene consultar a un psicólogo o psiquiatra. Estos profesionales pueden ayudarte a identificar las causas y enseñarte estrategias específicas para manejarlas. Pedir ayuda no es debilidad, sino querer mejorar el bienestar.
En definitiva, conocer el ciclo de ansiedad permite actuar con conciencia y no de forma impulsiva. Para identificar patrones y gestionarlos mejor, puedes llevar un registro de los momentos en que aparece el síntoma, qué estabas haciendo, pensando o cómo sentías tu cuerpo. Además, adopta hábitos saludables como dormir bien, reducir el consumo de cafeína y practicar actividad física para estabilizar tu sistema y que el cuerpo reaccione con menos intensidad al estrés.
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