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Bursitis de cadera: síntomas y tratamiento

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La bursitis de cadera es una expresión general para dos afecciones que se localizan en la parte central del cuerpo: la bursitis trocantérica y la del psoas ilíaco. ¿Cómo se manifiesta? ¿Qué hacer ante esta inflamación?
Bursitis de cadera: síntomas y tratamiento
Leonardo Biolatto

Escrito y verificado por el médico Leonardo Biolatto

Escrito por Leonardo Biolatto
Última actualización: 13 agosto, 2024

Los dolores al caminar, localizados en la parte alta del muslo, podrían responder a una bursitis de cadera. Pero, ¿de qué estamos hablando? La cadera es una estructura anatómica que encierra muchas partes dentro, y que se vincula a ligamentos, tendones, cartílagos, huesos y músculos.

En términos médicos, la inflamación de las bolsas articulares que denominamos bursitis pueden ser dos presentaciones parecidas: trocantérica y del psoas ilíaco. A continuación, detallamos cuáles son los síntomas principales de cada una y cómo las tratamos llegado el caso.

Tipos de bursitis de cadera

Los dos tipos de bursitis de cadera que existen son la trocantérica y la del psoas ilíaco. Ambas tienen en común que se generan por la inflamación de bolsas articulares que, lastimadas, dejan de cumplir su función.

La bursitis trocantérica se localiza en la estructura articular que une al fémur con el hueso de la pelvis. Como una de las saliencias de este hueso se llama trocánter, de allí deriva el nombre de la patología. Se trata de una condición muy dolorosa y que tiende a aparecer en personas mayores de edad.

La otra forma es la bursitis del psoas ilíaco. Este es un músculo voluminoso que recorre parte de la espalda y se inserta dentro de la cadera. En su recorrido, se protege de la fricción con los otros órganos, a partir de una bolsa o bursa. Si dicha estructura se lastima o se rompe, culmina en una inflamación.

La bursitis de cadera por el psoas ilíaco tiene su grupo de riesgo entre las personas que realizan movimientos repetitivos de la articulación, por lo que se diferencia de la anterior en la edad de aparición. De todas maneras, los ancianos siguen siendo un grupo de riesgo, tanto para tendinitis como para fractura.

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La bursitis de cadera ocurre por la inflamación de las bolsas articulares.

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Síntomas de la bursitis de cadera

El signo primordial de la bursitis de cadera es el dolor. Se trata de una molestia intensa que puede llegar a incapacitar para la marcha y la realización de actividades cotidianas, como subir una escalera.

El sitio de localización del dolor suele estar en la parte externa de la cadera, sobre el fémur y sus salidas óseas. A la palpación, el malestar se incrementa y, en casos extremos, el solo roce de la ropa es suficiente para desatar el síntoma.

Un gran problema de este dolor es que se exacerba tanto en movimiento como en reposo. Caminar lo intensifica, subir una escalera también y permanecer en la misma posición por largos períodos no contribuye a su mejoría.

Las personas inician su sospecha de que algo anda mal en la cadera cuando deben detener lo que están haciendo por culpa del dolor. La progresión es lenta, pero firme. Al principio no se puede elevar el miembro, pero luego ni siquiera es posible levantarse de una silla.

Causas

El origen de la bursitis de cadera tiene dos vertientes generales: la degeneración de las articulaciones y los movimientos repetitivos. Ambos factores pueden reunirse en la misma persona, o ser más frecuente en ancianos el primero y en adultos jóvenes el segundo.

La degeneración de las estructuras de la cadera es conocida desde hace tiempo. Si bien se ha focalizado el estudio de las mismas en el cartílago, se sabe que el proceso de envejecimiento afecta a todas las células.

En los ancianos, las bolsas articulares cambian y se vuelven más finas, con menor resistencia. Es parte de la destrucción del colágeno y de las fibras que sobreviene por el paso de los años. Esto favorece las roturas y desgarros de la estructura.

A la par, puede existir un daño por la repetición de los movimientos. Caminar, sentarse y levantarse, correr o subir escaleras, son actividades cotidianas, que en un lapso de décadas, acumulan presión sobre la cadera y sobre las bolsas articulares.

Si a esto añadimos la presencia de artrosis o artritis, entonces el resultado final parece inevitable. El hueso que ha cambiado por culpa de la inflamación articular es más susceptible a las bursitis, sobre todo en la relación entre fémur y cadera.

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La degeneración de las articulaciones y los movimientos repetitivos son causas principales de la bursitis de cadera.

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Tratamiento para la bursitis de cadera

El abordaje terapéutico de la bursitis de cadera, independientemente de su origen y tipo, se basa en los mismos parámetros. A continuación detallamos los más importantes.

Antiinflamatorios

Se prefieren los no esteroides por sobre los corticoides, debido a los efectos adversos, y a que tienden a emplearse en personas ancianas, con mayor riesgo de diabetes e hipertensión arterial.

Fisioterapia

la rehabilitación de la cadera con un profesional de la kinesiología tiene buenos resultados. No solo se utilizan masajes físicos, sino que también la aplicación de técnicas con aparatología ha demostrado ser eficiente, como las ondas de choque.

También se suelen indicar combinación de temperaturas frías y calientes para favorecer la cicatrización interna de la articulación.

Cirugía

El plano quirúrgico de tratamiento de las bursitis de cadera ha evolucionado en las últimas décadas y ha mejorado el abordaje reduciendo los efectos adversos. Las técnicas de artroscopia, con mínimas incisiones que reducen el tiempo de internación, son el estándar ahora.

Una cámara diminuta guía el proceso y el traumatólogo puede reparar la bolsa articular dañada o reemplazarla con otro tejido que funcione como donante para la estructura rota.

La cadera es nuestro soporte

La bursitis de cadera es grave porque toda la pelvis es el soporte del tronco. A partir de allí se distribuye el peso a los miembros inferiores y se sostiene el equilibrio. Dependemos de esta parte del cuerpo para caminar y desplazarnos, por lo que no podemos darnos el lujo de que se dañe.

La situación reviste particular atención entre los ancianos, que con movilidad reducida pueden verse en serias dificultades. El apoyo del grupo familiar y la red social es clave en estos pacientes, frente a quienes ninguna ayuda es poca.

En cuanto a la elección del mejor tratamiento, será el médico quien defina cómo abordar y bajo qué técnica. Esto dependerá del estado de salud general de la persona, de su capacidad de respuesta y de los recursos de rehabilitación con los que cuente.


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