Síndrome general de adaptación: así reaccionamos frente al estrés

Cuando nos enfrentamos a una situación estresante, nuestro organismo reacciona de un modo muy concreto. El peligro para nuestra salud física y psicológica llega cuando esos estresores son una constante en nuestras vidas. Lo analizamos.
Síndrome general de adaptación: así reaccionamos frente al estrés
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 09 julio, 2023

El síndrome general de adaptación viene a explicarnos cómo reacciona nuestro organismo ante una situación estresante. Esta teoría, enunciada por el fisiólogo Hans Selye en el año 1936, nos muestra todos esos procesos fisiológicos que sentimos cuando hay algo en nuestro entorno que nos abruma, que nos supera y que supera nuestras capacidades de control.

Nerviosismo, dolor de estómago, preocupación, sensación de aceleramiento, cefaleas… La mayoría hemos experimentado los síntomas del estrés. No obstante, aunque conocemos sus consecuencias, se nos escapan los desencadenantes y, sobre todo, entender por qué nos suceden estos fenómenos. Así, aunque el estrés sea una respuesta fisiológica normal, vivimos esta realidad con elevado sufrimiento.

Admitámoslo, vivimos en una sociedad donde no solo se normalizan estados como los trastornos de estrés y ansiedad, sino que la persona que no llegue a este nivel de activación es que no se esfuerza lo suficiente en su trabajo o en la vida cotidiana. Asumir e integrar estos enfoques tiene serias consecuencias para la salud. Analicemos, por tanto, cómo se orquesta ese proceso de adaptación a las situaciones estresantes.

Síndrome general de adaptación: definición y fases

Imaginemos, por ejemplo, que empezamos un nuevo trabajo. Al cabo de las semanas, vamos percibiendo cómo la carga de trabajo es excesiva y cómo el clima laboral, además de opresivo, nos apaga el ánimo y las ganas. El desgaste psicológico es evidente.

Ahora bien, lo que experimentamos a lo largo de ese tiempo integra a la perfección la esencia de la teoría enunciada por Hans Selye. El síndrome general de adaptación describe el proceso de esa respuesta natural del ser humano a las situaciones de estrés.

Esa experiencia puede ser adaptativa y normal cuando, finalmente, logramos ajustarnos a esos estímulos demandantes de nuestro entorno. Sin embargo, cuando esas condiciones superan nuestra capacidad de control y se mantienen en el tiempo, aparecen los efectos negativos.

Asimismo, cabe señalar algo importante: estas reacciones son universales. El doctor Selye llevó a cabo una serie de experimentos en ratones en la  Universidad McGill en Montreal, sometiéndolas a situaciones estresantes para comprobar qué conductas demostraban.

Los efectos eran siempre los mismos. Más tarde, pasó de los modelos animales a los humanos para comprobar que, efectivamente, el síndrome general de adaptación pasa siempre por tres fases. Profundicemos en ellas a continuación.

Estrés emocional laboral.
El síndrome general de adaptación es el proceso que atravesamos naturalmente ante situaciones de mucho estrés.

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1. Fase de alarma o shock

En la actualidad, el modelo de Selye sigue siendo válido. Estudios, como el realizado en la Universidad de West Virginia en Estados Unidos, han intentado buscar fisuras y debilidades a este enfoque, pero sus bases continúan siendo interesantes.

A menudo, y para comprobar su eficacia, se suele aplicar al ámbito del deporte, un área que nos permite ilustrar muy bien estas fases. La primera de ella es cuando estamos en una situación altamente estresante por primera vez.

Por ejemplo, enfrentarnos a un contrincante en un partido de tenis, fútbol o kárate. También podemos tomar el ejemplo de ese nuevo puesto de trabajo. Nuestro cuerpo reacciona del siguiente modo:

  • Experimentamos taquicardias y sensación de alarma.
  • Lo más común es sentirnos paralizados al inicio sin saber cómo reaccionar.
  • Ante ese estímulo amenazante, el sistema suprarrenal empieza a liberar cortisol, la hormona del estrés.

Si la persona logra superar este primer encuentro y tomar el control, el síndrome general de adaptación acaba aquí. Ahora bien, sino es así, pasamos a la siguiente fase.

2. Fase de resistencia

Cuando el estresor permanece en el entorno y nosotros aún no nos hemos adaptado a él, llegamos a la fase de resistencia. En esta etapa, el nivel de activación ya no es tan elevado, pero las molestias fisiológicas aún están presentes en mayor o menor medida. Profundicemos un poco más.

  • La resistencia se define como esa incapacidad sostenida de afrontar, aceptar o reaccionar ante eso que nos supera, nos preocupa o nos alarma. La angustia persiste; si bien es cierto que ya no experimentamos tantas taquicardias y que no estamos atrapados en esa sensación de alerta e hipersensibilidad constante, la incertidumbre y el malestar continúa porque no nos adaptamos.
  • El cortisol sigue liberándose en nuestro organismo y eso puede hacer que experimentemos cansancio, cambios en nuestro estado de ánimo, irritabilidad y problemas de concentración.

En caso de no adaptarnos en esta etapa a esa situación concreta y sus estresores, llegamos a una fase más problemática.

3. El síndrome general de adaptación y la fase de agotamiento

Tal y como nos explica la doctora M. Carmen Ocaña Méndez, en su trabajo sobre el síndrome de adaptación general, buena parte de la población vive hoy en día inmersa en la fase de agotamiento.

Es decir, muchos de nosotros convivimos con un estado de estrés persistente porque no nos habituamos ni logramos hacer frente a los estímulos estresantes que nos envuelven.

  • Cuando pasamos meses inmersos en un estado de estrés persistente, nuestros recursos físicos y psicológicos se agotan.
  • El riesgo de desarrollar determinadas enfermedades se eleva. Lo más común es empezar evidenciando hipertensión, alteraciones digestivas, insomnio, dolencias musculoesqueléticas, cefaleas, mareos, entre otros.
  • Por otro lado, no podemos perder de vista un hecho: el estrés que se cronifica deriva en trastornos de ansiedad.
Mujer estresada frente a computadora.
El estrés que no se maneja a tiempo puede conllevar a problemas más severos, como los trastornos de ansiedad.

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La importancia de aprender a manejar el estrés

El síndrome general de adaptación nos demuestra la importancia de gestionar cuanto antes el estrés, para evitar llegar a la fase de agotamiento. El estrés que no se maneja se cronifica y, con él, llega el malestar y las enfermedades asociadas.

Debemos tenerlo presente: manejar estos estados no solo es posible sino necesario. Todos tenemos recursos para hacerlo (Lazarus, 1980). Estas serían algunas estrategias:

  • Clarificar los estímulos estresantes.
  • Idear soluciones a los problemas. Evitar que día a día ese desafío se vuelva más grande e incontrolable.
  • Actuar sobre las emociones. Debemos procurar tener el control sobre ellas y no a la inversa.
  • Trazar cada día nuevas metas que favorezcan resolver esa situación e incrementar el bienestar.
  • Llevar una vida sana, practicar la relajación y la respiración profunda.

Por último, y no menos importante, aprendamos a solicitar ayuda cuando lo necesitemos. El apoyo de los nuestros y la intervención de los profesionales especializados evitará que lleguemos a esos límites tan desgastantes.


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  • Ocaña Méndez, M. C. (2008). Síndrome de adaptación general. La naturaleza de los estímulos estresantes. Escuela Abierta 2, 41-50.

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