Discapacidad intelectual: grados, características y tratamientos disponibles
Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz
La discapacidad intelectual ha recibido diversos nombres a lo largo del tiempo. Se trata de un trastorno del neurodesarrollo que se manifiesta por un funcionamiento cognitivo por debajo de la media. Además, implica dificultades en otros ámbitos como la sociabilidad y la capacidad de desenvolverse en el entorno.
La discapacidad intelectual puede presentarse con una severidad muy variable. Por lo mismo, lo que determina el verdadero impacto sobre la vida de la persona son sus dificultades para llevar a cabo habilidades adaptativas básicas como, por ejemplo, leer, escribir, relacionarse, cuidar de sí misma u organizarse en el día a día.
¿Cómo se mide la capacidad intelectual de una persona?
Generalmente, la capacidad intelectual se mide a través de pruebas estandarizadas como la Escala Wechsler de Inteligencia (WISC-V). Estas ofrecen una cifra que indica el cociente intelectual de la persona; es decir, la diferencia entre su edad mental y su edad cronológica.
Se estima que la media de la población ronda una puntuación de 100, por lo que dos desviaciones típicas por debajo de la media (CI de 70 o inferior) indican discapacidad intelectual.
Sin embargo, pese a que la discapacidad intelectual está presente desde el nacimiento o desde la infancia temprana, muchos niños no muestran síntomas evidentes hasta la edad preescolar. Por ello, la detección prenatal y las pruebas de cribado del desarrollo que realizan los pediatras rutinariamente contribuyen a un diagnóstico temprano.
Síntomas relacionados
Además del CI, existen otros síntomas que caracterizan a la discapacidad intelectual. Estas son las señales que pueden alertar de que el desarrollo infantil no avanza de forma adecuada:
- Dificultades para alcanzar los principales hitos del desarrollo. Por ejemplo, pueden tardar más tiempo que otros niños en lograr sentarse, gatear o caminar.
- Retrasos en la adquisición del lenguaje y en la capacidad de expresión verbal.
- Problemas de memoria.
- Incapacidad para percibir las consecuencias de sus actos.
- Dificultades de aprendizaje, de pensamiento lógico y de resolución de problemas.
- Complicaciones para comprender las reglas sociales y relacionarse con otros.
- Incapacidad de desenvolverse de forma completamente autónoma en el día a día.
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Principales causas
Existen numerosas posibles causas para la discapacidad intelectual, pero solo en un 25 % de los casos se logra encontrar un origen exacto. Entre los principales factores se encuentran las alteraciones cromosómicas (por ejemplo, síndrome de Down) y los trastornos hereditarios.
Los problemas durante el embarazo, como la preeclampsia o el consumo materno de alcohol o fármacos, también pueden influir. Igualmente, las infecciones, la desnutrición materna o infantil, los traumatismos craneales graves o el abandono emocional severo del bebé pueden incrementar el riesgo.
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Grados de discapacidad
Como hemos comentado, las manifestaciones de la discapacidad intelectual pueden presentarse en grados muy variables. Así, en función del CI y de la autonomía de la persona, se han establecido cuatro tipos de discapacidad intelectual:
Leve
La mayoría de las personas que padecen discapacidad intelectual se encuentra en este rango y, por lo tanto, presentan unas puntuaciones de CI de entre 50 y 70.
Sus capacidades cognitivas y de aprendizaje se encuentran algo retrasadas, pero suelen logran adaptarse al sistema educativo y desempeñar una actividad profesional. Sus habilidades sociales suelen ser relativamente adecuadas y únicamente necesitan ayuda puntual para desenvolverse.
Moderado
Con un CI entre 35 y 50, estas personas presentan mayores dificultades cognitivas, especialmente en el procesamiento de conceptos complejos. Pueden entrenar sus habilidades y desempeñar trabajos poco cualificados bajo supervisión.
Del mismo modo, son capaces de establecer relaciones sociales, aunque su comunicación es poco compleja. E, incluso, pueden trasladarse de forma independiente por lugares conocidos y participar en la vida social si cuentan con ayuda.
Grave
Con un CI de entre 20 y 35, las personas con discapacidad intelectual grave suelen precisar de supervisión y apoyo constante. La adquisición del lenguaje se retrasa y este es limitado.
Pueden aprender la lectura de ciertas palabras y comprender la comunicación social sencilla y, del mismo modo, pueden realizar tareas simples con ayuda y vigilancia. Sin embargo, su grado de autonomía es muy escaso.
Profundo
La discapacidad intelectual profunda abarca únicamente el 1-2 % de los casos. Estas personas suelen tener graves dificultades cognitivas, sociales y prácticas, además de otras discapacidades asociadas. Sin embargo, disfrutan de las relaciones con personas conocidas y pueden tener cierta participación en la vida cotidiana siempre que cuenten con un elevado nivel de apoyo.
Tratamientos disponibles
El tratamiento se centra principalmente en ayudar a la persona a alcanzar su máximo potencial a nivel educativo, social y práctico.
En él intervienen distintos profesionales (médicos, psicólogos, logopedas, terapeutas ocupacionales…) que crean un plan individualizado. Este se basa tanto en las fortalezas como en las debilidades y atiende a las necesidades tanto de la persona con discapacidad como de su familia.
¿Cómo se puede reducir la probabilidad de discapacidad intelectual?
La prevención debe comenzar incluso antes del embarazo, con un buen cuidado prenatal que incluya el consumo de ácido fólico y la vacunación apropiada. Durante la gestación es importante evitar la desnutrición, el consumo de alcohol y tabaco, y la exposición a ambientes tóxicos.
Del mismo modo, una adecuada atención médica durante el parto ayudará a reducir el riesgo de complicaciones. Tras el nacimiento, resultará esencial cuidar adecuadamente al niño y satisfacer sus necesidades físicas y emocionales. Pero, aún así, no es posible eliminar completamente el riesgo.
Importancia del acompañamiento familiar y profesional
La discapacidad intelectual lo es, en gran parte, por la falta de apoyos y no solo por el bajo CI. Por ello, los fármacos, terapias o adaptaciones curriculares tienen una gran importancia a la hora de lograr un mayor desarrollo y una mejor calidad de vida.
Además, el acompañamiento familiar resulta esencial para que estas personas puedan participar activamente en su entorno. Así, es importante proporcionarles herramientas prácticas y funcionales que ayuden a la persona a alcanzar su máximo potencial y a la familia a realizar este acompañamiento de la mejor forma posible.
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