Obstrucción del conducto lagrimal en niños: ¿cómo tratarlo?
La obstrucción del conducto lagrimal en niños es una situación muy frecuente. Esta situación también recibe el nombre de obstrucción congénita del conducto lagrimal o dacrioestenosis. Es una afección que tiende a resolverse por sí sola en la mayoría de los casos.
Lo que ocurre es que, al obstruirse el conducto, las lágrimas del ojo no pueden drenarse. Las lágrimas se secretan en las glándulas lagrimales, para limpiar y lubricar los ojos. A través de los conductos lagrimales, desembocan en el interior de la nariz.
Cuando hay obstrucción del conducto lagrimal en los niños, dichas lágrimas se acumulan en el ojo y dejan de ejercer su función de protección o limpieza. En algunos casos, esta patología requiere tratamiento. Por ello, en este artículo te explicamos todo lo que debes saber sobre ella y cómo se trata.
¿En qué consiste la obstrucción del conducto lagrimal?
Antes de explicar en qué consiste la obstrucción del conducto lagrimal, es importante conocer cómo funciona el sistema lagrimal. Como hemos señalado en la introducción, las lágrimas se producen en las glándulas lagrimales. Se encuentran en la parte superior de los párpados, en la esquina más alejada de la nariz.
Las lágrimas se encargan de proteger, hidratar y nutrir el ojo. Se producen de forma continua y permanente. Su secreción aumenta cuando hay alguna agresión sobre el ojo. Por ejemplo, cuando se introduce un cuerpo extraño, como un grano de arena.
Las lágrimas se drenan en la cavidad nasal a través de un conducto, llamado conducto lácrimo-nasal. Este conducto presenta una pequeña válvula al final, cerca de la fosa nasal, denominada válvula de Hasner.
Lo que ocurre en la obstrucción del conducto lagrimal en niños es que todo este sistema se altera. Las lágrimas tienden a acumularse en el ojo, por lo que dejan de cumplir su función principal de limpieza.
Según explica un artículo de CuidatePlus, la obstrucción del conducto lagrimal afecta entre el 6 y el 15 % de los recién nacidos. Lo más frecuente es que comience a manifestarse entre la segunda y sexta semana de vida.
En casi un 90 % de los casos, esta condición se resuelve por sí sola durante el primer año de vida del bebé. Por eso, se considera una afección poco preocupante. El problema es que hay casos en los que no se autorresuelve, en los que es necesario instaurar un tratamiento para prevenir complicaciones.
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Síntomas de la obstrucción del conducto lagrimal en niños
La obstrucción del conducto lagrimal suele manifestarse durante las primeras semanas de vida. Según explica una publicación de En Familia, el síntoma principal es el lagrimeo constante. Recibe el nombre de epífora. Estas lágrimas hacen que los ojos del bebé tengan un aspecto vidrioso de forma continua, como si estuvieran encharcados.
Otro de los síntomas comunes son las legañas, que son más densas y aparecen con más frecuencia de lo habitual. No suelen producir enrojecimiento ocular. Además de las legañas, es característico que se secrete una especie de moco purulento al apretar sobre la zona del saco lagrimal del bebé.
Cuando el niño o la niña sufren cualquier infección de las vías respiratorias (como un resfriado común) el lagrimeo aumenta aún más. La razón es que la infección tiende a bloquear también los conductos lagrimales, por lo que las lágrimas se estancan todavía más.
El problema de la obstrucción del conducto lagrimal en niños es que puede llegar a producir complicaciones. Una de las más importantes es la conjuntivitis. La causa de esta infección es que, al no fluir las lágrimas, las bacterias tienden a acumularse en la superficie ocular.
También puede haber una dermatitis en la zona de las mejillas por el paso continuo de las lágrimas. Incluso, se puede dar una dacriocistitis. Esta es una patología que consiste en la inflamación del conducto lagrimal. Tiende a causar dolor y enrojecimiento en la zona más interna del ojo, donde surge el conducto.
Principales causas y factores de riesgo
La obstrucción del conducto lagrimal en los niños es congénita. Es decir, está presente desde el nacimiento. La causa es que la válvula de Hasner no se abre de forma completa. Como mencionamos al principio, esta válvula se encuentra cercana a la cavidad nasal.
Según explica una publicación de Very Well Health, esta afección puede afectar a uno o a los dos ojos. El ser prematuro podría incrementar la probabilidad de padecer una obstrucción, aunque hay pocos factores de riesgo identificados.
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¿Cómo se diagnostica la obstrucción del conducto lagrimal?
El diagnóstico de la obstrucción del conducto lagrimal se suele realizar de forma clínica. El médico realiza una exploración completa del bebé. Durante la misma, es fácil apreciar la presencia de una especie de lago lagrimal sobre el párpado inferior.
También se puede ver cómo se desbordan las lágrimas de forma continua. El médico debe valorar los párpados, las pestañas y los puntos lagrimales. Del mismo modo, explora el conducto haciendo presión sobre el saco lagrimal. Si hay obstrucción, suele salir una especie de moco o pus por el ángulo interno del ojo, junto a la nariz.
Además, tal y como explica un artículo de la Doctora Carretero León, se puede emplear el test de la fluoresceína para confirmar el diagnóstico. La fluoresceína es un colirio con color amarillento anaranjado, que se vierte sobre el ojo.
Si desaparece a los cinco minutos de haberlo vertido, se constata que el conducto no está obstruido. Sin embargo, si el ojo se tiñe de ese color amarillento, se pone de manifiesto la existencia de obstrucción.
Tratamientos disponibles
La obstrucción del conducto lagrimal en niños tiende a resolverse por sí sola. Como indicamos al principio, entre el 80 y el 90 % se resuelve durante los primeros nueve meses o el primer año de vida. Por eso, se prefiere esperar a ese momento para instaurar un tratamiento.
Es decir, hasta que no pasa el año solo se realizan medidas conservadoras para aliviar los síntomas. La más empleada es el llamado masaje hidrostático. Consiste en ejercer presión sobre el saco lagrimal para vencer la obstrucción. Así se evita el acúmulo de las lágrimas.
Se realiza colocando el dedo índice sobre el canto interno del ojo del bebé. Hay que apretar en dirección hacia la nariz. Se recomienda hacerlo dos o tres veces al día. Además, hay que combinarlo con una buena limpieza ocular con suero fisiológico.
En este caso, hay que dirigir las secreciones hacia el canto externo del ojo, para que no se drene hacia la nariz la suciedad. En algunos casos, se puede recetar colirios antibióticos para prevenir o curar una infección.
Sin embargo, hay casos en los que esto no es suficiente. Por ese motivo, puede estar indicado realizar un sondaje de la vía lagrimal. Consiste en introducir una pequeña sonda a través del punto lagrimal del ojo, siguiendo el conducto hasta llegar a la obstrucción. Una vez alcanzado ese punto, se perfora.
El problema es que esta técnica es invasiva y debe hacerse bajo anestesia general. Eso, sumado a que el cuadro suele resolverse por sí mismo en la mayoría de casos, hace que sea preferible esperar a que el niño sea mayor de un año.
¿Qué debemos recordar?
La obstrucción del conducto lagrimal en niños es una situación muy frecuente. Puede afectar a uno o a ambos ojos. Lo normal es que se trate de una situación autolimitada, ya que dicha obstrucción tiende a resolverse por sí sola durante el primer año de vida.
El problema es que, si no se resuelve, puede dar lugar a complicaciones muy molestas. Por ejemplo, a conjuntivitis o dacriocistitis. Por eso suele recomendarse realizar masajes para drenar las lágrimas y vigilar al bebé hasta que cumpla el año de edad.
En ese momento, si la obstrucción no se ha resuelto, es preciso recurrir a un sondaje lagrimal. Este tratamiento suele resolver casi la totalidad de los casos y presenta pocos riesgos y complicaciones.
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