9 sensaciones engañosas de hambre
Revisado y aprobado por el psicólogo Bernardo Peña
La sensación de tener hambre puede presentarse poco después de haber comido, o en las horas entre las comidas. Sin embargo, esto no quiere decir necesariamente que nuestro organismo nos esté pidiendo aportarle más nutrientes.
A veces, el problema está en que podemos llegar a malinterpretar las señales interoceptivas del organismo y confundirlas con la sensación de tener hambre. De esta manera, en este artículo te presentaremos 9 situaciones que te hacen creer que tienes hambre (cuando en realidad no tienes).
9 sensaciones que te hacen creer que tienes hambre
1. No dormiste lo suficiente la noche anterior
¿Has notado tu estómago gruñendo en los días que sonó la alarma mucho antes de que estuvieras listo para enfrentar la mañana? Esto se debe a la falta de sueño, que se ha relacionado con los niveles más altos de la hormona grelina, que es la responsable de desencadenar el hambre.
Y, para empeorar las cosas, cuando uno está privado de sueño, por lo general, se anhelan alimentos cargados de calorías, ya que el organismo busca fuentes alternativas de energía. Los investigadores creen que esto podría ser una pista de por qué las personas que regularmente duermen poco se encuentran en un mayor riesgo de obesidad.
2. Comiste demasiado ayer
La ciencia no tiene una explicación exacta a esta sensación. Sin embargo, no se puede negar que la sensación ocasional de irse a la cama lleno y despertar con hambre es muy común.
Contrariamente a la creencia popular, no es que tu estómago en realidad se expanda, es probablemente más una consecuencia del tipo de alimentos que hayamos comido en la cena.
Si exageraste en almidones la noche anterior, esto podría desencadenar cambios dramáticos en el azúcar en la sangre que engañarían al cerebro pensando que todavía no estás lleno.
3. Estás en la etapa premenstrual
Muchas mujeres saben que esto es intuitivamente cierto. Si bien algunos estudios señalan una relación entre el síndrome premenstrual y los antojos de dulce, no hay pruebas sólidas para respaldar esos atracones alimentados por esos malestares.
Durante la fase de premenstrual, hay un aumento de la producción de progesterona. Esto parecería aumentar no solo el apetito, sino también la insatisfacción general con el propio cuerpo. Curiosamente, los animales también seguirían un patrón similar. Por lo tanto, parece un mecanismo común para todos lo mamíferos.
4. Podrías haber consumido un mejor desayuno
¿Sabías que comer mal en el desayuno podría trastocarte todo un día? Un estudio de 2013 ha sugerido que uno de los componentes más importantes para un desayuno adecuado es la proteína. Las personas que comieron desayunos ricos en proteínas tenían menos probabilidades de consumir alimentos grasos y azucarados durante el resto del día.
También es posible que estés consumiendo muy poca fibra o grasa, las cuales ayudan a mantenerte lleno. O, tal vez simplemente comes demasiado poco en el desayuno.
Una barra de cereales o una pieza de fruta, sin duda, son una opción rápida y fácil para las mañanas para salir corriendo por la puerta. No obstante, consumir de 300 a 400 calorías es mucho mejor para mantenerte satisfecho hasta el almuerzo.
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5. Tomas ciertos medicamentos
Los medicamentos podrían estimular tu apetito. En los últimos 20 años, el número de medicamentos que posee algún efecto secundario ha aumentado de uno de cada diez a uno de cada cuatro.
En algunos casos, tan pronto como se haya completado el tratamiento, tu apetito volverá a la normalidad. Sin embargo, para las afecciones crónicas que requieren medicación de por vida, es conveniente discutir las opciones de medicamentos con tu médico. Podría ser un fármaco similar con menos efectos secundarios.
6. Tienes el hábito de consumir refrescos
Una bebida azucarada estimula la producción de insulina. Esta producción repentina de insulina favorecería la sensación de hambre, como asegura una antigua investigación. Por lo tanto, necesitarás saciar esta pulsión con alimentos. Si limitas tu consumo de refrescos, probablemente notarás una grata diferencia.
7. En realidad solo tienes sed
Un poco de deshidratación puede darte sensación de fatiga. De esta manera, al igual que cuando estás privado de sueño, el cuerpo siente que necesita calorías como combustible. Eso significa que puedes experimentar lo que crees que es hambre, cuando en realidad tienes sed.
Los expertos a menudo sugieren beber un vaso de agua y, luego, esperar unos minutos antes de ceder a un ansia por la comida. Para ayudar a distinguir el hambre de la sed, imagina una comida abundante. Si no suena atractivo, consume un poco de agua en su lugar.
8. Estás aburrido
Mucho de lo que hacemos en la vida está impulsado por la dopamina, un mensajero químico en el cerebro relacionado con la motivación, el estímulo y la recompensa. A nivel biológico, la dopamina nos hace sentir bien al comer, así que nos gusta hacerlo.
Así, cuando no nos pasa nada interesante, el cerebro busca la manera de estimular la producción de dopamina para “salvarnos del aburrimiento”. Por lo tanto, busca una fuente de emociones y, por supuesto, la comida es una de ellas. Si es lo que te sucede, lo mejor es distraerte. Así que disfruta de un buen libro, escucha tu música favorita, medita, haz ejercicio, etc.
9. Estás estresado
Nuestra respuesta al estrés natural es una táctica evolutiva para ayudarnos a evitar convertirnos en la cena de alguien más. Ante el estrés, el cuerpo podría necesitar abastecerse de nutrientes.
La activación del sistema límbico prevé una futura situación de lucha-huida. Por lo tanto, el cerebro activa los mecanismos necesarios para estimular el apetito. Además, los antojos tienden a centrarse en los alimentos más grasos y azucarados. Por lo tanto, la próxima vez que te sientas estresado, procura relajarte antes de tratar de relajarte comiendo.
Conclusión
En conclusión, y por paradójico que parezca, tener hambre no siempre es indicativo de que tu organismo necesita más alimento. Por el contrario, en muchas ocasiones hay veces que no sabemos discriminar bien qué estímulos son los que desencadenan el hambre y cuáles no.
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