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Absceso periamigdalino: todo lo que debes saber

4 minutos
Los abscesos periamigdalinos son generalmente complicaciones derivadas de la amigdalitis. En algunos casos se requiere una pequeña intervención quirúrgica.
Absceso periamigdalino: todo lo que debes saber
Nelton Abdon Ramos Rojas

Escrito y verificado por el médico Nelton Abdon Ramos Rojas

Última actualización: 11 julio, 2023

El absceso periamigdalino se refiere a una acumulación de pus en el área próxima a una de las amígdalas, lo más frecuente es que aparezca en torno a las amígdalas palatinas. Este subtipo de amígdalas se localiza en la región posterior de la boca, por lo que está en contacto de manera permanente con gérmenes.

Cuando aparece un absceso en esta zona, indica que el tejido que rodea la amígdala se encuentra infectado activamente por un microorganismo patógeno. En otras palabras, el absceso es una complicación de una infección no resuelta en el tejido linfático.
Las amígdalas son agrupaciones de tejido linfático situados de manera estratégica en aquellos lugares con mayor requerimiento inmunológico que cumplen una función defensiva, constituyen una barrera para combatir los gérmenes mediante la producción de anticuerpos.

Además, hay varios tipos de amígdalas: linguales, palatinas y faríngeas (adenoides). Todas ellas forman el anillo linfático de Waldeyer.

Síntomas del absceso periamigdalino

El absceso periamigdalino es una complicación que se desarrolla cuando el paciente padece amigdalitis (inflamación de las amígdalas debido a una infección).

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Los signos que identifican esta enfermedad suelen empeorar o agravarse con el paso del tiempo a medida que avanza la infección sin resolver. Así pues, lo más habitual es que los pacientes con esta alteración refieran alguno de los siguientes síntomas:

  • Dolor agudo de la garganta: esta molestia aparece antes, durante y después de la formación de absceso en la región afectada. La aparición de placas blanquecinas es un signo clínico indicador de infección.
  • Dificultad para masticar y para abrir la boca: fuerte dolor en la mandíbula inferior que puede llegar a irradiarse a una parte de la región facial y a los oídos. Es frecuente que se presente con una ligera inflamación. Si no se trata en las fases iniciales, puede llegar hasta las vías respiratorias.
  • Babeo o incapacidad para tragar la saliva y halitosis (mal aliento).
  • Ronquera y cambios en la voz (la voz se vuelve grave).
  • Fiebre y escalofríos frecuentes.
  • Cefalea, malestar general y debilidad.

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Diagnóstico

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De manera normal, el equipo médico lleva a cabo alguna de las pruebas que citamos a continuación:

  • Examen físico: el médico puede palpar la inflamación en el cuello. Al apretar el tejido el paciente refiere dolor que empeora al tragar. También se puede observar la formación de placas blanquecinas sugerentes de infección en las amígdalas y enrojecimiento de la zona.
  • Análisis del absceso: se extrae una pequeña muestra de las placas y se estudia en el laboratorio. El objetivo es confirmar el diagnóstico e iniciar el tratamiento lo antes posible.
  • Tomografía axial computarizada (TAC): es una prueba de imagen poco utilizada en el diagnóstico de esta patología. Solo se emplea en los casos más graves con compromiso del paciente.
  • Análisis de orina.
  • Análisis de sangre.

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Tratamiento del absceso periamigdalino

El tratamiento inicial para el absceso amigdalino consiste en intentar drenar el exceso de pus. Para ello, el equipo médico puede realizar un pequeño corte con bisturí en la región afectada. Asimismo, otra opción es pinchar el absceso y succionar el contenido con una aguja procurando aspirar todos los restos de pus.

Sin embargo, cuando estos métodos no funcionan se suele realizar una intervención quirúrgica para eliminar las amígdalas (amigdalectomía). Por norma general, se lleva a cabo en pacientes que ya han padecido amigdalitis recurrente con complicaciones o ya han tenido este tipo de absceso en el pasado.

En ambos casos, se recetará ciertos medicamentos para aliviar los síntomas tras estos procedimientos. Estos fármacos suelen ser antibióticos (para combatir la infección bacteriana) y analgésicos (para aliviar el dolor).

Prevención

Existen varios hábitos saludables que pueden ayudar a reducir el riesgo de desarrollar esta complicación.

Entre las medidas recomendadas cabe destacar el mantenimiento de una dieta saludable y, por supuesto, una buena higiene bucal; en este sentido, el cepillado, el uso de hilo dental, las revisiones periódicas en el odontólogo son muy importantes y no se deben descuidar o postergar.

Las infecciones de las encías y de los dientes pueden favorecer la aparición de este problema. Por tanto, mantener los dientes limpios (cepillándolos varias veces al día) y no fumar reduce considerablemente las probabilidades de tener un abceso periamigdalino.


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