Efectos en los hijos del rechazo de los padres
Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz
Los padres son las figuras más significativas en nuestro desarrollo. Como cuidadores primarios, ellos tienen la tarea no solo de protegernos, alimentarnos o asearnos, sino también de ofrecernos afecto, aceptación y validación. Si por cualquier motivo no son capaces de cumplir estas funciones, las repercusiones psicológicas y emocionales pueden afectarnos de por vida. Por esto es interesante conocer los efectos en los hijos del rechazo de los padres.
Para comprender la magnitud del impacto de sus acciones, cabe recordar que durante la infancia somos seres totalmente dependientes y vulnerables. Necesitamos a nuestros progenitores para sobrevivir.
Pero además, son ellos quienes nos enseñan cuánto (o cuán poco) valemos y qué podemos esperar de la vida. Si lo que recibimos por su parte es rechazo, esto nos coloca en una posición complicada.
¿Cómo se manifiesta el rechazo de los padres?
El rechazo hacia los hijos por parte de los padres es más común de lo que pensamos. Y es que no siempre se muestra de forma clara y directa; en ocasiones es más sutil y velado, pero igual de doloroso para quien lo recibe.
En general, podemos hablar de rechazo cuando se presentan las siguientes situaciones:
- El padre o la madre agreden al hijo, ya sea de forma física o verbal. Puede haber empujones y golpes, pero también insultos, humillaciones, comparaciones y críticas constantes. El progenitor puede responder con sarcasmo y burla o ser excesivamente duro con sus palabras y acciones.
- La negligencia es otra forma de rechazo. En este caso, los padres no asumen ni ejercen su rol parental y no están presentes física o emocionalmente en la vida del niño. Lo descuidan o lo tratan con indiferencia.
Es posible que ambas situaciones se combinen y un mismo progenitor sea en ocasiones agresivo y en otras, indiferente. Sea cual sea el caso, el niño crece sintiendo que no agrada a su padre o a su madre, que no es escogido por ellos, que no es suficiente o que debería ser diferente para merecer su amor.
¿Por qué los padres rechazan a sus hijos?
Existen diversidad de razones que pueden dar cuenta de este rechazo. Aunque es fundamental recalcar que en ningún caso es culpa del niño.
Entre las principales causas pueden encontrarse las siguientes:
- Paternidad o maternidad no deseadas: cuando se produce un embarazo no planificado, los progenitores pueden sentir que este niño les ata a un matrimonio que no desean, que limita su estilo de vida o que supone una carga de responsabilidad que no quieren asumir.
- El hijo representa simbólicamente al otro padre: cuando entre la pareja existen desavenencias importantes y el niño se parece a uno de ellos, el otro puede sentir un fuerte rechazo inconsciente. También sucede que el parecido con otro miembro de la familia desate estas actitudes.
- Una mala bondad de ajuste: se produce cuando el temperamento del hijo y el del padre o la madre son excesivamente diferentes. Así, si el adulto no logra aceptar y acomodarse a las necesidades infantiles; se produce una falta de entendimiento que genera rechazo.
- Los padres padecen algún trastorno psicológico: lo que les impide o dificulta vincularse con el hijo. Es común que suceda en el caso de la depresión posparto, pero también pueden influir los trastornos de ansiedad, del estado de ánimo, las psicosis y otros.
- Padres que fueron víctimas de una crianza poco adecuada: ellos no recibieron afecto, comprensión y aceptación por parte de sus propios padres y están, ahora, repitiendo el patrón.
¿Cómo afecta a los hijos el rechazo de los padres?
El impacto psicológico del rechazo de los padres se manifiesta en la imagen que el hijo desarrolla de sí mismo y en su capacidad para relacionarse con los demás. Así, las siguientes son las consecuencias más comunes.
Inseguridad y baja autoestima
Las personas que crecen sintiéndose rechazadas por alguno de sus padres desarrollan una pobre autoimagen y un autoconcepto negativo. Viven con grandes dudas respecto de sí mismos y de su valía como seres humanos.
Y es que, si las personas que más debían amarlos en el mundo no fueron capaces de hacerlo, ¿por qué lo harían los demás? Así, pueden convertirse en seres muy inseguros.
Patrón de evitación interpersonal
Esta consecuencia es frecuente cuando se ha recibido una total indiferencia por parte de los padres. Los niños, al expresar sus emociones y malestares, necesitan que los adultos a su cargo las vean y las validen.
Si los padres minimizan, menosprecian o ridiculizan lo que el hijo siente o necesita, este se repliega sobre sí mismo y aprende a ser independiente. Así, evitará mostrarse vulnerable ante otros, esconderá sus emociones y tenderá a huir.
Puede padecer miedo al compromiso y dificultades para establecer relaciones profundas y duraderas.
Dependencia emocional y necesidad de aprobación
El caso contrario sucede cuando el rechazo proviene de una posición ambivalente. Esto es que el padre o la madre eran afectuosos en ocasiones y hostiles en otras; a veces atendían y elogiaban al niño y otras veces lo criticaban o abandonaban.
De esta forma, el menor crece en una constante ansiedad por asegurarse el afecto y los cuidados que no sabe cuándo estarán disponibles. Al crecer, suelen convertirse en personas ansiosas, dependientes y complacientes.
Necesitan y buscan la aprobación externa y están dispuestos a todo con tal de no perder la compañía y el afecto de quienes les rodean. Al no sentirse merecedores y dignos de afecto por quienes son, se desviven por cumplir los deseos y expectativas de los demás.
Trastornos psicológicos
Por último, se ha demostrado que sufrir el rechazo de los padres aumenta de forma significativa el riesgo de padecer diferentes trastornos psicológicos. Existe una mayor propensión a desarrollar depresión, trastornos de la conducta alimentaria y problemas de ansiedad; en especial, fobia social.
Superar el rechazo de los padres para ser libres
Las secuelas del rechazo pueden acompañarnos de por vida si no hacemos nada al respecto. Por ello, ya de adultos, es fundamental que tengamos la valentía de mirar nuestras heridas, asumirlas y trabajarlas.
No es sencillo reconocer que un padre nos rechazó ni asumir que sentimos ira, odio o rencor por esto. Sin embargo, hemos de permitirnos expresarlo para poder liberarnos.
Del mismo modo, nos vemos ante la tarea de reconstruir nuestra autoestima, nuestra imagen y aprender a vincularnos de nuevo. Para llevar a cabo este proceso, el acompañamiento profesional es clave, pero los resultados pueden ser liberadores y satisfactorios.
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