Estilo de crianza autoritario: características y posibles efectos en los hijos

El estilo de crianza autoritario impone las normas de manera vertical de padres a hijos, sin diálogo ni consenso. Cariño y afecto se reducen, disminuyendo la confianza y la autonomía.
Estilo de crianza autoritario: características y posibles efectos en los hijos
Elena Sanz

Revisado y aprobado por la psicóloga Elena Sanz.

Escrito por Ana Núñez

Última actualización: 25 mayo, 2023

La familia es el primer y principal espacio de influencia en la formación de los hijos. El padre y la madre transmitirán valores, principios, tradiciones, pautas y roles en un todo complejo en el que participan los abuelos y los tíos. Asumir un estilo de crianza autoritario o permisivo supondrá ventajas y desventajas que valen la pena conocer.

En este artículo abordaremos las principales características del estilo autoritario. Algunas ideas preconcebidas nos hacen creer que a la hora de criar somos o no arbitrarios. Sin embargo, acaso lo más importante será saber cuándo serlo de manera efectiva y trascendente.

¿Qué es el estilo de crianza autoritario?

Educar supone actitudes y comportamientos de los padres en función de que los hijos alcancen determinados comportamientos. El estilo de crianza autoritario puede ser recíproco o represivo. El primero parte del establecimiento de límites consensuados; el segundo controla por la vía de la represión, el castigo e incluso la violencia.

Independientemente del cumplimiento o acatamiento de la autoridad, establece verticalidad y unidireccionalidad. Son normas o procedimientos que se ofrecen sin discusión y como frutos de una experiencia a toda prueba.

Este estilo desarrolla en los padres una actitud proclive a la irritación y a la severidad. También se refleja en personas que aparentan tener siempre el control y conocer de antemano los pros y contras. Compromete a los adultos y al conjunto familiar a la presión de una acechante insatisfacción.

Se caracteriza por lo siguiente:

  • Establecer normas rígidas de conducta.
  • Manifestar poca afectividad o no dar muestras de cariño.
  • No plantear opciones o solo las que ya se consideran aprobadas de antemano.
  • Enfocarse con obsesión en las conductas anómalas y recriminar de manera excesiva los malos comportamientos.
Padre severo con su hija.
La crianza autoritaria suele centrarse en lo que el hijo haría mal, según la visión de los padres.

¿Qué ventajas y desventajas ofrece el estilo de crianza autoritario?

En una sociedad basada en la competencia y con una tendencia a la relajación de herencias, valores y tradiciones, el estilo autoritario no represivo resulta una alternativa. Incluso como una forma de defensa y de seguridad frente a la inestabilidad y la avalancha descontrolada de cambios.

Ofrece una suerte de beneficios que se empecinan en la firmeza, la templanza, en la intención de hacer frente con principios inamovibles de cara a lo incierto. Otra ventaja deriva de su poca capacidad afectiva, propiciando relaciones planas, frías, oportunas en una sociedad que ha virtualizado y aun banalizado las personalidades y los papeles. Visto así, un estilo autoritario de crianza puede aportar determinados elementos positivos en el lábil mundo de las redes.

No obstante, muchas de sus desventajas provienen de la incomunicación y la falta de sentimientos. Además, tiende a generar inseguridad y restar iniciativa a los hijos; estos se sienten presionados ante la posibilidad de cometer un error.

Quienes crecieron con padres autoritarios son con frecuencia reservados, tienen baja autoestima y dificultades para trazarse metas. Suelen ser obedientes en presencia de la autoridad; sin ella, se inclinan por incurrir en faltas.

En general, obedecen de manera sumisa y ante las pruebas temen en exceso equivocarse. En ese sentido, es posible que en el fondo, padres e hijos solo escondan el miedo al fracaso.



Consecuencias de la autoridad en la crianza de los hijos

Los niños criados con autoridad recíproca y razonada obedecen responsablemente. Desarrollan autocontrol y disciplina. La autoridad se ejerce con el ejemplo. De hecho, los padres se presentan como modelos.

Consiste en el mutuo respeto y su tergiversación es el autoritarismo. Bien concebida, esta paternidad es un ejercicio de poder, que se manifiesta en dos vertientes: como poder de o capacidad y como poder sobre o dominio. Este último es el que prevalece en el estilo autoritario de crianza.

Le corresponde a los padres ejercer su voluntad en el sentido de capacitar, de fomentar en los hijos sus potencialidades y su poder de creación.

Padre es un modelo para su hijo.
Cuando los padres se presentan como modelos para sus hijos, es diferente el respeto que se consigue.


Sugerencias para mejorar el estilo de crianza

Con el cuidado que damos a nuestros hijos queremos que estos aprendan a resolver conflictos, que sepan manejar sus emociones, que tengan habilidades para relacionarse y adaptarse a diversas situaciones. Ser autoritarios o permisivos contribuye o coarta de distintas maneras el cumplimiento de esos objetivos.

El punto más negativo y cuestionado del estilo de crianza autoritario se encuentra en el castigo. Con esta práctica se intentan corregir conductas y comportamientos sin ofrecer espacio para el consenso. El resultado será una espiral de silencio y violencia que empeorará las cosas. Y que no tardará en retornar como un bumerán.

Por el contrario, la comunicación, el apoyo y el afecto están en la base de un estilo de crianza que respeta la persona y la integridad. A fin de cuentas, el reto de los padres es lograr que los hijos sean autónomos, que puedan llegar a resolver los desafíos de la vida por sus propios medios en un ambiente de franca y responsable cooperación.

La crianza es una escuela y de los errores se aprende. De un estilo autoritario sin cortapisas puede llegarse con consciencia y reflexión a uno que parta de la comprensión, el diálogo y el acuerdo.

Si hay normas claras que todos cumplen, existirá menos riesgo de incumplimientos graves. Y si los comportamientos y actitudes son observados con afecto, las desviaciones pueden ser enmendadas sin el ejercicio primario e irracional de la violencia.


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