Hafefobia: ¿cómo superar la fobia a ser tocado?
Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz
Todos podemos llegar a sentirnos incómodos cuando un desconocido nos abraza o cuando los otros invaden nuestro espacio vital. Generalmente, existe una distancia interpersonal adecuada en función del tipo de vínculo que mantenemos con los otros y de no ser respetada, podemos sentirnos abrumados.
Sin embargo, para quienes padecen hafefobia un simple apretón de manos o el beso de un ser querido son fuente de un intenso malestar.
La hafefobia se caracteriza por un miedo irracional y patológico a tocar a los demás o ser tocado por ellos. La ansiedad que desencadena el contacto físico es tal que la persona puede llegar a aislarse casi completamente con el fin de evitar ese tipo de situaciones. Dado que los humanos somos seres sociales, esta fobia puede interferir seriamente en el día a día del individuo.
¿Cuáles son los síntomas relacionados?
La hafefobia se ubica dentro de la categoría de las fobias específicas, por lo que sus síntomas son compartidos con el resto de ellas. Los principales son los siguientes:
- Miedo intenso y desproporcionado a tocar a otras personas o a que estas nos toquen
- La exposición a la situación temida (en este caso, el contacto físico) desencadena una fuerte reacción de ansiedad
- Probablemente el individuo es consciente de que su miedo es irracional, pero no puede controlarlo
- Se evitan a toda costa las situaciones que impliquen contacto físico con otros y, de no ser posible, se soportan a costa de un enorme malestar.
- El trastorno se prolonga en el tiempo y genera una interferencia en la vida diaria de la persona (a nivel personal, social, laboral…).
- Ante la idea del contacto físico con otras personas aparecen síntomas fisiológicos tales como taquicardia, sudoración, sensación de ahogo o tensión muscular. También es probable que existan pensamientos y creencias irracionales acerca de lo peligroso del contacto.
Causas y orígenes
Aún no se ha establecido plenamente la causa de la hafefobia y es probable que en su origen confluyan diversos factores. Puede que exista un cierto componente biológico relacionado con miedos ancestrales heredados de nuestros antepasados.
Generalmente, las fobias específicas se adquieren tras experimentar eventos traumáticos relacionados bien en primera persona o siendo testigos de cómo otros experimentan las consecuencias negativas de lo que, posteriormente, genera temor.
Así, por ejemplo, haber sufrido abusos sexuales en la infancia puede conducir a padecer hafefobia. Igualmente, conocer que algunas personas se han contagiado de un virus al entrar en contacto con otras puede desencadenar este miedo extremo a ser tocado por los demás.
Factores de riesgo
No todas las personas reaccionamos igual ante los mismos eventos. Por ende, lo que para una persona puede ser el origen de la hafefobia no causará mayor impacto en otra. Aún así, hay varios factores que aumentan el riesgo de desarrollar este trastorno:
- Presentar antecedentes familiares de hafefobia u otros trastornos de ansiedad. En primer lugar, por el posible componente genético heredado, pero también por haber crecido observando a personas cercanas reaccionar con temor ante dichas situaciones.
- Tener un temperamento inhibido y una personalidad neurótica o ansiosa.
- Ser mujer duplica el riesgo de padecer una fobia situacional como esta.
- Padecer otros trastornos psicológicos como fobia a los gérmenes, miedo a las multitudes o ansiedad social.
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¿Cómo se diagnostica?
El diagnóstico de la hafefobia se realiza en base al cumplimiento de los criterios establecidos. Es decir, un psicólogo o psiquiatra debe evaluar los síntomas (pensamientos, emociones, sensaciones y conductas) que la persona muestra ante el contacto social.
Esto puede hacerse mediante una entrevista clínica, autorregistros o el uso de algunos tests y pruebas apropiados. Esta información no solo ayudará a identificar la hafefobia, sino también a establecer el plan de tratamiento individualizado más adecuado.
Cómo se puede superar
Afortunadamente, las fobias específicas responden muy bien a los tratamientos cognitivo-conductuales. Estos están basados, principalmente, en tres objetivos:
- Dotar a la persona de estrategias para regular o reducir su nivel de ansiedad. Las técnicas de relajación y la desensibilización sistemática son las opciones más empleadas.
- Identificar los pensamientos irracionales que se hayan en la base del miedo y ayudar al paciente a reevaluarlos. Es decir, se cuestiona su veracidad y se sustituyen por otros más funcionales y ajustados a la realidad.
- Lograr que la persona se exponga gradualmente a aquellas situaciones que teme. Al terminar con la evitación, se comprueba que realmente el estímulo es inocuo y se van reduciendo los niveles de ansiedad asociados.
Otras alternativas como el mindfulness o la terapia de aceptación y compromiso también muestran buenos resultados. Además, en ocasiones es posible que sea recomendable el uso de fármacos para apoyar la intervención psicológica.
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La haterofobia afecta la vida cotidiana
Algunas fobias no generan un gran problema en la vida cotidiana, ya que resulta sencillo evitar los estímulos temidos. Pero, en este caso, la hafefobia puede limitar la vida a nivel personal, social, laboral y afectivo y causar un gran malestar.
Por esto y por los buenos resultados obtenidos con la psicoterapia, es muy recomendable buscar ayuda profesional. Sin dudas, es la mejor opción para ganar calidad de vida.
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