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Por qué no rompemos cuando la relación ya no funciona

4 minutos
Forzar algo que no da para más, puede llegar a afectarnos de una manera significativa. ¿Por qué no rompemos cuando la relación ya no funciona? Conoce los motivos y aprende a reconocer los factores que indican que lo mejor es decir adiós.
Por qué no rompemos cuando la relación ya no funciona
Bernardo Peña

Escrito y verificado por el psicólogo Bernardo Peña

Escrito por Bernardo Peña
Última actualización: 14 octubre, 2024

Cuando todo indica que la unión en pareja llegó a su final, terminar es la única decisión que parece lógica y correcta. Entonces, ¿por qué no rompemos cuando la relación ya no funciona? ¿Qué nos hace seguir aferrados a algo que no tiene solución? Lo has intentado todo, pero ya nada es igual y no parece volver a serlo nunca.

Sin embargo, sigues ahí. Muchas veces, somos incapaces de tomar la complicada decisión de terminar de manera oficial una relación que ya está de plano acabada. Sobre todo, cuando ha sido una historia duradera en la que ha existido amor sincero. A continuación, te contamos cuál es la razón de que esto suceda.

¿Qué nos hace seguir en una relación que ya no funciona?

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Decir adiós y continuar la vida es la salida más sana, pero, en ocasiones, intentamos convencernos a nosotros mismos de que es algo circunstancial o acostumbrarnos a convivir con un problema que en un principio no existía.

Muchas personas pueden estar rodeándonos y viendo claramente que, en nuestro caso, lo mejor es finalizar la unión de pareja. No obstante, esta no es una decisión tan fácil ¿Por qué no rompemos cuando la relación ya no funciona? Existen diversas causas:

  • Hijos de por medio.
  • Culpa ante el fracaso.
  • Terror a lo desconocido.
  • Miedo a la confrontación.
  • Negación a perder lo invertido.
  • Preocupación por el juicio social.
  • Incertidumbre y expectativas aprensivas.
  • Falta de amor propio y temor a la soledad.
  • Temor a la pérdida y a la tristeza que puede causar.
  • En un vínculo deteriorado no se distingue entre la necesidad de poner fin y la posibilidad de arreglarlo.
  • Pensamientos irracionales, como el hecho de que te quedarás solo para siempre, nadie más te querrá, etcétera.

Cualquier ruptura implica una pérdida y es innegable que a todos nos causa dolor porque requiere darle un giro al volante y tomar un ritmo distinto. Uno de nuestros mayores miedos es el de arriesgarnos, pues hemos vivido una rutina durante mucho tiempo y fracturarla cuesta.

A veces, permanecemos con la otra persona por problemas de autoestima. “No importa que no me quiera, yo lo quiero y algún día él volverá a sentir lo mismo por mí”, se suele pensar. La ilusión de que algo puede llegar a ser diferente hace, incluso, que se tracen frustrantes planes de reconquista en los que se revela una fuerte falta de amor propio.

La aversión a la pérdida

Una de las razones para explicar porqué no rompemos cuando la relación ya no funciona es “la aversión a la pérdida” o la dificultad para dejar ir lo invertido. El insistente pensamiento de que hemos apostado mucho nos limita a tomar la decisión de abandonar la lucha.

También influye el entorno social que nos rodea. El «qué dirán» es poderoso. No solo tememos a fracasar, sino a que el resto lo vea. De esta manera, mantener las apariencias de una vida feliz y perfecta, en ocasiones, nos encadena.

Otra causa es la existencia de hijos y el temor a que con la ruptura les hagamos daño. Este factor puede hacer que un matrimonio viva por años sin tener intimidad y en un ambiente hostil que, irónicamente, tampoco le hace bien a los hijos.

Señales de que se acabó

Una relación no funciona cuando alguno de los dos, o ambos, pierde la motivación de continuar. A veces, nos embarga la duda, pero existen señales innegables, como las de la siguiente lista, de que la conexión tiene fecha de caducidad.

  • Desconfianza.
  • Falta de interés.
  • Ambiente hostil.
  • Ausencia de comunicación.
  • El sexo no es satisfactorio o no existe.
  • Se está mejor lejos de esa persona que en su presencia.
  • No aporta nada positivo o nos impide llevar a cabo tus planes de futuro.

Merecemos ser felices y, ante estas señales, es evidente que no lo somos y que hay algo que debemos cambiar. Por eso, cuando las identificamos, lo mejor es tomarlo como una oportunidad para aprender a caminar por sí mismo.

Ya sea porque su tiempo ya pasó o porque su continuidad terminaría siendo destructiva, hay momentos en los que la realidad dicta que pongamos fin a algo. Dejar ir, perdonar si es necesario, y seguir adelante es lo más importante para continuar con una vida sana.

Si no sabemos cómo manejar esta situación, lo más sensato es pedir ayuda profesional. ¿Por qué no rompemos cuando la relación ya no funciona? Por costumbre, por miedo a perder, por el entorno social. Como ves, existen muchos factores para que esto suceda.

De cualquier forma, podemos enmascararlo o acostumbrarnos a las grietas, pero, en el fondo, sabemos que lo más sano es decir adiós. No es muy romántico, pero sí más fácil, comprender las razones del cerebro que las del corazón.


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