Cómo reacciona tu cerebro cuando dejas de tomar azúcar
Escrito y verificado por la psicóloga Raquel Aldana
Somos seres realmente fascinantes. Contamos con una mente privilegiada que es capaz de realizar operaciones realmente complejas, aunque nosotros las veamos de manera simplificada por el hecho de repetirlas todos los días. Sin embargo, podemos desarollar adicciones. Hoy hablaremos de la adicción al azúcar.
Los pensamientos, las emociones y los sentimientos se aglutinan y conforman nuestro propio caos en una especie de nube a la que solamente nosotros tenemos acceso.
Sin embargo, pese a la percepción de inmaterialidad que tenemos acerca de la mente, esta funciona gracias a que detrás hay una compleja estructura física que la sostiene: nuestro cerebro.
El funcionamiento de este órgano depende de la cantidad y del tipo de nutrientes que le llegan. Pues bien, en este artículo os vamos a hablar de cómo le afecta a nuestro cerebro que reduzcamos o suspendamos el consumo de azúcar.
En cierto modo, es prácticamente imposible eliminar el consumo de azúcar pues, en mayor o menor cantidad, forma parte de muchos alimentos que conforman nuestra dieta base, ya sea con objeto de conservarlos mejor o de obtener un sabor más atractivo.
Ver también: ¿Qué es peor para nuestra salud? ¿La grasa o el azúcar?
El azúcar como sustancia adictiva
Cada vez conocemos más acerca de cómo se comporta nuestro cerebro, especialmente en aquellos campos en los que el conocimiento puede tener una clara aplicación práctica. Así, uno de los terrenos en los que hemos avanzado más es en el de las adicciones.
Se sabe que el azúcar actúa activando los mismos circuitos neuronales que otras sustancias nocivas, las cuales encajan más en el prototipo social de droga. De hecho, las personas que se han planteado conscientemente desterrar al azúcar de sus vidas relatan que al principio es una experiencia costosa.
Por un lado, se encuentran con que muchos de los alimentos que comen habitualmente ahora se salen de lo que han decidido permitirse. Además, la lista de alimentos prohibidos es más grande de lo que podían sospechar en un principio.
Muchas elaboraciones que podrían prescindir del azúcar no lo hacen, ya que la conciencia social sobre el peligro del abuso de esta sustancia es nula. Esto ocasiona que cuando leemos en la lista de ingredientes de un alimento la palabra “azúcares” no activemos ningún tipo de señal de alarma.
De esta manera, los fabricantes lo añaden sin restricción, ya que hace más atractivo el sabor a un coste que se pueden permitir. Dicho de otra manera, tienen muchos motivos para añadirlo a la mezcla y ninguno para quitarla.
Otra dificultad que presenta el hecho de prescindir de azúcar es que es un ingrediente y no un alimento en sí. Es decir, puede hacer que tengamos que renunciar, por ejemplo, a ese café de media mañana que tanto nos apetece tomarnos porque sin el componente mágico ya no nos gusta.
Finalmente, dejando a un lado la dificultad de rehacer casi por completo la lista de la compra, las personas que han decidido seguir una dieta sin azúcar tienen la sensación de que su cuerpo empieza a protestar porque le falta “su droga”. Ocurre lo que con otras drogas llamamos síndrome de abstinencia.
Para aliviarlo, la tendencia que experimentan es la de aumentar la proporción de carbohidratos que ingieren, intentando paliar de alguna manera la pérdida calórica que les supone la renuncia.
El mayor número de estudios en este sentido se ha realizado con ratas. La construcción típica de estos experimentos suele seguir el protocolo de facilitación-privación. Es decir, durante unos días se les suministra una solución azucarada y, posteriormente, se les retira.
En el periodo de retirada los investigadores observaron en las ratas diferentes síntomas físicos: temblores en las patas, sacudidas de cabeza o castañeo de dientes. Además, a nivel motor se observó un descenso de movilidad significativo.
¿Qué hace el azúcar en nuestro cerebro?
La respuesta es clara: en el instante en que lo consumimos nos produce placer. Ese café endulzado, ese trocito de chocolate o esa tarta de manzana producen que nuestro núcleo accumbens comience a liberar dopamina en grandes dosis.
Nos dice: “Qué rico está esto”, a la vez que crea un recuerdo intenso de la sensación obtenida. Como consecuencia, hace que tengamos más ganas de repetir la experiencia cuando nos acercamos a ese tipo de alimentos.
Como comentábamos, el azúcar produce abstinencia, tal y como sucede con otras drogas. Es decir, hace que liberemos una cantidad de dopamina mayor a la que luego recogen los receptores.
Esto ocasiona que la dopamina se quede en los espacios interneuronales, aumentando la línea base y haciendo que se necesite una cantidad de dopamina cada vez mayor para conseguir el mismo efecto.
Hay estudios que confirman que la cantidad de azúcar que ingerimos como media a diario es 10 veces superior a lo saludable.
Te recomendamos leer: 8 cosas que puedes hacer para mantener tu cerebro en forma
¿Qué ganamos cuando reducimos el consumo de azúcar?
Disminuye la acumulación de grasa
El descenso del consumo de azúcar hace que acostumbremos a nuestro cuerpo a obtener energía de otras fuentes, como la grasa. Al utilizarla vamos a evitar que se acumule.
Haces más fuerte a tu sistema circulatorio
Los estudios nos dicen que el exceso de azúcar aumenta el riesgo de padecer una enfermedad cardíaca.
Llega antes la sensación de saciedad
El descenso del consumo de azúcar hace que se ingieran alimentos que tiene un mayor poder saciante y que, en proporción, son menos calóricos.
Te proteges del cáncer
Hay estudios que destacan que los azúcares en el intestino favorecen la formación de una hormona endocrina llamada péptido inhibidor gástrico (GIP). Dicha hormona eleva los niveles de insulina que se liberan en el páncreas, por lo que aumenta la posibilidad de formación de células cancerosas.
Cuidas tu salud hepática
Un exceso de los diferentes azúcares, como la fructuosa y la glucosa, puede tener un efecto tóxico en el hígado, incluso parecido al que provoca el alcohol.
Tu atención, tu memoria y tu capacidad de reacción vuelven a su ser
El azúcar ralentiza nuestro rendimiento cognitivo y deteriora nuestras capacidades psicológicas.
La velocidad de envejecimiento de nuestro sistema nervioso disminuye
A este sistema le encanta el azúcar, por lo que si no lo alimentamos en exceso su crecimiento será más paulatino. Además, lo acostumbraremos a funcionar al mismo rendimiento con menos recursos que consumir.
Vivir “sin” o “con menos” azúcar no es algo sencillo. Si lo intentamos nuestro cuerpo va a protestar; pero, si persistimos, a la larga experimentaremos todos los beneficios que tiene el hecho de llevar una vida con un nivel de azúcar controlado. Visto así, la verdad es que muchos dulces sí que amargan.
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