5 consejos para poner límites a un hijo adolescente
Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz
La adolescencia siempre se ha considerado una de las etapas más difíciles en cuanto a la crianza de los menores. De hecho, poner límites a un hijo adolescente resulta más complejo que guiar la conducta de un niño; sin embargo, los jóvenes precisan de estas normas más que nunca.
Con la pubertad comienzan una serie de cambios a nivel físico, cognitivo, emocional y social que pueden ser difíciles de afrontar para los adolescentes. La rebeldía, la búsqueda de la propia identidad y el distanciamiento de los padres son factores comunes que pueden complicarles a estos últimos su labor educativa.
En esta etapa cambiante e incierta, contar con la orientación y la supervisión de los progenitores resulta fundamental. Sin embargo, no siempre es sencillo aplicar estas directrices en el hogar y lograr que se cumplan; por ello, queremos mostrarte algunos consejos que pueden ayudarte.
Normas claras y directas
Las generalidades y las ambigüedades no sirven cuando buscas un cambio de conducta en tus hijos. Es importante que les ofrezcas directrices sencillas y claras que no dejen dudas respecto a lo que se espera de ellos. Así, evita frases como: «pórtate bien» y en su lugar expón propuestas directas como: «vuelve a casa a tu hora» o «habla con respeto y sin gritar».
Del mismo modo, es preferible que emitas las normas en positivo y recalques la conducta deseable en lugar de reprochar aquella que no deseas que se repita. Por ejemplo, en lugar de decir: «no lo dejes todo tirado», opta por: «deja tu habitación recogida antes de salir».
Disciplina consistente
Por naturaleza, muchos jóvenes pueden sentir el impulso de desafiar la autoridad y evitar cumplir las normas siempre que les sea posible. Esto no es patológico: forma parte del proceso de desarrollo y maduración.
Sin embargo, diferentes estudios demuestran que es importante que la disciplina en el hogar sea firme y consistente si quieres lograr que tus hijos internalicen las pautas educativas.
Así, ambos padres han de trabajar como un equipo y formar un frente unido a la hora de hacer cumplir las normas. Pero, además, es necesario que los límites sean siempre los mismos y no varíen en función de la insistencia del adolescente o del agotamiento de los adultos. De nada sirve marcar pautas si vas a ceder a la presión de los jóvenes y a aplicarlas de forma arbitraria e inconsistente.
Consecuencias naturales y coherentes
Poner límites a un hijo adolescente no significa entrar en una lucha de poder, tratar de controlarlo y exigirle obediencia o demostrar quién está al mando. El objetivo principal es protegerlo, guiarlo y aportarle herramientas que le ayuden a enfrentarse a la vida. Así, lo más natural y positivo es educar mediante consecuencias y no a través de castigos.
Esto implica que las repercusiones de las malas conductas del joven han de ser proporcionales a sus actos y estar relacionadas con el hecho ocurrido. Por ejemplo, si ha excedido sus horas de uso del teléfono móvil, no tendría mucho sentido castigarlo sin salir; sería más apropiado limitar el uso de este dispositivo en los días venideros.
Diálogo y flexibilidad
Un aspecto importante a tener en cuenta es el hecho de que todas las normas que se establezcan en el hogar han de ser conocidas por los hijos desde el inicio. Ellos deben saber cuáles son las directrices y cuáles serán las consecuencias si las incumplen.
Además, resulta muy positivo hacerles partícipes en la elección de las normas y las consecuencias. De este modo, es más probable que se impliquen y se comprometan a seguirlas.
Por otra parte, los límites no tienen que ser excesivamente rígidos e inamovibles. A medida que el menor crece, demuestra madurez y se gana la confianza paterna es posible ir ampliando privilegios. Negociar con los hijos reduce la aparición de conflictos y contribuye a crear unas relaciones familiares más estrechas y armoniosas. Por ello, si tu hijo tiene una petición, escucha sus argumentos y tenlos en cuenta.
Deja las emociones fuera de la ecuación
Una de las principales ventajas a la hora de poner límites a un hijo adolescente es que se desvanece la necesidad de estar entrando en constantes luchas y conflictos. El menor no tiene que pedir e insistir cada vez que quiere algo y los padres no tienen que recordarle constantemente sus obligaciones y amenazarle para que las cumpla. Todos en la familia conocen las normas y las consecuencias, y estas guían la dinámica diaria.
Por ello, cuando tu hijo se comporte de forma inadecuada, evita gritarle, recriminarle, culparle o retirarle tu afecto. Simplemente asegúrate de cumplir las consecuencias anteriormente pactadas.
No es necesario que te enfades, que levantes la voz o que cambies tu actitud con tu hijo. Los límites que habéis marcado ya están educando, no utilices el afecto o las emociones para tratar de controlar su comportamiento.
Importancia de poner límites a los hijos en la adolescencia
Tu hijo nunca lo reconocerá, pero los límites que le marcas le son de gran ayuda. En primer lugar porque con ellos le demuestras interés por su bienestar, y le haces sentir atendido y protegido. Y, en segundo lugar, porque le ofreces una guía a seguir, un modelo de comportamiento y una pauta para tomar buenas decisiones.
Los jóvenes que crecen con límites claros y coherentes se convierten en personas maduras, emocionalmente sanas y responsables. Son capaces de tolerar la frustración y son menos proclives al fracaso escolar. Además, son más autónomos y resolutivos, y están más preparados para enfrentarse a la vida adulta.
Por todo lo anterior, no dudes en establecer normas en el hogar. El grado de control y supervisión ya no será el mismo que cuando tus hijos eran pequeños y su respuesta a las normas puede que tampoco sea la misma. No obstante, cada vez que tengas que aplicar un límite, recuerda que estás contribuyendo de forma muy positiva a su presente y a su futuro.
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