Abreacción: ¿en qué consiste?
Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales
Muchas veces, una situación nos impacta de tal manera que nos quedamos sin recursos para afrontarla. Se convierte en una experiencia dolorosa y desagradable que parece mejor si la ocultamos. La abreacción es el camino para vehiculizar una respuesta adaptativa y favorable que permita afrontar dicho episodio.
Ocultar bajo la alfombra no implica que el hecho no esté allí y que en cualquier momento pueda hacerse presente. Veamos más en detalle.
¿Qué es la abreacción?
Según los Diccionarios de psicoanálisis, la abreacción se refiere a la aparición en el campo de la consciencia de un afecto hasta entonces reprimido. Se refiere a la descarga de una emoción asociada a un trauma que fue reprimida.
El sujeto, al atravesar una experiencia dolorosa o traumática, no fue capaz de expresarla y procesarla en su momento. Como mecanismo de defensa, la reprimió.
De lo que se ocupa la abreacción es de ofrecer la posibilidad de liberar dicho estado emocional y hacerlo consciente y accesible para que se trabaje sobre él. Puede presentarse de manera espontánea o guiada.
En el primer caso, surge por asociación con algún estímulo o recuerdo que dispara el hecho traumático. Por ejemplo, un olor que nos lleva a la escena en que encontramos a nuestra mascota sin vida y que anulamos por completo.
Sin embargo, esto mismo es lo que libera al recuerdo de un efecto perjudicial. Si tuviéramos que explicarlo de manera corriente, diríamos que es una expresión a tiempo. El recuerdo es liberado de esa carga nociva.
Sin embargo, también puede ser guiada y se da en el marco de la psicoterapia. El terapeuta facilita que el afecto se una al recuerdo, buscando que el paciente pueda reconstruir el suceso completo y aportando recursos que le permitan afrontarlo.
Origen del concepto de abreacción
La abreacción es un término que viene de la mano de Sigmund Freud y Joseph Breuer, promotores del psicoanálisis. Según el Diccionario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis, se trata de un neologismo conformado por el prefijo «ab» y la palabra «reacción», que dan la idea de separación y distancia.
Una persona, luego de atravesar un trauma, puede bloquear la emoción que le suscita y dejarla oculta. Ello provoca que el evento traumático no se procese, por lo que el paciente queda preso del mismo. Posicionarse frente a un episodio doloroso y resignificarlo nos deja aceptar que existió. Entonces es posible trabajar esa emoción y controlarla.
La importancia de expresar las emociones
Abreacción, catarsis, gestión emocional, expresarse. Como queramos llamarle. Desde Freud hasta los pensadores actuales se insiste en la necesidad humana de ponerle un nombre al malestar que nos aqueja y trabajar sobre él.
Las emociones son las señales que tenemos para identificar que algo nos resulta agradable o desagradable. Obviarlas no impide que el suceso ocurra o que la situación nos afecta, sino todo lo contrario. El acontecimiento ya está ahí y como seamos capaces de pararnos frente a él determinará el modo en que lo transitemos y vivamos.
Silenciar las emociones y no reconocerlas, no evita que existan. Se convierten en una traba para el bienestar, afectando nuestro funcionamiento cotidiano.
Freud y Breuer coincidían en este sentido. Todas aquellas representaciones que fueron separadas del curso normal del pensamiento y que se mantienen en estado inconsciente, se vuelven patógenas y se encuentran en la raíz de los síntomas neuróticos. De allí que sea necesario intervenir con técnicas y acompañar al paciente a descubrir qué es aquello tan doloroso que está reprimido.
Ambos pensadores identificaron que algunas de las causas que impiden que la persona reaccione son las siguientes:
- El estado psíquico en que se encontraba.
- Causas sociales: es decir, circunstancias o restricciones que impiden que el sujeto se manifieste y exprese.
- Por último, puede ser una decisión de olvidar dicho recuerdo, buscando suprimirlo y alejarlo de su pensamiento.
Abreacción: reconstruir para no quedar atrapados
Es cierto que determinadas vivencias resultan tan impactantes, que preferiríamos olvidarnos de ellas, resetear nuestra mente y hacer de cuenta que no pasó nada. A corto plazo, esa parece la salida más conveniente.
Sin embargo, a largo plazo es una medida que nos deja en un equilibrio precario, a merced del recuerdo, de cualquier imprevisto que pueda poner en jaque ese castillo de arena.
Lo doloroso puede convertirse en fuente de resiliencia si somos capaces de enfrentarnos a ello. La psicoterapia puede ser una fuente de ayuda, en la que la conjunción de la guía profesional y de los recursos personales nos allane el camino hacia el bienestar.
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