¿Qué es una actigrafía y para qué se realiza?
Escrito y verificado por el médico Leonardo Biolatto
La actigrafía es una prueba que se emplea para evaluar cómo es el sueño de una persona. Es decir, ayuda a estimar cuánto dura el descanso y cómo son los patrones del mismo. Es un examen útil en adultos, sencillo de realizar y cada vez más al alcance de la población general.
El sueño es un aspecto fundamental para la vida. Permite restablecer las funciones físicas y psicológicas esenciales para mantener un rendimiento adecuado. Sin embargo, se ve afectado por numerosos factores.
Existen muchas herramientas para poder estudiar el sueño y diagnosticar condiciones que influyan negativamente sobre el mismo. En este artículo te explicamos en qué consiste la actigrafía, cuándo está indicada y cuál es su utilidad.
¿En qué consiste la actigrafía?
La actigrafía es una prueba que se emplea en las unidades de estudio del sueño. Permite estimar la duración habitual del descanso.
Por eso, puede servir para entender cómo son los patrones de sueño en una persona. Para realizarla se emplea un dispositivo llamado actígrafo. Es un aparato pequeño, similar a un reloj de pulsera, que se coloca en la muñeca o en el tobillo. De hecho, en algunos casos puede incorporarse a un reloj.
El actígrafo es muy fácil de llevar; casi parece un accesorio. En la actualidad existen algunos tipos que pueden integrarse en la ropa o en la propia cama.
La actigrafía permite que el médico obtenga más información sobre el descanso del paciente. Sobre todo porque el registro del sueño es algo complejo de realizar y las personas no saben dar información veraz y fiable sobre cómo duermen en realidad.
¿Para qué se realiza una actigrafía?
La actigrafía se comenzó a usar en la década de 1950. En ese momento se empleaba para evaluar los trastornos psicológicos en los niños, con sensores mecánicos. A día de hoy su principal indicación es estudiar el sueño en los adultos.
En primer lugar, la actigrafía se puede recomendar en personas que tienen insomnio. También se utiliza para estudiar a pacientes con trastornos del ritmo circadiano o con el síndrome de piernas inquietas. De hecho, puede servir para evaluar la respuesta al tratamiento de los mismos.
Según explica una publicación de la Sociedad Española del Sueño, la actigrafía ayuda a examinar a pacientes con hipersomnia. La hipersomnia es un trastorno que consiste en dormir muchas horas durante el día y, aún así, tener una sensación constante de cansancio.
Esta prueba se prescribe a veces como complemento diagnóstico de pacientes con síndrome de apnea-hipopnea. El actígrafo se combina con la poligrafía respiratoria para ver el tiempo total de sueño.
De todos modos, la actigrafía tiene una eficacia limitada en ancianos y niños. No obstante, en las personas mayores puede servir para evitar que acudan a una unidad del sueño.
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¿Cómo funciona un actígrafo?
El actígrafo es un dispositivo pequeño que se coloca en una extremidad. Este aparato registra los movimientos de la muñeca o el tobillo. Para ello utiliza un acelerómetro sensible. A través de un algoritmo computarizado se pueden estimar los parámetros en función de cómo se haya movido la extremidad.
Según explican desde la Clínica Somno, algunos actígrafos tienen sensores de luz. Gracias a ellos también se puede cuantificar cómo ha sido la exposición a la luminosidad durante la noche. Esto es muy importante en aquellas personas que presenten trastornos circadianos. La razón es que dichos trastornos están muy influenciados por la exposición a la luz.
Los actígrafos se mantienen durante semanas o meses. Así se registran los datos de sueño durante las 24 horas del día, en un periodo de tiempo prolongado.
La mayor parte de los actígrafos no permiten detectar cómo son las etapas del sueño como tal. Sin embargo, sí son útiles para comprobar si hay interrupciones, la cantidad de despertares y las horas totales de descanso.
Aún así, el sueño y el descanso van más allá de que una persona esté quieta. Es decir, alguien puede estar sin moverse y el actígrafo interpretar que está dormida, cuando no es la realidad.
No obstante, los dispositivos que se utilizan incorporan cada vez nuevos parámetros para aumentar la fiabilidad de la prueba. Además, la actigrafía se puede combinar con otras pruebas, como la polisomnografía.
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Condiciones que se pueden identificar con la actigrafía
La actigrafía puede servir para identificar numerosos problemas del sueño. En primer lugar, permite avanzar en el diagnóstico de los trastornos del ritmo circadiano e insomnio.
Una de las utilidades es respecto al retraso de la fase del sueño. Consiste en que la persona tiene dificultad para dormirse a una hora temprana y suele acostarse en la madrugada.
También sirve para el síndrome de la fase avanzada del sueño. Ocurre lo contrario a lo anterior. La actigrafía permite detectar trastornos como el jet lag o el trastorno por turnos de trabajo.
Por último, la actigrafía podría ser útil en el sonambulismo y en el síndrome de las piernas inquietas. Esta última es una patología que consiste en una necesidad imperiosa de mover las piernas porque se siente una molestia constante en ellas.
Limitaciones y factores de error
La actigrafía tiene una serie de limitaciones importantes. Como hemos señalado, su mecanismo se basa en registrar el movimiento de la extremidad en la que se coloca el aparato. En función de si hay mucho movimiento o no, el dispositivo supone que se está durmiendo o despierto.
Por eso, si una persona se quita el actígrafo o permanece muy quieta puede simular su descanso. Además, tal y como señala un estudio publicado en la revista Chest, los dispositivos suelen tener una memoria limitada. De ahí que sea necesario descargar la información periódicamente.
Para que no haya fallos en la interpretación, se recomienda seguir un diario de sueño. No obstante, es cierto que la tecnología de los actígrafos avanza rápido. Por eso son cada vez más útiles como método diagnóstico.
La actigrafía es útil en combinación con otros métodos
La actigrafía sirve para estimar la duración del sueño. Es una prueba sencilla, inocua y poco molesta para el paciente. Sin embargo, no permite calcular la latencia ni el sueño diurno. Está indicada en los trastornos del ritmo circadiano y como complemento de los trastornos respiratorios del sueño.
Además, también sirve en el contexto de la depresión y la demencia. No obstante, los médicos recomiendan emplearla siempre en combinación con otras técnicas. Por ejemplo, la polisomnografía, los diarios del sueño y la propia historia clínica.
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