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Adultos que nunca han tenido pareja, ¿es normal?

5 minutos
La ausencia de pareja puede ser una decisión personal, pero también una consecuencia de ciertas limitaciones que conviene abordar. Exploramos la realidad de quienes nunca han tenido una relación.
Adultos que nunca han tenido pareja, ¿es normal?
Elena Sanz

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz

Última actualización: 25 mayo, 2023

Aunque esta tendencia cambia lento, lo cierto es que aún a día de hoy, tener pareja es lo normativo y lo socialmente aceptado. Crecemos con la creencia bien arraigada de que, llegados a la edad adulta, debemos compartir nuestra vida con otra persona. Y asimilamos el estado de soltería con un fracaso personal. Por esto, quienes nunca han tenido pareja pueden sentirse mal y recibir importantes críticas.

Aunque es una realidad que quienes lo viven tratan de ocultarlo, lo cierto es que afecta a más personas de las que pensamos. Numerosos adultos nunca han tenido una relación romántica formal y otros tampoco han experimentado las relaciones sexuales.

En ocasiones, esto puede ser debido a determinadas limitaciones que conviene abordar. Pero en otros casos puede tratarse de mera elección.

Entonces, a la hora de considerar si esto es “normal”, no podemos precipitarnos a realizar juicios de valor. Es crucial entender el contexto y las circunstancias de cada persona para determinarlo.

Adultos que nunca han tenido pareja: una opción personal

Lo esperable es que una persona que supera la veintena ya haya experimentado sus primeras relaciones sexo-afectivas. Esta es la norma y es la realidad para la mayoría de las personas. También es la dirección en la que el entorno y la sociedad presionan.

A pesar de esto, no se trata de una obligación, una necesidad o un estado óptimo. Quienes nunca han tenido pareja no son inferiores ni defectuosos; no habrían de ser juzgados ni rechazados. Es que, si bien es cierto que la vida en pareja puede ser enriquecedora y positiva, no menos real es que la soltería también aporta múltiples ventajas.

Hay quien escoge este estado debido a la libertad que otorga y a la posibilidad de autoconocimiento que ofrece. Una persona soltera puede dedicar más tiempo y energía a conectar consigo misma, a cuidarse y a nutrirse a nivel personal. Puede viajar, tomar decisiones y disponer de su tiempo sin la responsabilidad de compartir con alguien.

Para muchos, esta es una opción de vida ideal. En este caso, no podemos hablar de que exista ningún problema y no hay necesidad de que estas personas se adapten forzosamente a la norma.

El camino es personal.

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Algunos estilos de vida no cuadran con una vida en pareja, por lo que la decisión de la soltería se toma a consciencia, para privilegiar otros aspectos.

Orientaciones sexuales y románticas

En la línea de lo anterior, conviene contemplar que hay personas que simplemente no sienten ningún interés por el sexo o por los vínculos amorosos. Se estima que cerca del 1 % de la población se identifica como asexual (no siente atracción sexual ni deseo de tener relaciones físicas con otros).

Del mismo modo, hay quienes tienen una orientación arromántica. Es decir, no están interesados en tener una relación de pareja.

Esto es lícito y no constituye un problema que haya que tratar. En estos casos, es posible que la persona adulta nunca haya tenido pareja.

Limitaciones o dificultades personales

Ahora bien, no siempre se trata de una mera elección. Muchos de los adultos que nunca han tenido pareja sufren por ello o desearían que su situación fuera diferente.

Puede que quieran encontrar a alguien con quien compartir su vida y no lo logren por diversos factores. Es aquí cuando conviene intervenir.

Esto se puede deber a ciertas dificultades o limitaciones personales. Estas características complican la tarea de conocer a otros, generar intimidad con ellos y vincularse sanamente:

  • Habilidades sociales deficitarias.
  • Timidez extrema.
  • Inseguridad.
  • Fobia social.

También puede ocurrir que existan miedos no abordados o heridas abiertas que impidan concretar una vida en pareja. El miedo al abandono, al rechazo o al sufrimiento pueden llevar a una persona a boicotear sus posibilidades de establecerse en pareja o llevarla a desistir sin siquiera intentarlo. Quienes poseen un apego inseguro (tanto ambivalente como ansioso) son más susceptibles a ello.

También conviene revisar las creencias nucleares de la persona, a fin de identificar aquellas que están jugando en contra:

  • Si la persona, a lo largo de su vida, ha observado modelos de relaciones disfuncionales, en las que la violencia o la indiferencia eran el día a día, esto la llevará a tener una visión muy negativa del amor y de la situación de estar en pareja.
  • Tener unas expectativas poco realistas y una escasa flexibilidad cognitiva. Estar imbuido de la idea del amor romántico y no ser capaz de considerar que una relación real implica ceder, ser tolerante y atravesar altibajos. Así, se estima que nadie cumple con los estándares y se opta por la huida ante la primera dificultad.
  • Sufrir filofobia o miedo al compromiso. Considerar que la vida en pareja es una cárcel que priva de la libertad y borra la identidad. Por esto, algunas personas rechazan la idea de ser emocionalmente vulnerables y comprometerse a largo plazo, aunque una parte de ellos desee hacerlo.
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La timidez extrema puede complicar el proceso de generación de las relaciones sociales. En dicho caso, una ayuda profesional se hace necesaria.

Quienes nunca han tenido pareja habrían de preguntarse: ¿esto me hace sufrir?

En definitiva, no se trata de cuestionarse si es normal o no. Hay que analizar si es una situación que causa sufrimiento.

Si la persona se siente cómoda y satisfecha con su realidad, si es lo que elige libremente para sí misma, está bien. Ahora, si conlleva malestar, ansiedad o sufrimiento, o se debe a un miedo limitante, conviene intervenir.

La psicoterapia es un espacio seguro en el que la persona puede explorar sus creencias, heridas y temores, mejorar sus habilidades y cambiar aquellas dinámicas que la mantienen estancada en una situación desagradable.


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