¿Estás aplicando la responsabilidad afectiva?
Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales
“El que avisa no traiciona” dice un refrán popular. Esta expresión parece traer cierto alivio de conciencia cuando se trata de responsabilidad afectiva. ¿Acaso decirlo en voz alta nos libera de tener cuidado con nuestros comportamientos o palabras?
Pensar y permitirnos nuevas formas de relacionarnos, tales como abrir una pareja, salir con varias personas a la vez o evitar las etiquetas, no implica que nos vinculemos de manera automatizada. Seguimos siendo seres humanos, de carne y hueso.
De modo que, cualquiera sea la forma o el tipo de vínculo que establezcamos, la responsabilidad afectiva tiene que ser un norte. Hablemos un poco más sobre esto.
¿Qué es la responsabilidad afectiva?
Para comprender de qué se trata la responsabilidad afectiva, quizás la idea clave sea el registro de la persona. Reconocerla como tal, entender que merece respeto y cuidado, ocupe el lugar que ocupe en nuestra vida.
Dicho de otro modo, la responsabilidad afectiva se hace presente al hacernos cargo de que nuestras acciones tienen consecuencias en otros, sean intencionales o no. Esto aplica en todo tipo de relaciones, ya sean amorosas, sexoafectivas o de amistad.
El concepto surge de la mano de las teorías feministas, en un momento en el que se sostenía que las relaciones libres, abiertas o de poliamor carecían de valores. De lo que se trata es de cuidar a las personas con las que establecemos relaciones, más allá de que sea nuestra pareja o se trate de alguien a quien solo vimos dos veces.
La reivindicación de este modo relacional busca desmontar también los mitos del amor romántico. Por ejemplo, criticar que solo se cuida lo que se ama para pasar a un nuevo plano: concientizar acerca de la importancia del respeto mutuo, de la construcción de relaciones más igualitarias y simétricas.
No dar ni esperar responsabilidad afectiva es aceptar el mito romántico de que para que sea amor debe doler, y conformarse con los roles de género, en los que los hombres tienen una masculinidad dura y despreocupada y no se hacen cargo de sus sentimientos ni los de los otros, así como se asume que las mujeres son emocionales.
La responsabilidad afectiva implica que la libertad no es pasar por encima a la otra persona.
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¿Cómo aplicar la responsabilidad afectiva en las relaciones?
La mejor forma de ejercitar la responsabilidad afectiva es guiarse por la máxima de que no hagas lo que no te gustaría que te hagan. ¿Dolió la última vez que te dejaron de contestar los mensajes sin explicación alguna? Pues no lo hagas.
La empatía es una de las claves y no cortar con ese círculo vicioso lo único que hace es seguir reproduciéndolo. Veamos algunos consejos:
- Comunicarse: muchas veces, la idea de comunicarse está asociada a la de tener una charla. Sin embargo, no tiene por qué ser siempre de ese modo. A veces se tratará de algunos comentarios solamente. Cualquier relación, del tipo que sea, se construye con diálogo e intercambio.
- Hacerse cargo de las emociones: reconocer cómo nos sentimos con respecto a determinada persona o situación, permitirnos sentirnos así y también hacer algo al respecto es necesario. No se trata de esperar que otros adivinen, sino de expresarlo antes.
- No hay que confundir el hacerse cargo con cargarse las expectativas de la otra persona: es importante saber que no tenemos por qué responder o satisfacer los ideales de otras personas. La responsabilidad afectiva es una invitación a aclarar dichas expectativas y conversar. Si siempre aceptamos, sin más, ponernos a la altura de lo que los otros quieren, achicamos el espacio de nuestras necesidades.
- No implica culpar a la otra persona: en una relación las cosas pueden salir bien o pueden fallar, pero la base siempre debe ser el respeto.
Ghosting y responsabilidad afectiva
El ghosting tiene que ver con una práctica que se caracteriza por la desaparición repentina de una persona. De la noche a la mañana deja de responder mensajes, no atiende el teléfono y hasta nos niega el saludo si la cruzamos en la calle.
Si bien el ghosting suele relacionarse con la esfera virtual, no se limita a ella. De hecho, ya existía mucho antes de que las redes sociales fueran parte de los escenarios cotidianos.
Lo que sucede es que ahora se hace más palpable o evidente. En este punto, parece que la virtualidad nos desliga de la responsabilidad, pero claro que no es así. Hay una persona detrás haciendo un clic sobre el botón de bloquear. Que lo virtual no nos confunda.
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Atravesar el sufrimiento con empatía
No podemos cambiar el modo en que otros se comportan, pero sí podemos hacerlo nosotros. Si detectamos un comportamiento ambiguo por parte de la persona con la que nos estamos conociendo o si su accionar nos empieza a causar malestar, debemos elegirnos y ponernos en primer lugar. Las relaciones que no son claras terminan por ser tóxicas.
Ya sea que se trate de un encuentro casual de una noche o una pareja de 5 o 20 años, toda persona merece que nos comportemos con empatía y responsabilidad afectiva. Que hoy las relaciones sean abiertas o más diversas no quiere decir que haya que regirse por la ley de la selva.
Un vínculo sexoafectivo hoy puede ser algo y mañana otra cosa; los sentimientos, el deseo o el interés pueden cambiar. Lo que no puede negociarse es la falta de respeto o la aceptación del destrato.
Por último, tampoco hay que idealizar la responsabilidad afectiva y creer que no va a haber sufrimiento. Si alguien que nos interesa nos comunica que no siente lo mismo, seguramente vamos a sentirnos mal
Pero ese malestar tendrá una explicación y el sufrimiento será mucho menor al que habría si intentamos adivinar el por qué. Quizás la conversación resulte incómoda, pero finalmente habrá valido la pena porque hubo cuidado y respeto.
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- Aldana, Angie. (2018). Del poliamor y otros demonios. Maguaré. 32. 185-198. 10.15446/mag.v32n2.77013.
- Easton, Dossie and Catherine A. Liszt. The Ethical Slut.Third Edition, Ten Speed Press, 2017.
- Garrido Maturano, Angel Enrique; Afectividad, responsividad y responsabilidad. Introducción a una arqueología de la vida afectiva y su significación ética a partir del pensamiento de E. Levinas; Universidad Pontificia de Salamanca; Cuadernos Salmantinos de Filosofía; 38; 12-2011; 269-288
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