Aprender a perder para poder ganar
Nadie nos enseña a aprender a perder. Sin embargo, sí nos enseñan a ganar, acumular premios, conseguir buenas notas, ser mejores que los demás, etc.
Pero, ¿qué ocurre cuándo sucede todo lo contrario? Nos sentimos fracasados, inútiles y que no servimos para nada. Perder es toda una vergüenza. Una situación humillante de la que intentamos escapar.
No obstante, no siempre podemos ganar. Es natural, sobre todo, cuando estamos ante un rival más fuerte o nuestras habilidades no han tenido tiempo de mejorar. Por ejemplo, puede que no haya pasado el suficiente tiempo para adquirir la resistencia necesaria que nos permita ganar esa carrera o que nuestro contrincante en esa partida de ajedrez sea más hábil que nosotros.
Aprender a perder en la infancia
Aprender a perder es una enseñanza que tenemos que poder brindarles a nuestros hijos desde pequeños.
Es en la infancia cuando mejor podemos ver cuánto les estamos exigiendo y cómo afrontan ellos el hecho de perder, el fracaso.
Muchos niños tienen una muy baja tolerancia a la frustración cuando pierden, ya sea debido a que quieren hacer que sus padres se sientan orgullosos o porque considera el fracaso como algo intolerable.
Es es esta etapa de la vida en la que tenemos que enseñarles a perder. A aceptar que no siempre van a ganar, porque la vida, en ocasiones, nos hace perder de las maneras más singulares.
Perder no es algo que solo ocurra en los juegos, en el trabajo o en las relaciones cuando no conseguimos que alguien salga con nosotros. Perder va mucho más allá.
Cuando los niños superan la etapa de la infancia se dan cuenta de que la vida puede hacerte perder a seres queridos o incluso cosas que has conseguidos así, sin motivo alguno.
Es entonces cuando puede que nieguen la realidad, que la rechacen y que les cueste mucho aceptarla. Todo ello porque nadie les ha enseñado a perder.
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Los mitos que rodean al fracaso
Aprender a perder puede resultar algo muy irónico para todas aquellos que consideran esto un fracaso. Un tropiezo que marca a las personas negativamente.
No obstante, nos equivocamos al pensar que tan solo podemos ganar. Y es que, como en todo, para que exista el blanco tiene que existir el negro, y, así, para ganar, hay que saber perder.
Nunca podríamos ganar si no existiese el hecho de poder perder. No obstante, aunque en ocasiones veamos esto como algo negativo, en realidad tiene muchas cosas positivas. Destapemos algunos mitos:
- Perder te convertirá en un perdedor: Las cosas que te suceden no te definen, pero sí lo hace la manera en la que las afrontas.
- Has fracasado y ya no podrás conseguirlo: Aprender a perder te permite comprender que para tener éxito a veces hay que fracasar repetidas veces.
- Perder es algo humillante: Lo humillante es perder y darse por vencido. Sin embargo, levantarse otra vez y aprender de las circunstancias es algo muy valioso.
Muchas veces, las personas de nuestro alrededor nos dicen que no podemos hacer algo y fracasamos considerando que tenían razón. No obstante, la razón de nuestro fracaso puede deberse a que hemos cometido errores o no íbamos en la dirección correcta. Reflexionar sobre esto nos permitirá aprender y, ahora sí, tomar un camino mejor.
Ningún camino es fácil
Como explica John Maxwell en su libro El lado positivo del fracaso, aprender a perder nos permite ser conscientes de que ningún camino es fácil. Todos tienen sus piedras, sus baches y muchos más obstáculos que nos retrasarán, nos instarán a retroceder o nos frenarán.
Todo esto tiene su propio cometido y es enseñarnos por dónde debemos ir, al mismo tiempo que pone a prueba nuestra fortaleza.
No tengamos miedo a perder, porque solo gracias a esto podremos ganar. Ganar porque habremos llegado a la meta, pero también porque hemos aprendido durante todo el camino.
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Los aprendizajes más valiosos siempre llegan en los momentos difíciles. Aquellos que hacen que saquemos fuerzas de donde no las tenemos para darnos cuenta de lo valientes que somos.
Nunca desistamos por perder una vez.
Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.