«El diagnóstico de cáncer de mama a los treinta me cambió la vida»: la historia de Raquel
Hasta el verano del año pasado puedo decir que llevaba una vida normal. Acababa de cumplir treinta años, pero me sentía más joven que nunca. Tras alcanzar mi estabilidad laboral y financiera, mi vida se resumía en trabajar, ir al gimnasio, asistir a fiestas y viajar siempre que fuera posible. Sin embargo, mi manera de ver la vida cambió desde agosto de 2021 tras recibir el diagnóstico de cáncer de mama.
Luego de disfrutar unas vacaciones en Málaga, retomé mi rutina laboral. Esos días me sentía más cansada de lo habitual, pero atribuía las molestias al síndrome posvacacional. Pasaron un par de semanas y la sensación de agotamiento no cedía; por el contrario, empezaba a interrumpir mis jornadas. Solicité un chequeo médico, pero jamás imaginé escuchar la palabra «cáncer».
Mi nombre es Raquel y hace más de un año fui diagnosticada con cáncer de mama en estadio II. Recibir esta noticia a los 30 años fue devastador, pero me cambió la forma de ver y vivir la vida. Aunque al principio me invadió la desesperanza, hoy siento que tengo la fortaleza suficiente para dar la batalla. Esta es mi historia…
El proceso de diagnóstico…
Como les comentaba, solicité un chequeo médico porque empecé a sentir una sensación de agotamiento que se intensificaba con los días. Siempre había sido muy activa, por lo que experimentar cansancio por tantos días me hacía pensar en que podía estar sucediendo algo más en mi cuerpo. Por desgracia, así fue.
Luego de los típicos exámenes de rutina y de tener suficientes motivos de sospecha, el médico me sugirió pruebas complementarias para determinar si el origen de los síntomas era cáncer. ¡Cáncer! La sola posibilidad me generaba una ansiedad y un temor muy fuerte. Hasta esos días no era algo que pasara por mi mente.
El 20 de agosto de 2021, finalmente recibí el diagnóstico: cáncer de mama en estadio II. Pero, ¿qué significaba esto? ¿Era grave? ¿Acaso me quedaba poco tiempo? Estas y muchas otras dudas empezaron a invadir mis pensamientos. El impacto de la noticia fue devastador y me sentí en shock.
El médico me explicó que, en concreto, tenía cáncer de mama en estadio IIB. Esto, luego de encontrar dos tumores en el seno derecho y tres tumores que comprometían los ganglios linfáticos axilares de la misma zona. Es difícil describir todo lo que sentí en ese momento; en pocas palabras, mi mundo se vino abajo.
Hasta los días previos al diagnóstico, yo sentía que quería devorar el mundo; trabajaba para viajar, disfrutar con mis amistades y cumplir metas que me hacían sentir exitosa. Ahora mi vida había cambiado de una forma radical y debía iniciar una batalla contra la enfermedad.
El tratamiento…
El solo hecho de escuchar decir que tienes cáncer es desolador. Creo que la mayoría de las personas asociamos de inmediato este término con la muerte. Y con justa razón; hemos visto cómo esta enfermedad —en todas sus formas— se cobra la vida de miles de personas. ¿Acaso me convertiré en una cifra? —pensé.
Pero luego de una extensa conversación con el médico, a quien agradezco por su profesionalismo y por hacerme entender que no todo estaba perdido, pude cambiar el chip con respecto a la enfermedad. La resiliencia —que siempre fue parte de mí— me ayudó a trazar un nuevo objetivo: vencer la enfermedad.
Y bueno, no quiero que crean que es tan fácil como decir «venceré esto» o «ganaré la batalla contra la enfermedad». Es un proceso muy difícil que viene con subidas y bajadas, con momentos de esperanza, pero también días en los que quieres tirar la toalla.
Debido al estadio en que se encontraba el cáncer, el tratamiento posible para salvarme la vida era una mastectomía (cirugía para extirpar el seno), seguida de radioterapia para combatir los tumores cercanos a los ganglios linfáticos axilares.
Para ser más exacta, los médicos tuvieron que extirpar el interior de mi seno y de mi pezón. Posterior a esto, inició el tratamiento con radiación, para finalmente hacer una cirugía reconstructiva. Tras recuperarme de esto, tuve que someterme a más de cuatro meses de quimioterapia y una cirugía más.
Ahora mismo, sigo en tratamiento. El pronóstico del médico es alentador, pero debo tomar medicamentos por los próximos 10 años. La idea es evitar que el cáncer reaparezca, aunque es una posibilidad que no se descarta.
Mis días se convirtieron en oportunidades…
Debo confesar que antes del diagnóstico de cáncer de mama llevaba una vida un tanto «autoexigente». Solía pensar que las cosas tenían que suceder tal cual las planeaba y no me daba cuenta de cuán frustrada me sentía por querer alcanzar una «vida perfecta». La ansiedad por el futuro me invadía constantemente y enfocaba toda mi energía para que fuese como lo estaba planeando.
Por supuesto, todo lo que sucedió al afrontar esta enfermedad cambió mi manera de pensar, sentir y vivir la vida. En cuestión de semanas tuve que ver cómo mi vida cambiaba de forma dramática; esta vez atravesando algo que yo no podía cambiar.
Ya lo importante no era «ser más productiva», «hacer dinero» o «ser la mejor de mi trabajo». Ahora todo se resumía en luchar para sobrevivir. Pero en medio de todo, esto me ayudó a reconocer cosas importantes que estaba ignorando en mi «normalidad».
Aunque suene cliché, la idea de que puedes morir pronto te reconecta con el verdadero sentido de la vida. Empiezas a sentir que cada día es una oportunidad y que no la puedes desaprovechar. Un abrazo de mamá, compartir en familia y hasta un simple café con amigos se vuelven cosas sumamente valiosas.
Y es que cuando el panorama es tan desalentador, el apoyo y el amor de las personas más cercanas se convierte en un motor. Gracias a ellos, hoy me siento fuerte, inspirada y motivada para seguir adelante.
La batalla no está perdida…
Ahora que puedo ponerme en los zapatos de una persona que recibe un diagnóstico de cáncer, no solo de mama, sino de cualquier otro, quiero ser apoyo. Sé cuán difícil es procesar esta noticia y, sobre todo, atravesar el proceso que implica.
No es una batalla fácil, es cierto. Pero la manera en que afrontas todo el proceso marca la diferencia. Cambiar el chip es necesario; también informarse sobre la enfermedad y mentalizar que lo vas a lograr. El apoyo médico y familiar es clave, no dudes en refugiarte en ello.
Unidos podemos enfrentar esta enfermedad
Aprovechando que estamos en el Mes de la Lucha contra el Cáncer de Mama, quiero despedirme con un sencillo mensaje: «si todos nos unimos, lograremos la fuerza suficiente para vencer esta enfermedad». Y es que más allá del apoyo moral que necesita esa persona amada tras recibir el diagnóstico, como sociedad también podemos unirnos a la lucha.
Pero, ¿de qué forma? Hay muchas acciones que contribuyen. Involucrarse en campañas sobre el cáncer de mama, apoyar fundaciones, presionar para mejorar las políticas públicas que benefician a los pacientes con cáncer, divulgar información confiable sobre la enfermedad, enviar mensajes de apoyo… en fin. Pequeñas acciones que para nosotros los pacientes pueden marcar la diferencia.
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