Disciplina positiva: ¿qué es y cómo aplicarla con mis hijos?

Si quieres que tus niños aprendan desde el respeto, formen un criterio propio y sean personas autónomas, la disciplina positiva es tu elección. Te contamos en qué consiste.
Disciplina positiva: ¿qué es y cómo aplicarla con mis hijos?
Elena Sanz

Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz.

Última actualización: 09 julio, 2023

Si eres padre o madre, una de tus primeras tareas es preguntarte qué quieres obtener en el proceso de crianza. ¿Cuáles son tus objetivos y expectativas? Es a partir de esta respuesta que podrás seleccionar un estilo educativo que se acomode a tu familia. Si entre tus metas se encuentra criar un niño autónomo y resolutivo, feliz, con inteligencia emocional y que disfrute de un vínculo sano y fuerte contigo, la disciplina positiva es tu elección.

Esta propuesta de crianza se aleja de métodos tradicionales autoritarios, basados en el castigo y en las relaciones familiares jerárquicas. En cambio, promueve la conexión emocional entre padres e hijos, el respeto mutuo y el desarrollo en el niño de habilidades sociales y recursos personales que le permitan convertirse en un adulto sano y funcional.

Suena bien, ¿verdad? Lo cierto es que numerosas investigaciones avalan estas prácticas educativas como unas de las mejores alternativas disponibles. Sin embargo, no se trata de un camino sencillo: requiere grandes dosis de paciencia, perseverancia y trabajo personal.

No hay atajos, pero los resultados hablarán por sí mismos.

¿Qué es la disciplina positiva?

La disciplina positiva incluye un conjunto de prácticas de crianza democráticas que nos permiten guiar y acompañar el desarrollo de los niños desde el amor y el respeto. Esta corriente educativa ha sido promulgada principalmente por la psicóloga Jane Nelsen y puede ser aplicada por padres, educadores y toda persona que ejerza un rol importante en la vida de un niño.

Para comprender mejor en qué se basa, te compartimos algunos de sus principios y objetivos fundamentales:

  • Desarrollar el sentimiento de pertenencia en el niño. Los infantes responder mejor y están más dispuestos a cooperar si existe una conexión con las figuras de autoridad y si sienten el entorno (el hogar o la escuela) como propio.
  • Ser respetuosos, amables y firmes en la crianza. La disciplina positiva rechaza el autoritarismo y las agresiones a los niños, pero tampoco promueve la permisividad. Es posible establecer límites de forma sana y amorosa.
  • Fomenta la autonomía y el aprendizaje de habilidades de los más pequeños. El objetivo final será guiar a los niños para que aprendan a valerse por sí mismos, a tener un criterio propio y una suficiente cantidad de recursos personales para la vida.
  • Se prioriza el aliento y el refuerzo positivo. Se pone el foco en las conductas que sí queremos enseñar y no tanto en señalar los malos comportamientos. Se analiza el motivo tras una “mala conducta” y se buscan soluciones.
  • La comunicación y la empatía son fundamentales. Son las bases para crear un vínculo de amor y de respeto mutuo con los niños.


¿Cómo aplicar la disciplina positiva con tus hijos?

Si logras interiorizar estos principios y convertirlos en un estilo de vida, la práctica vendrá sola. Por ejemplo, si recuerdas que la prioridad es el respeto mutuo, te resultará natural acompañar una rabieta de tu hijo en lugar de gritarle o zarandearle.

Ahora bien, es normal que en un inicio no sepamos por dónde comenzar a aplicar estos principios. Por ello, a continuación te mostramos algunas sugerencias.

Acompañar una rabieta con disciplina positiva.
La disciplina positiva propone acompañar los berrinches, en lugar de ejercer una violencia que no conduce a nada.

Clarifica las expectativas

Es importante que los niños sepan lo que se espera de ellos para poder comportarse acorde a esto. Por ello, procura explicarle a tu hijo cuáles son las expectativas en cada situación.

Utiliza un lenguaje sencillo y apropiado a su edad. Trata de que resulte claro. “Tienes que portarte bien” es una frase demasiado ambigua. Mejor explica, por ejemplo, “has de recoger tus juguetes al terminar de jugar”.

También es necesario anticiparnos a las situaciones. Si, por ejemplo, vais a comer a un restaurante, puedes explicarle a tu hijo que deberá estar sentado a la mesa o que habrá que hablar en un tono de voz no muy elevado para no molestar a las otras personas.

Ofrece explicaciones razonables

El “porque yo lo digo” no es suficiente si lo que queremos es que los niños aprendan y no solo obedezcan. Cuando des una directriz o pongas una norma, tu hijo necesita saber y comprender el por qué. Esto hará que esté mucho más dispuesto a colaborar.

“Tenemos que irnos ya del parque para que nos dé tiempo a cenar y acostarte a tu hora; y así no tendrás sueño mañana en el cole” es una explicación sencilla pero necesaria. Esto no implica que el niño vaya a acceder de buena gana a volver a casa, pero sí ayudará a que se sienta tenido en cuenta y a que pueda comprender que buscas su bienestar.

Establece consecuencias, no castigos

En la disciplina positiva, los castigos, las humillaciones o las agresiones no tienen cabida. Para que un niño aprenda de un “mal comportamiento” no es necesario gritarle, enfadarnos con él o vengarnos dándole un escarmiento. Aplicar consecuencias lógicas y naturales es más sano y efectivo.

Esto quiere decir que la consecuencia ha de estar directamente relacionada con su comportamiento y debe transmitir alguna lección. Si tu hijo no se come las verduras y le quitas el móvil, esto no tiene ninguna relación ni enseña nada.

Las consecuencias naturales son aquellas que se producen sin interferencia de un adulto y permiten aprender mediante causa-efecto. Por ejemplo, si tu hijo no recoge sus juguetes, es posible que no los encuentre la próxima vez que quiera jugar. O incluso que los pise por accidente y los rompa. Esto, de forma natural, le enseña a ser cuidadoso y organizado.

Las consecuencias lógicas sí las ponen los adultos, pero cumplen los dos parámetros mencionados. Si el niño juega con el balón dentro de casa tras haberle dicho que no lo haga, se le puede requisar el balón durante unos días.



Entiende lo que comunica la conducta de tus hijos

Los adultos nos solemos centrar solo en el hecho de si los niños se portan mal o bien, pero no nos paramos a entender lo que comunican sus comportamientos. Una mala conducta puede indicar que el niño busca atención porque siente que le falta, que está frustrado o enfadado por algo o que está pasando por una situación complicada que no hemos advertido.

Identificar las causas, comprender y empatizar es fundamental al aplicar una crianza respetuosa y positiva. Tómate un momento para tratar de entender a tu hijo, validar sus emociones y buscar soluciones que lo ayuden con aquello que intenta comunicar. Esto será mucho más sano y efectivo que solo reprocharle su mala conducta.

Fomenta los comportamientos apropiados

Poner en foco en los comportamientos que sí deseamos es una de las claves más eficaces de la disciplina positiva. Para esto, hemos de promover las buenas conductas, explicando qué esperamos del niño y premiando sus acercamientos. Por ejemplo, podemos utilizar tablas de modificación de conducta.

También es necesario acostumbrarse a enunciar en positivo. En lugar de decir “no grites”, podemos decir “habla más bajito”. Si tu hijo ha pintado en un libro que no era para pintar, puedes darle un folio y decirle “para pintar utilizamos estas hojas de papel”.

Hablar con los hijos para enseñarles disciplina positiva.
Hablar en positivo y explicar las expectativas de comportamiento son modos de fomentar autonomía a futuro en los niños.

Promueve la autonomía y la adquisición de recursos

Por último, es fundamental dedicar tiempo a dotar a los niños con herramientas y recursos que les ayuden a ser más autónomos. Algunos de los aspectos más importantes pueden ser los siguientes:

  • Educar en asertividad y habilidades sociales, para que aprendan a comunicarse y relacionarse de forma respetuosa y eficaz.
  • Enseñar inteligencia emocional, para que puedan entender sus emociones y gestionarlas adecuadamente.
  • Fomentar la autonomía y la autoestima, ofreciendo pequeñas tareas y responsabilidades que puedan asumir y realizar por sí mismos.
  • Mostrarles cómo utilizar recursos que les ayuden a regularse en momentos desafiantes. Por ejemplo, la respiración, el rincón de la calma o el termómetro emocional son alternativas sencillas y muy útiles.

La disciplina positiva beneficia a toda la familia

Educar en disciplina positiva es muy beneficioso para los niños, ya que crecen emocionalmente sanos, seguros y autónomos. Pero también es muy positivo para los padres, pues les ayuda a conectar con sus hijos, a crear vínculos fuertes y a evitar multitud de conflictos y situaciones desagradables en casa.

Comienza a aplicar estos principios y pronto verás los resultados.


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  • Carroll, P., & Brown, P. (2020). The effectiveness of positive discipline parenting workshops on parental attitude and behavior. The Journal of Individual Psychology76(3), 286-303.
  • Carroll, P. (2021). Effectiveness of Positive Discipline Parenting Program on Parenting Style, and Child Adaptive Behavior. Child Psychiatry & Human Development, 1-10.
  • Nelsen, J. (2011). Positive discipline: The classic guide to helping children develop self-discipline, responsibility, cooperation, and problem-solving skills. Ballantine Books.

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