Empatía física: ¿podemos sentir el dolor de otras personas?
Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales
Cuando nos referimos a la empatía, siempre se suele caer en el lugar común de «ponerse en el lugar del otro». Y la empatía física lo es literalmente, ya que esta comprensión puede alcanzar niveles tales, que vivimos en el cuerpo lo que otros están sintiendo. Aunque parezca extraño, es posible. Para entender cómo funciona, conozcamos primero un poco más sobre la empatía.
Esta habilidad implica entrar en el marco de referencia de la otra persona, en su mundo, tal como es entendida por Carl Rogers, psicólogo existencialista. Para ello, se requiere observación y respeto, aunque ello no significa que tengamos que estar de acuerdo con lo que el otro manifiesta.
La empatía precisa de una escucha abierta y activa, que nos permita acompañar a nuestro interlocutor y poder darle una respuesta en sus propios términos, con una sintonía adecuada. En este punto suele surgir la pregunta sobre si podemos sentir el dolor de otras personas. Veamos de qué se trata.
¿Se puede sentir el dolor ajeno?
La respuesta es que sí. Después de todo, seguro que alguna vez te conmoviste y lloraste ante un relato ajeno de sufrimiento, como si fueras tú quien lo estaba viviendo. Y en parte lo estabas viviendo. Esto se debe a la participación de las neuronas espejo.
Las neuronas espejo fueron descubiertas por un grupo de investigadores liderado por el italiano Giacomo Rizzolatti, mientras estudiaban las regiones motoras de los monos macacos. A partir de allí, se pudo establecer que estas células tienen la particularidad de activarse tanto si somos quienes realizamos una acción, como si somos testigos de la acción realizada por otro.
Es por eso que también las neuronas espejo están involucradas en el aprendizaje por imitación. Ubicadas en el área de Broca y en el lóbulo parietal, su nombre deriva de esta capacidad para reflejar en el propio cerebro, la actividad ejecutada por otro.
La importancia de este hallazgo radica en el rol que tienen estas neuronas en torno a la interacción social. Nos dan la posibilidad de percibir o interpretar lo que le sucede a nuestro interlocutor.
¿Qué es la empatía física?
La empatía física se refiere a la capacidad de reflejar los síntomas físicos de otras personas, sintiéndolos como propios.
Para entender un poco mejor, podemos pensar en el bostezo que surge casi automáticamente cuando vemos bostezar a otro. Si bien no se trataría de un comportamiento empático, sino de tipo espejo, esta analogía nos da más elementos para comprender cómo funciona.
Es preciso aclarar que alcanzar la empatía física no es frecuente, a diferencia de lo que sucede con la empatía vinculada con las emociones o los estados de ánimo. La forma física es presentada por personas que son muy sensibles, con una mayor activación de sus redes neuronales, por lo que alcanzan ese estado en el que sienten el dolor ajeno.
Se manifiesta con más frecuencia ante la presencia de determinados estímulos. Por ejemplo, es más probable experimentarla cuando aquello que observamos está en movimiento, que con relación a un mero sonido.
Pero el malestar no es lo único que podemos experimentar «en nuestra piel». También podemos vivenciar alegría, felicidad y los diferentes estados de ánimo. Seguro puedes recordar esa ocasión en la que empezaste a reírte con ganas, solo por ver a alguien hacerlo y sin entender la razón de fondo. Según los estudios al respecto, mientras más sincera percibamos la risa ajena, más nos «contagiará».
La importancia de controlar la empatía
No hay dudas de que la empatía está valorada como un aspecto positivo. Sin embargo, es importante cuidarnos para no caer en un extremo o un exceso.
Algunas personas asumen una falsa imagen de «salvadoras» o «redentoras», lo que las lleva a preocuparse en exceso por lo que le sucede al otro. Se sienten en el rol de ayudar sí o sí, pudiendo alcanzar la fatiga por compasión.
La empatía requiere de una sintonía equilibrada, tanto para los otros como para uno mismo. En el caso de los otros, acompañando y animando a la persona a que tome decisiones y a que sea proactiva en la resolución de lo que le sucede. De este modo, lejos de subestimar o infantilizar, alentamos hacia el empoderamiento.
Con relación a nosotros mismos, la importancia de controlar la empatía tiene que ver con no absorber situaciones o emociones hasta quedar afectados. Esto podría implicar problemas de ansiedad, malestar y angustia. Incluso, es cierto que en el ejercicio de determinadas profesionales, ser especialmente empáticos podría resultar poco funcional o incidir en el correcto desempeño.
La empatía física es un concepto complejo
La empatía es una de las cualidades que nos permite conectar con otras personas y entender por lo que están pasando. De este modo, nos allana el camino en las interacciones sociales. Sin embargo, cuando la empatía llega al extremo de alterarnos por completo, puede implicar un desajuste emocional y traernos cierto malestar.
Muchos profesionales recomiendan trabajar sobre el autoconocimiento, ya que nos serviría como herramienta para identificar cuáles son las emociones que nos pertenecen y cuáles no. Así, podremos establecer límites. La gestión de las emociones en estos casos es clave.
Por último, mucho se habla de la empatía hacia los demás, pero pocas veces se pone el foco en la consideración hacia uno mismo. Es algo muy importante a tener presente para cuidarnos.
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