¿Por qué estoy enfadado todo el tiempo y cómo controlarlo?

Lidiar con el estrés de modo continuo es una de las razones por las que puedes sentirte enfadado todo el tiempo. ¿Qué otras causas se esconden detrás de la ira?
¿Por qué estoy enfadado todo el tiempo y cómo controlarlo?
Maria Fatima Seppi Vinuales

Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales.

Última actualización: 06 julio, 2023

¿Qué sucede? ¿Por qué estoy enfadado todo el tiempo? Son algunas de las preguntas que surgen cuando un hecho, en apariencia inocuo, es el desencadenante de nuestra ira.

Pocas situaciones son tan incómodas para los demás como presenciar a alguien perdiendo el control. Sin embargo, allí estamos nosotros también, una vez más siendo los protagonistas.

¿Por qué estoy enfadado todo el tiempo?

Esta emoción de bronca puede estar en el origen de nuestra propia imposibilidad de tomar decisiones, de hacernos cargo, de elegir y cambiar hacia la vida (el trabajo, la relación) que queremos. La frustración que sentimos por encontrarnos en un lugar que no deseamos acaba convirtiéndose en rabia.

A veces, el enfado también se origina por no poder poner límites a las otras personas, por no saber decir que no. De este modo, se origina un sentimiento de injusticia, una especie de rencor que no nos suelta y tiñe las situaciones.

Asimismo, la falta de descanso y estar expuestos a situaciones de estrés de modo permanente, también nos vuelve sensibles a las molestias. El enfado y la irritabilidad pueden ser un síntoma de un problema más complejo, como la depresión.

Hombre con enojo.
Lo que nos enoja puede estar oculto tras un manto que no logramos quitar. No entendemos por qué nos ponemos así.

Consecuencias de estar enfadado todo el tiempo

Estar enfadado de modo constante trae diferentes consecuencias:

  • Provoca un desgaste emocional, ya que no logramos disfrutar de las situaciones y se activan reacciones defensivas. Tengamos en cuenta que la ira nos prepara para la defensa, puesto que acciona ante una situación que se percibe como amenazante. Asimismo, luego de reaccionar de manera desmedida, sobrevienen la culpa, el malestar y la inseguridad.
  • Se desgastan las relaciones personales, ya que los otros con los que se entabla el conflicto se distancian o también se enojan. Para completar la situación, quienes se convierten en el blanco frecuente de nuestros enojos suelen ser los más cercanos (pareja, colegas de trabajo, amistades).
  • La ira nos obsesiona con nuestros pensamientos. Nos quedamos rumiando en aquello que nos motivó la ira. Incluso se elucubra algún tipo de venganza hacia quien nos contrarió.
  • Nos aleja de la posibilidad de resolver el conflicto y de hacerlo de manera sensata. Incluso, empeoramos la situación.

Consejos para controlar y prevenir el enfado

No se trata de reprimir la ira, sino de aprender a gestionarla para evitar las consecuencias no deseadas. Todas las emociones son una invitación a explorar qué nos pasa y hacer algo por ello.

Tampoco se trata de ocultar lo que sentimos, pero sí buscar estrategias que nos permitan expresarnos. Evitar el conflicto no lo elimina. Incluso si no lo resolvemos, quedamos expuestos a la fragilidad.

Ahora bien, algunas de las recomendaciones para evitar estar enfadado todo el tiempo son las siguientes:

  • Aceptar que no es posible controlar todo y decidir qué batallas quieres dar. En ocasiones, se trata de negociar y de ceder. Una buena pregunta sería “¿de qué modo me afecta que esto se haga de otra manera?”. A veces descubrimos que no hay una razón para mostrarse tan rígidos.
  • Relativizar las situaciones. Es importante preguntarse si es esto tan importante. ¿Cuánto de emoción le estoy poniendo a este hecho? A veces llegamos a la conclusión de que hay otros motivos de fondo y que solo estamos reaccionando a algo previo.
  • Relajarse a través de la respiración. Una de las primeras técnicas que tenemos que aprender a llevar adelante es esta. Es decir, poder detenernos antes de reaccionar. Algunas personas salen de la habitación, caminan y se alejan algunos pasos hasta poder tranquilizarse. Esto no quiere decir evitar el tema, sino que apunta a buscar la calma para poder abordarlo con inteligencia emocional.
  • Observar cómo son las otras personas cuando se comportan con ira. ¿Qué reacción te suscitan? ¿Te reconoces en ellas? ¿Qué tipo de imagen generan? Pues bien, a veces somos esas mismas personas.
  • Pensar qué fue lo que pasó la última vez que reaccionamos desde el enojo. ¿Pudimos lograr lo que deseábamos? Si fue así, ¿cuál fue el costo?
  • Buscar soluciones alternativas al problema. Ya reconoces que algo te molesta. Ahora bien, si no es posible resolverlo como te gustaría o si no puedes esperar determinada respuesta de otros, ¿de qué otro modo se puede llegar a una solución?

Si estás del otro lado y eres el interlocutor de una persona enfadada, evita comentarios del tipo “no es para tanto”. Tampoco hagas bromas sobre la situación. Al contrario, intenta conectar con esa persona preguntándole qué es lo que le ha disgustado y escucha de manera activa.

Consolar a una persona con ira.
Escuchar al otro puede ser una vía para que calme su ira en ese momento.

No confundir expresarse con dar rienda suelta

Respecto a la ira, Albert Ellis (desde la terapia racional emotiva) sostenía que una de las falacias que justifican su expresión tiene que ver con que se cree que, al hacerlo, nos liberaremos de ella. Sin embargo, la rabia se refuerza a sí misma y trae más rabia, de modo que si está mal encauzada, terminamos presos de ella, dominados.

Ellis explica que, ante un acontecimiento disparador, se activan las creencias que tenemos sobre dicho acontecimiento, o sea, nuestra valoración de cómo deberían ser las cosas. Eso desencadena o dispara el enojo.

Por eso, expresar la ira no la extinguirá simplemente, sino que volverá a repetirse. Aún continúa existiendo esa creencia que la justifica. De allí que se propone revisar esas ideas de base.

No se trata de vivir la ira así sin más, sino de intentar rastrear de dónde viene y qué la sostiene. Quizás sea una tarea ardua, pero vale la pena.


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  • Lega, Leonor I., Vicente E. Caballo, and Albert Ellis. Teoría y práctica de la terapia racional emotivo-conductual. Siglo XXI de España Editores, 2002.

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