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Estudio revela que el sueño profundo podría proteger al cerebro de los efectos del Alzheimer

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La actividad del sueño profundo o de ondas lentas parece actuar como un “amortiguador” que ayuda a cuidar la memoria frente a los efectos de la proteína β-amiloide.
Estudio revela que el sueño profundo podría proteger al cerebro de los efectos del Alzheimer
Última actualización: 22 agosto, 2025

El Alzheimer es una enfermedad de origen multifactorial, y la calidad de sueño es uno de los factores que parece influir en la capacidad que tiene el cerebro para resistirse a sus efectos. Curiosamente, se ha observado que algunos pacientes con niveles altos de beta-amiloide (Aβ), la proteína asociada a su aparición, tienen poco deterioro cognitivo, mientras que otros con cantidades similares muestran un declive notable.

Durante décadas, los investigadores han intentado explicar esta diferencia. Hoy reconocen que tiene que ver con la “reserva cognitiva”, es decir, las variables que permiten que el sistema nervioso central se defienda más ante el impacto de la enfermedad. Una de estas es el sueño profundo o NREM, que se ha identificado como un prometedor mecanismo de protección para la memoria. ¿Por qué?

Alzheimer y el concepto de reserva cognitiva

Una de las características de la enfermedad de Alzheimer es la presencia de placas de proteína beta-amiloide (Aβ) en el cerebro. Cuando estas se acumulan, funciones como la memoria sufren un deterioro significativo. La reserva cognitiva entra en juego como una capacidad extra del cerebro para seguir funcionando bien a pesar del daño.

La estimulación intelectual y la actividad física son algunos ejemplos de los recursos que contribuyen con esa resiliencia mental. Ahora, el sueño no REM de ondas lentas se incluye en esta categoría. La evidencia disponible sugiere que en esta fase del sueño el cerebro se deshace de los “productos de desecho” y estimula funciones claves para consolidar la memoria.

Los detalles de la investigación

Un grupo de científicos del sueño de la Universidad de California, Berkeley, quiso saber si la calidad de sueño profundo (NREM de ondas lentas) podía ser útil para proteger la memoria en adultos mayores con acumulación de proteína beta-amiloide (Aβ) en su cerebro. Para ello, analizaron a 62 participantes que no tenían problemas de memoria.

En particular, midieron su cantidad de Aβ en el cerebro usando un escáner llamado PET, que permite ver esta sustancia. Asimismo, emplearon tecnología de un electroencefalograma (EEG) para registrar su actividad eléctrica cerebral al dormir y analizar su calidad de sueño profundo. Al final, los sometieron a una prueba de memoria que consistía en aprender nombres y asociarlos a caras.

El sueño profundo como soporte para la memoria

Los resultados del estudio revelaron que la actividad de ondas lentas durante el sueño no REM tiene potencial para compensar los efectos negativos de las placas de beta-amiloide (Aβ) sobre la memoria. Los pacientes con altos niveles de esta proteína que dormían bien en esta fase recordaban mejor las cosas. 

En contraste, aquellos que tenían poca Aβ no se beneficiaron tanto del sueño profundo y los investigadores creen que es porque no necesitan ese “refuerzo” extra. Lo que no pasó desapercibido es que el efecto protector se mantuvo incluso al considerar factores como la edad, el peso, el sexo, la atrofia cerebral y otros aspectos de reserva cognitivos ya conocidos.

La calidad de sueño es un factor que se puede modificar

Por tratarse de un estudio con un número reducido de participantes, es necesario reunir evidencia más sólida y concluyente. Aun así, Matthew Walker, autor principal de esta investigación, detalla que los hallazgos son valiosos, sobre todo porque el sueño es un factor sobre el que todos podemos intervenir.

Alcanzar la fase de sueño profundo no evita que se formen las placas de Aβ, pero sí proporciona al cerebro más capacidad para sobrellevar su impacto y proteger la memoria. Saber esto abre paso a nuevas estrategias para reducir el riesgo de alzhéimer y fortalecer la función cognitiva. 

Por ahora, la recomendación general es adoptar prácticas de higiene del sueño que ayuden a llegar a la fase NREM. Por ejemplo, la estimulación auditiva, que emplea sonidos específicos para potenciar las ondas lentas. También mantener horarios de sueño regulares, hacer actividad física moderada, crear un ambiente adecuado para dormir y evitar estimulantes como cafeína o pantallas antes de ir a la cama.

La prevención del alzhéimer sigue siendo un tema de gran interés científico. Queda mucho por explorar, pero este tipo de hallazgos son el recordatorio de que dormir bien va más allá del descanso físico. También es fundamental para cuidar la salud cognitiva a largo plazo.


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