¿Sabías que existen diferentes tipos de hambre? Descubrirlo puede ahorrarte más de un antojo

Acabas de terminar tu almuerzo y de repente te asalta un antojo irresistible de un postre. ¿Te has puesto a pensar si en verdad tienes hambre o si es solo un capricho? Lo cierto es que no siempre quieres comer porque necesitas energía, sino por costumbre, aburrimiento o por el estímulo que sientes al ver, oler o escuchar la comida.
Según esa causa, es posible clasificar 9 tipos de hambre. Saber identificar cuál estás experimentando te sirve para reducir el riesgo de caer en excesos y para empezar a mejorar tu relación con la comida, adoptando conductas más conscientes y saludables. Descubre las características de cada una a continuación.
1. Hambre visual
Te metes a Instagram o TikTok y encuentras decenas de vídeos y fotos de postres deliciosos, recetas, hamburguesas y comida que te resulta apetecible. Sin querer, comienzas a sentir esas ganas de probarlos. A esto se refiere el hambre visual. Un deseo que surge simplemente por ver comida atractiva, sea en restaurantes, tiendas o redes sociales.
Por supuesto, puedes controlarlo. Comienza por hacer una pausa para respirar profundo y pensar: ¿en verdad tengo apetito o es un impulso causado por esa imagen provocativa? Si te pasa a menudo, procura limitar tu acceso a estos contenidos. Además, planifica tus comidas y meriendas para elegir con más consciencia.
2. Hambre de oído
Parece exagerado, pero lo cierto es que algunos sonidos de la comida despiertan las ansias de comer. Estás tranquilo y escuchas el crujido de unas papas fritas, los estallidos de algo que se está friendo en la sartén o unas palomitas explotando. Al instante, empiezas a sentir ese antojo incontrolable.
Y quizá no te has dado cuenta, pero también sucede cuando ves vídeos en los que se reproducen de forma exagerada los sonidos de los alimentos. Si crees que este es el caso, intenta distraerte con otra actividad. Cambia por sonidos relajantes, respira profundo o recurre a snacks crujientes y sanos como bastones de zanahoria, maní o garbanzos tostados.
3. Hambre de olfato
Algunos la llaman hambre nasal porque es la que ocurre al sentir un olor de comida delicioso o reconfortante. Tal vez café tostándose, una parrillada en el jardín, pan recién horneado… cualquier aroma que evoque placer o recuerdos agradables. Esto pasa porque el sentido del olfato está conectado con la parte del cerebro que controla las emociones y la memoria.
No significa que sea algo malo. De hecho, si tomas unos minutos para oler tus alimentos antes de ingerirlos, esto te ayuda a ser más consciente de lo que comes. Aun así, si los olores te hacen comer de más o por ansiedad, puedes intentar respirando otra cosa, como frutas frescas, aceites esenciales o infusiones.
4. Hambre de boca
Este tipo de hambre es una de las más difíciles de controlar, ya que está asociada al placer inmediato que generan los sabores intensos o las sensaciones al masticar. Para muchos ya es un hábito automático y por eso cuesta corregirlo.
¿Te pasa? Empieza con cambios graduales, como elegir piezas de fruta fresca o chicles sin azúcar cuando tengas esa necesidad. También ingiere más agua o infusiones relajantes, e intenta practicar alimentación consciente. Esto significa concentrarte en lo que estás comiendo y el porqué lo haces.
5. Hambre de tacto
Se produce cuando algunos alimentos te causan sensación de placer o satisfacción al morderlos o masticarlos. Por ejemplo, un helado derritiéndose en tu boca, la cremosidad de un aguacate, la esponjosidad de un pan fresco, etcétera. Una forma de controlarla es eligiendo alimentos que imiten esa sensación de forma más saludable, como frutas jugosas, yogur cremoso, frutas crujientes.
En todo caso, diferenciarla del hambre real es lo más importante. No deberías comer en exceso, aunque se trate de opciones ligeras. Intenta comer despacio, masticando bien, para disfrutar las texturas con más consciencia.
6. Hambre de estómago
Es la más genuina y surge cuando el cuerpo necesita energía. El estómago lo manifiesta con señales como vacíos, ruidos o sensación de debilidad. Para calmarla, nada mejor que platos equilibrados que incluyan suficiente proteína, fibra y grasas saludables.
7. Hambre celular
A diferencia de la de estómago, la celular se da ante la necesidad de reequilibrar nutrientes más específicos. Hay quienes la catalogan como la forma más “instintiva” de hambre, ya que refleja un déficit nutricional en particular. Por eso, suele manifestarse con antojos muy concretos, como de dulce, salado, ácido o dulce.
Ten en cuenta que este tipo de hambre se calma con alimentos de alta calidad nutricional y no con comida ultraprocesada. Esta última, aunque reduce el apetito momentáneamente, no suple los nutrientes necesarios.
8. Hambre mental
El hambre mental abarca varias situaciones en las que los pensamientos por la comida son constantes u obsesivos. Como cuando llevas dietas estrictas y sientes culpa porque comes algo fuera de lo permitido o cuando comes por reglas o creencias, como «no puedo desperdiciar comida» o «me lo merezco porque hice ejercicio».
El primer paso para manejarla es ser consciente de este tipo de creencias. Lo siguiente es flexibilizar esas reglas rígidas que te hacen comer más por obligación que por necesidad.
9. Hambre de corazón
Es otra forma de hacer referencia al hambre emocional que surge en momentos de tristeza, ansiedad, estrés o incluso alegría. La comida se vuelve consuelo o una vía rápida de escape, pero no resuelve la emoción de fondo y puede generar un círculo vicioso que lleva a excesos.
La solución empieza por reconocer cuál es la emoción detrás del impulso. Una vez lo tengas claro, es crucial intentar gestionarla de otra forma. El ejercicio, las técnicas de relajación, las redes de apoyo y la psicoterapia son buenas alternativas.
Como ves, muchas veces lo que buscas no es comida, si no calma, compañía o distracción. Saber reconocer esto es un acto de autoconsciencia que puede contribuir con tu salud física y mental. Al final no se trata de caer en prohibiciones, sino de saber elegir lo que tu cuerpo necesita en el momento en que en verdad te beneficia.
Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.