Guardar reposo: ¿el peor consejo que puede recibir un enfermo?
Revisado y aprobado por el médico Leonardo Biolatto
Desde la antigüedad —y hasta el día de hoy—, muchos profesionales de la salud sugieren guardar reposo como parte del proceso de recuperación de las enfermedades o las lesiones. A través de este se busca disminuir los síntomas, pero también evitar posibles complicaciones. Ahora bien, ¿es buena idea?
En función del problema de salud, es frecuente que se recomiende permanecer inactivo durante horas, días o semanas. Y si bien en un principio esto aporta sensación de bienestar y de seguridad, cada vez hay más evidencias de que también puede ser contraproducente. Descubre qué dicen las investigaciones.
Guardar reposo en periodos de enfermedad: ¿el peor consejo médico?
La idea de guardar reposo para favorecer la recuperación del cuerpo en estados de enfermedad se estableció desde hace siglos. En la antigua Grecia, Hipócrates (padre de la medicina) describió que el descanso y la inmovilidad eran determinantes para favorecer el proceso de curación natural del organismo.
Esta recomendación se extendió hasta los tiempos actuales, por lo que es habitual que los médicos sugieran periodos de descanso ante la presencia de lesiones y enfermedades. La idea es tener reservas de energía y evitar cargas de estrés que puedan afectar las funciones del sistema inmunitario.
Asimismo, se busca mantener a los pacientes en un entorno seguro, en el que no estén expuestos a factores que puedan empeorar su condición o derivar en otras complicaciones. Pero, ¿hasta qué punto es bueno esto? ¿Cuándo se vuelve contraproducente?
Pues bien, para resolver estos interrogantes hay que tener en cuenta cuál es la enfermedad y qué limitaciones causa en las personas afectadas. El reposo en sí no es «el peor consejo médico», como muchos han afirmado, sino que su implementación ha sido malinterpretada en muchos casos.
Lo cierto de todo es que hay condiciones en las que descansar —ya sea de manera parcial o total— es necesario para que haya una buena rehabilitación. En otros casos, mantenernos activos puede aportar más beneficios que permanecer inmóviles.
El médico puede orientar sobre cuál es la mejor opción, en función de la enfermedad, los síntomas o la edad, entre otros factores. Ahora mismo, se apuesta por incorporar alguna forma de actividad física en varios tratamientos, ya que hay evidencias de que puede resultar positiva.
Ejemplos en los que mantenernos activos es mejor que guardar reposo
Por citar algunos ejemplos, cabe mencionar el caso de los pacientes con dolor lumbar. A menudo, estas personas experimentan sensación de alivio con un poco de descanso. Sin embargo, las evidencias apuntan a que la restricción de la actividad —incluido el reposo en cama— no aporta ningún beneficio.
En cambio, prolonga el periodo de recuperación e impide una pronta reanudación de las actividades cotidianas. Respecto a esto, una investigación compartida a través de Healthcare determinó que el ejercicio y la actividad física mejora la flexibilidad de los músculos, tendones y ligamentos de la espalda. Asimismo, aumenta el rango de movimiento y apoya el movimiento funcional de los pacientes.
Mantenerse activos también es beneficioso ante afecciones virales, como la gripe y el resfriado. Una investigación compartida a través de Exercise and Sport Sciences Reviews expone que el ejercicio de intensidad moderada induce a acciones antiinflamatorias y de inmunopotenciación que ayudan a la recuperación.
Algo similar informa la Clínica Mayo, que en una de sus publicaciones detalla que la actividad física de leve a moderada puede aumentar la sensación de bienestar en caso de resfriado común sin fiebre. Su práctica ayuda a disminuir la congestión nasal y las dificultades respiratorias leves.
Otras condiciones también parecen mejorar su pronóstico con la práctica de actividad física. Tal es el caso de la conmoción cerebral, en la que se ha mostrado mejoría de los síntomas al aplicar ejercicios aeróbicos en un entorno controlado.
Una revisión de estudios divulgada en Current Sports Medicine Reports concluyó que el ejercicio aeróbico individualizado es una intervención no farmacológica útil en la conmoción cerebral. Esto desafía la antigua creencia de mantener un descanso prolongado en estos pacientes para lograr su recuperación.
En sí, se ha determinado que un programa de entrenamiento progresivo —en el que se considera el umbral de exacerbación de los síntomas para determinar qué actividades toleran estos pacientes— ayuda tanto a mejorar la salud como a acelerar el regreso a la actividad.
Entonces, ¿debería hacer ejercicio físico estando enfermo?
La respuesta a este interrogante es «depende».
Siempre y cuando la enfermedad no lo impida, mantenernos activos trae más beneficios que riesgos. De hecho, cuando las personas ya están acostumbradas a ejercitarse, suspender la actividad puede hacerlas sentir peor. Aun así, no se trata de ir de un extremo a otro.
¿Qué quiere decir esto? Que tampoco se trata de someter el cuerpo a rutinas que demanden demasiado esfuerzo. Cuando el entrenamiento es extenuante, se genera una respuesta de estrés en el cuerpo que se ve reflejada a nivel muscular, respiratorio y cardíaco.
En condiciones normales, el organismo se adapta con facilidad a dicho estrés. Así, de manera progresiva, el estado físico mejora. Sin embargo, cuando se atraviesan procesos de enfermedad, esto sobrepasa los esfuerzos que puede hacer el sistema inmunitario.
Por lo anterior, es primordial que la actividad física que se realice sea leve o moderada. No hay razones para quedarse en la cama, pero los movimientos o la actividad no deben sobrepasar la capacidad que tiene el cuerpo en dicho estado.
Veamos en detalle algunas formas de mantenernos activos. Eso sí, la elección de una actividad u otra dependerá de la condición de salud. Ante la duda, puedes consultar al médico.
- Bailar
- Hacer jardinería
- Montar bicicleta
- Practicar natación
- Hacer yoga o taichí
- Realizar estiramientos
- Hacer labores domésticas
- Caminar (preferiblemente al aire libre)
Una revisión de estudios compartida en Journal of Sport and Health Science respalda que el ejercicio físico es un importante adyuvante del sistema inmunitario. Esto, debido a que mejora la actividad antipatógena, tiene propiedades antiinflamatorias y estimula la producción de glóbulos blancos.
A su vez, las evidencias recopiladas apuntan a que las altas cargas de trabajo de entrenamiento y el esfuerzo inusualmente intenso pueden causar perturbaciones inmunitarias transitorias. De ahí la importancia de evitar la actividad extenuante en los episodios de enfermedad.
¿Cómo hacer ejercicio de forma segura si estás enfermo?
En este punto debe quedar claro que guardar reposo no es el peor consejo médico, pero tampoco es la mejor opción en ciertas condiciones de salud. Todo depende del diagnóstico y de las limitaciones que puedan causar los síntomas.
Si se opta por hacer actividad física o ejercicio, hay que tomar ciertas precauciones.
Cuando se trata de una afección o lesión crónica, la elección de una actividad u otra debe hacerse en compañía del médico o del especialista. De ser necesario, este puede remitir hacia profesionales como el fisioterapeuta, para obtener una rutina más individualizada.
En casos más leves, como el resfriado, cualquier actividad física leve o moderada puede ayudar. De todos modos, si se presenta fiebre y fatiga prolongada, lo mejor será evitar sobreesforzarse. Una vez mejoren estos síntomas, se puede retomar la rutina.
Algunas recomendaciones para poner en práctica son las siguientes:
- Reducir la intensidad y la duración de los entrenamientos. Unos 20 minutos son suficientes para obtener los beneficios del ejercicio.
- Evitar el ejercicio si se presentan síntomas como accesos de tos intensa, fiebre y malestar estomacal.
- En caso de infecciones contagiosas (como la gripe, por ejemplo), evitar hacer ejercicio en compañía. Además, conviene reforzar medidas como el lavado de manos y el uso de cubrebocas.
¿Qué hacer si debes guardar reposo en cama?
Hay ciertas condiciones en las que guardar reposo —ya sea por días o semanas— es la única opción. Algunas lesiones, cirugías y enfermedades obligan a suspender gran parte de los movimientos.
Aun así, hay algunas cosas que se pueden hacer para no estar en completa inactividad. Esto abarca lo siguiente:
- Cambiar de posición en la cama, al menos cada dos horas. Esto puede ser determinante para evitar la aparición de úlceras.
- Hacer ejercicios de movilidad articular. Por ejemplo, estirar las piernas y los brazos, hacer movimientos circulares con la cabeza, flexionar y estirar los codos, llevar las rodillas hacia el pecho, entre otros. El médico puede orientarte sobre cómo realizar estas actividades.
- Hacer ejercicios de respiración. Las respiraciones profundas y pausadas no solo benefician la salud inmunitaria, sino que disminuyen la ansiedad y el estrés que se asocian a la inmovilidad.
¿Qué hay que recordar?
La idea de guardar reposo ante los episodios de enfermedad ha cambiado con el paso del tiempo. Hoy se sabe que, en ciertas condiciones, la inactividad total puede causar más efectos perjudiciales que beneficios.
Por eso, siempre y cuando la enfermedad lo posibilite, se alienta a que los pacientes practiquen alguna forma de actividad física. Eso sí, esta debe ser de leve a moderada, ya que el ejercicio extenuante puede sobrepasar la capacidad del cuerpo para responder al estrés.
Dicho esto, la regla general es guiarse por los síntomas y usar el sentido común. De ser necesario, se puede acudir al médico o al fisioterapeuta para que ellos orienten la actividad.
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