Nervio vago: todo lo que debes saber
Escrito y verificado por el médico Leonardo Biolatto
Al referirnos al nervio vago es común que nos preguntemos por qué ha recibido tamaño nombre. Pues bien, para entenderlo tenemos que referirnos a su origen del latín vagus, que podría traducirse como itinerante o errante. Esto se vincula a su extensión llamativa y no al hecho de que comande algunas funciones autónomas, como a veces se supone.
Si bien es cierto que parte de la respiración y de la digestión se la debemos a la acción de este par craneal y a sus neurotransmisores, no se limita a ello su importancia. Es un componente anatómico con una capacidad motora y sensorial que, en caso de dañarse, ocasiona problemas severos.
¿Cómo es el nervio vago?
El nervio vago es el décimo par craneal. Estos pares son agrupaciones de neuronas que nacen en el encéfalo, a ambos lados de la línea media corporal, y cumplen distintas funciones. Hay doce pares en total, algunos limitados a la cabeza y otros con extensiones por fuera.
Para salir del cráneo, el nervio vago discurre por un paquete vasculonervioso que se ubica en el cuello y que se suele denominar con el nombre de carotídeo. Estos paquetes son grupos de arterias, venas y nervios que comparten un camino anatómico para desplazarse hasta sus lugares de acción.
En este caso que analizamos, a cada lado del cuello viajan en paralelo las arterias carótidas y las venas yugulares, sumándoseles este décimo par craneal. Cuando penetran el tórax, los caminos se hacen un tanto diferentes a cada lado. Por su parte, el vago derecho se coloca por detrás de las estructuras que conectan a los pulmones con la tráquea. En el lado izquierdo pasa por el frente.
A medida que avanza, otorga ramas nerviosas que contribuyen a la formación de plexos dentro del pecho. Uno de estos es el esofágico, así como también el cardíaco y el pulmonar. Por último, cruzan hacia el abdomen por el hiato esofágico, un hueco en el diafragma por el que discurre el esófago.
La conclusión de su anatomía es diferente según el lado que se analice. El vago derecho se une al plexo solar y, se podría decir, inerva órganos abdominales. Del otro lado, el izquierdo funde sus ramas con el estómago.
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Fibras que lo componen
Como bien dijimos, el nervio vago es sensitivo y motor. Entonces, las fibras que lo componen en su intimidad son múltiples y se encuentran divididas en base a sus funciones primordiales:
- Sensitivas para las vísceras: son las que llegan a la faringe, al corazón y a los pulmones. Una parte de ellas también se relacionan al sentido del gusto y tocan la epiglotis, en la parte alta de la laringe.
- Sensitivas óticas: se dirigen de manera puntual al conducto auditivo externo y al tímpano.
- Parasimpáticas: encargadas de impulsos que provienen del sistema nervioso autónomo, por lo que cumplen roles en el corazón y el tubo digestivo, transmitiendo información autónoma.
- Motoras: son para los músculos de la faringe y la laringe.
Funciones del nervio vago
Podríamos decir, recalcando que es un nervio mixto, motor y sensitivo, que sus funciones se entienden mejor si respetamos esa agrupación. Algunas fibras regularán movimientos, mientras que otras transmitirán información sensitiva al cerebro.
La garganta, parte del oído, la piel detrás de la oreja, el fondo de la lengua y casi todos los órganos que hemos mencionado hasta el momento se aprovechan del décimo par craneal para enviar información sensitiva. Del mismo modo, como adelantamos, el gusto tiene una participación puntual del nervio.
En cuanto a funciones motoras, estas neuronas aplican su rol en muchas acciones involuntarias de órganos como el corazón, el esófago y la laringe. El peristaltismo, por ejemplo, que es el movimiento por el que el aparato digestivo impulsa el bolo alimenticio, tiene participación de fibras vagas.
Los problemas del nervio vago
En su largo trayecto por el cuerpo humano, el nervio vago puede sufrir lesiones. Muchas de ellas se derivan de accidentes o traumas que lo afectan en algún punto de su divagar anatómico. De acuerdo a la altura de la afectación son los síntomas.
De igual manera, la ubicación determina los órganos que lo padecen. Dos son las situaciones más frecuentes: un daño neuronal y una gastroparesia. Veamos en detenimiento cada una.
Daño en el nervio vago
Puede que una cirugía lastime, por error involuntario médico, al nervio vago. También puede suceder que un accidente automovilístico provoque una fractura que lo dañe. Los tumores, benignos o malignos, corren con la posibilidad de presionarlo en extremo y afectar su funcionamiento.
La zona en la que se haga evidente el problema derivará en signos y síntomas, a veces distantes, ya que se expresarán en los órganos donde se depositen las ramas nerviosas al final de su trayecto. Podríamos enfrentarnos a trastornos de la laringe, del esófago, del corazón y del aparato digestivo.
Hay pacientes que se ponen disfónicos o con voz ronca, otros que ven alterada su frecuencia cardíaca. También vómitos y náuseas son una posibilidad. En el esófago se detiene el acto de deglución, con dificultad para ingerir líquidos o sólidos.
Gastroparesia
La gastroparesia es, en términos básicos, la lentitud del estómago para concretar su etapa de la digestión. Por ello, la comida permanece demasiado tiempo dentro del órgano y hasta puede tender a volver hacia el exterior en forma de reflujo o vómito.
Se sabe que el origen del trastorno es una falla en la conexión nerviosa entre el cerebro y el tubo digestivo; por eso, el nervio vago aparece como el culpable de primera mano siempre. De todas maneras, hay otros nervios que podrían derivar en una gastroparesia. Inclusive, hay más de un tercio de los casos que se consideran sin etiología comprobada.
Aquello que alteraría la función del décimo par craneal es muy variado. Hay que considerar daños quirúrgicos hasta infecciones por virus que se asienten en estas neuronas y diabetes. También las enfermedades autoinmunes pueden concentrar su ataque en la mielina del nervio vago.
Las personas con gastroparesia tienen dolor abdominal, náuseas y vómitos. Si se prolonga en el tiempo, hay desnutrición porque el paciente deja de alimentarse de manera correcta, además de no poder asimilar los nutrientes de la forma que debería.
Los tratamientos combinan fármacos procinéticos, como la metoclopramida, con cirugía o abordajes más novedosos. Aquí podemos incluir a la estimulación del nervio vago.
Estimulación del nervio vago
Como bien lo indica su nombre, la estimulación del nervio vago consiste en impartir ondas eléctricas desde un dispositivo diseñado para tal fin, de manera que alcancen a las neuronas en cuestión. Esto provocaría una señal hacia el cerebro que sería devuelta hasta el final de los órganos inervados para modificar la función en problemas.
Se indica la técnica para la epilepsia, la esclerosis múltiple y la migraña. También se ha experimentado frente a casos de depresión severa y enfermedad de Alzheimer. Como el dispositivo que se implanta requiere de una cirugía y tiene algunos efectos secundarios, se reserva el abordaje para los casos en los que los tratamientos convencionales fallan.
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Un par craneal más allá del cráneo
El décimo par craneal o nervio vago es importante en la cabeza, en el tórax y en el abdomen. Su conocimiento anatómico y fisiológico permitió avanzar hacia modalidades de tratamiento como la estimulación que eran impensables hace décadas.
Cuando hay síntomas digestivos o del sistema nervioso autónomo que no se logran diagnosticar en primera instancia, siempre es una posibilidad que este nervio esté causando problemas. Serán los profesionales de la salud quienes indaguen, mediante métodos complementarios, el origen de los trastornos.
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