¿Es real la enfermedad de la prisa?
¿Siempre realizas múltiples tareas contra reloj y te sientes presionado o ansioso ante cualquier retraso? ¿Eres de esas personas que mientras responde un correo está hablando por teléfono y atiende a los niños? Si este es tu caso, es probable que padezcas la enfermedad de la prisa.
Esta afección no ha sido catalogada como una condición clínica distintiva. No obstante, los cardiólogos Meyer Friedman y Ray Rosenman acuñaron el termino para referirse a un patrón de comportamiento presente en personalidades de tipo A, las que se caracterizan por la urgencia del tiempo y la impaciencia.
En líneas generales, definieron la enfermedad de la prisa como una lucha crónica e incesante para lograr más y más cosas en menos tiempo. Las personas con esta condición suelen hacer multitareas de forma apresurada, intentan ahorrar el tiempo al máximo y se sienten irritables cuando presentan retrasos.
Características de la enfermedad de la prisa
En la enfermedad de la prisa siempre están presentes sentimientos de urgencia, ansiedad, preocupación y estrés. Esto converge porque son personas ocupadas y sienten que el tiempo no es suficiente para realizar todas las responsabilidades.
No obstante, hay que tener cuidado con esta pretensión. Si asumimos que ser eficiente es vivir acelerados, realizando diversas tareas al día, es probable que no nos demos cuenta de que algo anda mal.
Otra característica es la necesidad de estar haciendo otras cosas mientras se espera. Pues sienten que el tiempo que trascurre en estos momentos no es productivo. De esta forma, buscan actividades que hacer en estos periodos.
Otros signos de la enfermedad de la prisa pueden ser los siguientes:
- Realizar constantes cálculos mentales para ver si se puede realizar otra tarea. Si se nota algún tiempo libre en las agendas, se tiende a llenarlo con más responsabilidades.
- Hay irritabilidad cuando ocurren contratiempos.
- Revisión de la lista de pendientes para asegurarse de que no se ha pasado nada por alto.
- Conducir con exceso de velocidad para no perder el tiempo.
- Pasar de una cola a otra porque se la percibe un poco más corta. Bien sea en el tráfico, el supermercado u otro establecimiento.
- Dormir con la ropa puesta para ahorrar tiempo la mañana siguiente.
- Necesidad de hacer los pendientes cada vez más rápido, incluso cuando no hay razón para tener prisa.
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¿Qué la causa?
Esta condición suele ser una expresión de conflictos internos no elaborados que producen angustia en la persona. De esta forma, abarrotarse de tareas es una manera de lidiar o escapar.
En consecuencia, detrás de la enfermedad de la prisa es probable que se esconda el miedo al fracaso, la necesidad de aprobación o la incapacidad para imponer límites. No obstante, cada persona es un mundo y las causas especificas dependerán de la constitución individual.
Por su parte, los avances tecnológicos, diseñados para hacernos la vida más fácil, han contribuido a que tengamos menos tiempo libre. Parece contra intuitivo, pero es así. Gracias a estas herramientas ahorradoras de tiempo (secadoras de ropa, lavavajillas, microondas, teléfonos móviles) nos creamos una ilusión y asumimos más responsabilidades de las que podemos manejar.
Con esto no queremos desprestigiar el valor de estas nuevas tecnologías. Al contrario, lo importante es darnos cuenta que estos aparatos no hacen que nuestro tiempo sea infinito y que siempre vamos a tener un límite. Lo ideal es saber reconocerlo.
Posibles consecuencias de la enfermedad de la prisa
La cronicidad de la prisa puede traer consecuencias graves al bienestar general de la persona. Las más comunes son las que explicaremos ahora.
Físicas
Estar constantemente apurados evita que nos enfoquemos en el cuidado personal. Incluso, empezamos a descuidar hábitos necesarios y saludables, como la hidratación, la alimentación, la actividad física y el buen descanso.
Estas prácticas son la mejor herramienta para combatir el estrés y la ansiedad. Si las descuidamos empezaremos a notar insomnio, problemas en el sistema inmune, fatiga, dolores de cabeza y problemas digestivos.
Asimismo, vivir en constante estrés aumenta las probabilidades de sufrir presión arterial alta. Un estudio encontró que los rasgos asociados a personalidades tipo A (urgencia del tiempo e impaciencia) producen un mayor riesgo de hipertensión.
Mentales
Creer que no se tiene suficiente tiempo para cumplir con las responsabilidades genera mucho estrés y ansiedad. Por su parte, estar siempre preocupado por empezar la siguiente tarea de la lista genera problemas para concentrarse en la actividad que se está haciendo en el presente.
A su vez, prestar poca atención a la tarea implica invertir más tiempo del estipulado y realizar un trabajo de poca calidad. Esto conduce a más estrés, sentimientos de insuficiencia, fracaso, poca autoestima, irritabilidad o ira.
Sociales
Cuando la mente se encuentra pensando en los pendientes y en la forma de hacer rendir más el tiempo, dejamos de escuchar y prestarle atención a nuestra pareja, amigos o familiares. También dejamos de reunirnos con nuestros seres queridos.
Por su parte, el desgaste emocional que produce la prisa impide ser una fuente de apoyo emocional o de afecto físico para aquellos cercanos. Todas estas circunstancias o hechos similares terminan deteriorando las relaciones.
¿Cómo se puede combatir la enfermedad de la prisa?
Hay formas de abordar la enfermedad de la prisa y no dejar que nos consuma la existencia. Estos consejos te pueden ser de ayuda. Concéntrate en ellos y trata de aplicarlos a tu particularidad.
Aprende a decir que no
Muchas personas se quedan atrapadas en la enfermedad de la prisa porque no saben imponer limites y decir “no”. Por lo general, piensan que negarse molesta a sus seres queridos o crea conflictos en el trabajo.
Pero al final termina siendo perjudicial, ya que se aceleran por la falta de tiempo y hacen trabajos de poca calidad. Establecer limites es saludable.
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Practica mindfulness
El mindfulness o atención plena ayuda a enfocar nuestra mente en las cosas que están sucediendo en el presente. En consecuencia, es una habilidad muy útil que puedes desarrollar cuando intentas controlar la prisa. Lo ideal es que lo conviertas en parte de tu rutina.
Procura extender la atención plena a todos los aspectos de tu vida. Es decir, no te limites a meditar unos minutos al día y luego volver a tu modo de vida ajetreado. Es importante que reflexiones y estés presente durante la mayor parte de tus acciones.
Busca apoyo
Contar con figuras de apoyo ayuda a combatir las angustias y preocupaciones. Habla de tu situación con tus seres queridos y compañeros de trabajo. En ellos puedes encontrar ese soporte que necesitas para salir adelante.
Asimismo, la asistencia psicoterapéutica siempre es una buena opción para lograr resultados efectivos y duraderos. Un especialista en salud mental te proporcionará las herramientas necesarias para superar esta condición.
Enfócate en tu cuidado personal
Ocúpate de tu cuerpo y sus necesidades, sin importar lo ocupado que estés. Sin una alimentación sana, sueño de calidad, agua, ejercicio físico y compañía, tu salud se deteriorará. Agradecerás invertir tiempo en estos cuidados, ya que contarás con mayor energía.
Realiza actividades de tu agrado
Además de los elementos básicos del cuidado personal, tomate un tiempo para realizar actividades que te gusten. Esto ayudará a equilibrar tu estilo de vida, ofreciendo disfrute, relajación y tranquilidad.
Identifica aquellas cosas que te dan estabilidad
Todos contamos con zonas que nos proveen estabilidad. Estas pueden ser objetos, personas, ideas o lugares.
Por ejemplo, el hogar, el abrazo de la pareja o conversar con un amigo. Identifica qué situaciones te hacen sentir bien y acude a ellas cuando sientas que ya no puedes más. Es una buena manera de desconectarte y recuperarte.
Sé positivo
Es fácil alienarse con pensamientos negativos cuando estamos sobrecargados y apresurados. Por lo tanto, una perspectiva positiva puede ayudar a sentirte más motivado.
Para ello, identifica estos pensamientos cuando lleguen a tu mente e intenta cambiarlos por alternativas realistas y positivas.
¿Cuándo ver a un profesional?
La intervención de un profesional siempre es pertinente. No obstante, existen casos que la requieren con más urgencia que otros.
Se trata de personas cuya salud se ha visto severamente comprometida. Bien sea por los estragos emocionales (estrés, irritabilidad, ansiedad) o por imprudencias que ponen en peligro su vida o la de los demás (como conducir a altas velocidades o tener recurrentes ataques de ira).
La enfermedad de la prisa puede confundirse con productividad y pasar desapercibida. Es importante reconocer si nosotros mismos o algún ser querido pueda estar padeciendo esta condición. De ser así, hay que poner en marcha soluciones. Esto podría evitar consecuencias severas en el futuro.
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