Rotura fibrilar del gemelo: síntomas, causas y tratamiento
Escrito y verificado por el médico Nelton Abdon Ramos Rojas
La rotura fibrilar es una alteración que afecta a agrupaciones de fibras que forman a las estructuras musculares. En los músculos también encontramos otros tipos de tejido (vasos sanguíneos, tejido conjuntivo y conexiones nerviosas, entre otros).
Se suele presentar con mayor frecuencia en las extremidades inferiores (en especial en la zona del muslo y los gemelos), aunque también puede aparecer en otras regiones corporales.
Síntomas de la rotura fibrilar del gemelo
Después de que se ha producido la rotura fibrilar, durante los primeros instantes es posible que la persona no sienta ninguna molestia, pero a medida que avanza el tiempo, comienzan a manifestarse los primeros síntomas. Cabe destacar que la gravedad de los síntomas irá en función del número de fibras se hayan lesionado.
Entre los síntomas más comunes podemos destacar:
- Dolor o molestia intensa que comienza de forma espontánea que los pacientes pueden describir como una cuchillada, un pinchazo de aguja e incluso una pedrada. Esta aflicción es muy localizable, es decir, la persona es capaz de señalar con exactitud la zona de la rotura.
- Dificultad para llevar a cabo ciertas actividades que impliquen el área dañada. Por tanto, se produce una una reducción de la movilidad de esa extremidad.
- Sensación de resistencia o tensión en la zona lesionada.
- Presencia de hematomas o moratones en el área afectada debido a la rotura de vasos sanguíneos en el músculo alterado. En las lesiones más leves no aparece con frecuencia (la estructura de tejido conjuntivo se lo impide). Sin embargo, en los casos clínicos más graves el paciente suele mostrar una serie de hematomas.
- Mareos, dolor de cabeza y sensación de cansancio o debilidad debido a las molestias.
Causas de la rotura fibrilar del gemelo
Normalmente la rotura fibrilar se debe a una actitud inadecuada al practicar deporte. Por ejemplo, aparece con más frecuencia en las siguientes situaciones:
- No realizar el calentamiento previo adecuado o que sea insuficiente.
- No haber realizado estiramientos.
- Llevar a cabo esfuerzos extremos sin una planificación adecuada o cuando la musculatura se encuentra sobrecargada. Un caso muy común es el de la realización de sprints o la práctica de deportes como el squash.
Sin embargo, existen otros factores de riesgo que aumentan las probabilidades de sufrir esta afección. Por ejemplo, el uso de un calzado inadecuado para la práctica o las malas condiciones que presente el entorno para realizar la actividad física.
Por otra parte, las deformidades en los pies (y otras alteraciones ortopédicas) junto con otras enfermedades que deterioren el estado de salud del paciente (por ejemplo, un resfriado o la gripe) también elevan el riesgo a desarrollar este trastorno.
Aunque en la mayoría de casos clínicos la afección aparece en deportistas también se puede dar fuera del ámbito deportivo. Determinadas condiciones como el sedentarismo, una dieta inadecuada y enfermedades metabólicas (como la diabetes) debilitan a la musculatura general.
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Diagnóstico y tratamiento
Para poder realizar el diagnóstico se realizan un examen físico de la zona afectada y, adicionalmente, se indican algunas pruebas de obtención de imágenes internas. Las más utilizadas son las siguientes:
- Las ecografías.
- La tomografía axial computarizada (TAC).
- La resonancia magnética (RM).
Cabe destacar que las pruebas de obtención de imágenes internas no solo permiten detectar la rotura sino que también permiten comprobar su evolución.
En lo que respecta al tratamiento, en primer lugar se debe suspender por completo la actividad física. Seguidamente, se debe colocar un vendaje compresivo y la aplicación de frío local (si se usa hielo no se debe aplicar directamente sobre la piel). De esta manera, se puede reducir la inflamación y el dolor intenso.
Adicionalmente, el médico puede recomendar algunos medicamentos antiinflamatorios no esteroideos y una rehabilitación progresiva. Este proceso incluye la realización de estiramientos suaves una vez la molestia intensa haya remitido.
En muchos casos de desgarro muscular, la fisioterapia puede ser un excelente complemento al tratamiento que indique el médico. Esto es porque permite aliviar las molestias, trabajar con delicadeza la movilidad de la zona, para evitar las consecuencias del reposo absoluto, y facilitar la recuperación.
Por otra parte, el profesional podría considerar autorizar el kinesiotaping o vendaje neuromuscular como medida complementaria para el alivio.
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