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Síndrome de Fortunata: la fantasía de buscar personas casadas

5 minutos
Muchas veces, a través del síndrome de Fortunata, se realizan lecturas lineales y sexistas sobre la relación con un hombre casado. No obstante, la realidad es más compleja.
Síndrome de Fortunata: la fantasía de buscar personas casadas
Maria Fatima Seppi Vinuales

Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales

Última actualización: 25 mayo, 2023

El síndrome de Fortunata es un ejemplo de aquello complejo que ocurre en una infidelidad. En el pasillo del trabajo, en la fila del supermercado, en los programas de televisión, cuando sale a la luz un hecho de este tipo, entre una mujer y un hombre casado, la mayoría de las personas se convierten en opinadores.

“Que ella es tal cosa, que lo buscó, que no es la primera vez” y un sinfín de ideas se repiten de boca en boca. Por esto, llegamos a patologizar y poner etiquetas diagnósticas, como una forma de simplificar la situación.

¿Qué es el síndrome de Fortunata?

El nombre del síndrome proviene de la novela Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós, en la cual se narran las aventuras de 3 personas: Juanito Santa Cruz y dos mujeres (Jacinta, su esposa, y Fortunata, su amante). En este marco, se refiere a la relación de una mujer con un hombre casado. La trama de la novela aborda la complejidad de los vínculos y viene a dar cuenta de relaciones de dependencia y obsesión.

En términos generales, cuando se habla del síndrome de Fortunata, se hace referencia a las siguientes características:

  • Emociones, sentimientos e intereses orientados hacia personas que se encuentran en una relación de compromiso o casadas. El síndrome se enfoca al interés de mujeres hacia hombres casados.
  • La persona manifiesta y siente que es capaz de dejarlo todo por estar con el otro.
  • Hay creencias y fantasías respecto a que la persona está destinada al infiel. Se cree que hay algo importante entre ellos y por eso están juntos.
  • Suelen también proyectarse sobre el futuro, creyendo que en algún momento podrán estar juntos “en libertad” y sin problemas.
  • Existe idealización del vínculo. Se justifica la situación apelando a diversas excusas.
  • Se percibe una pérdida de interés por todos los otros vínculos y actividades que no se relacionen con el amante.
  • Surgen emociones ambivalentes respecto a la pareja del hombre: en ocasiones, hay enojo y rencor por quien “impediría” que ellos estén juntos. Pero también se vive con culpa y se empatiza con la esposa.
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La infidelidad es vivida de manera compleja por los participantes, al punto de mezclar empatía con odio.

Su impacto en la salud

Este síndrome no se considera una enfermedad mental o trastorno, pero presenta comportamientos que, sostenidos en el tiempo, pueden impactar en la salud de las personas implicadas. Se genera ansiedad, hay baja autoestima e inseguridad, así como malestar.


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El síndrome de Fortunata y su relación con el género

Hasta aquí el síndrome de Fortunata descrito de manera clásica. Ahora bien, a partir de lo mencionado, no podemos dejar de incluir una perspectiva de género con relación a la situación, considerando los cambios sociales e históricos y las nuevas configuraciones familiares.

Lo que se pone en entredicho es que el foco suele estar en la relación con el hombre casado, en lugar del establecimiento de una relación que es disfuncional, dependiente y obsesiva. Lo reprochable es que se trata de un vínculo con una persona comprometida.

A pocos les importa, o pocos reparan, en la calidad de dicha relación. Pasa a un segundo plano la pregunta respecto a por qué algunas personas pueden tener patrones disfuncionales o perjudiciales para sí mismos en su manera de vincularse.

La doble moral

Respecto al síndrome de Fortunata en sí, es importante saber que la regla no aplica para todas las personas por igual. Hay una doble vara o estándar respecto al comportamiento femenino: lo que ellas no pueden hacer, se celebra o justifica en el comportamiento de ellos.

Por ejemplo, si quien cometió la infidelidad es un varón, a quien se expone y culpa es a ella. Hasta se la acusa de “romper una familia”, de “tener poca empatía con las mujeres”.

En la mayoría de los casos, nadie se pregunta por el papel de sostén que juega el interlocutor, quien también participa del vínculo tóxico. Por ejemplo, manteniendo un relato de promesas de que todo en algún momento va a cambiar, pidiendo tiempo para aclarar la situación con su pareja.

En segundo lugar, bajo la figura de la histeria, de la depresión y otras etiquetas más, muchas veces se disfrazaron valoraciones moralistas, vinculadas al modo en que las mujeres eligen vivir su sexualidad. Se trata de buscar una culpable porque es más fácil atender a una explicación lineal que preguntarse por la responsabilidad afectiva en las relaciones. Responsabilidad afectiva que se diluye y queda ligada a la figura femenina.

Sin embargo, las personas toman sus propias decisiones. Un hombre casado no es obligado a engañar, aunque muchas veces, por la forma en que se caricaturiza y presenta el caso, pareciera que es así.

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Las tendencias negativas de género achacan a las mujeres todo el peso de la culpa en las relaciones de infidelidad.

La sexualidad como dispositivo de control

Ya lo decía Foucault en sus trabajos: las normas y valoraciones vinculadas a la sexualidad forman parte de un mecanismo de control y regulación de las personas. En torno a ellas, hay comportamientos normativos, esperables, que definen y catalogan quiénes son correctos y quienes no.

Sin embargo, al pensar en este tipo de relaciones, un abordaje de mayor riqueza, y hasta de ética profesional, exige que nos acercemos desde la multicausalidad. ¿Por qué algunas personas siempre se vinculan con quien no está disponible para ellas? ¿Por qué hay quienes se exponen a mantenerse en el secretismo y el anonimato?

Si pudiéramos ahondar en la situación, también brindaríamos mejores recursos. Tenemos que acompañar desde las emociones y ayudar a las personas a entender desde qué lugar eligen.


Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.


  • Castelló Blasco, J. (2005). Dependencia emocional: características y tratamiento. Madrid: Alianza.
  • Barraca Mairal, Jorge (2015). Una forma de dependencia emocional: El "síndrome de Fortunata" / The "Fortunata syndrome": a form of emotional dependency.Pap. psicol ; 36(2): 145-152, mayo-ago. 2015.
  • Álvaro, L. C., & Martín del Burgo, A. (2007). Trastornos neurológicos en la obra narrativa de Benito Pérez Galdós. Neurología (Barc., Ed. impr.), 292-300.

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