5 cosas que puedes hacer para bajar el ritmo de vida acelerado
Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales
Una agenda completa, realizar una actividad pensando en la que sigue, en cómo prepararnos. Correr de un lado para el otro; incluso, sentirnos culpables cuando nos decidimos a tomar un tiempo libre, son síntomas de que llevas una vida acelerada. Es como si la creencia de la productividad nos atravesara, dominando nuestro trabajo, pero también nuestro ocio.
En este vertiginoso ritmo, transcurre nuestra vida diaria. Sin embargo, vivir bajo presión y estrés genera las condiciones propicias para la ansiedad, la depresión, entre otras dificultades. Entonces, ¿cómo aprender a parar el ritmo? A continuación, algunas recomendaciones para reducir la velocidad con la que llevamos nuestras vidas.
¿Cómo bajar el ritmo de vida acelerado? 5 cosas que puedes hacer
Imagina esta escena: caminar a ritmo rápido hacia el trabajo, mientras vas bebiendo un café y enviando mensajes de voz para organizar la oficina. ¿Notas algo extraño en esta situación? Al parecer no, porque es la que vivimos a diario.
Estamos anestesiados frente a esta cotidianidad. Sin embargo, con el tiempo, nuestro cuerpo y nuestro ánimo nos harán notar que el estrés prolongado no se lleva bien con la salud y la calidad de vida.
Por eso, si buscas un cambio en algunos aspectos, a continuación encontrarás algunas recomendaciones para poner en práctica una vida más tranquila.
1. Aprender a identificar prioridades
Para poder reducir el ritmo acelerado de vida, es importante que podamos identificar cuáles son las tareas que tenemos por delante y jerarquizarlas. Como dice un refrán popular, «el que mucho abarca, poco aprieta», apelando a que es mejor poder empezar y terminar una actividad que iniciar varias en simultáneo y dejarlas a mitad de camino.
Algunas preguntas para establecer prioridades pueden ser las siguientes:
- ¿esta tarea puede resolverse mañana?,
- ¿qué pasaría si dejo esta actividad para más tarde?,
- ¿existen consecuencias significativas de dejar esto para mañana?,
- ¿cuál es la urgencia de este asunto, alguien más depende de que realice esta actividad?
En general, las respuestas pueden darte una nueva perspectiva de las cosas. Y es que no ocurre nada, por ejemplo, cuando decides no responder un correo a las 11 de la noche.
2. Establecer límites
Tenemos que aprender a decir que no y saber delegar o pedir ayuda. Muchas veces, el FOMO (fear of missing out) nos lleva a decir que sí a todo, para no quedarnos afuera.
De este modo, estamos en todos lados, pero sin estar en realidad presentes, ya que siempre nuestra cabeza termina un paso más adelante, pensando en lo que sigue. Saber elegir es también aprender a darle valor a aquellos momentos en donde nos interesa estar presentes en cuerpo, mente y corazón.
Algunas frases para practicar límites de manera asertiva pueden ser las siguientes:
- «Hoy no puedo ayudarte, pero me ofrezco para hacerlo otro día»,
- «no puedo resolverlo en este momento, pero podemos coordinarlo para otro momento».
3. Poner un nombre a ese tiempo de descanso
Esta es una de las recomendaciones de Robert Poynton, en su libro Pausa: no eres una lista de tareas pendientes. Este autor menciona que muchas personas identifican el sabbat o el domingo como un día de descanso. Pues bien, sugiere que podamos ponerle un nombre a ese momento que decidimos tomarnos para el descanso.
De esta manera, lo creamos para que sea posible; por ejemplo, a través de rituales (darse un baño de espuma, reservarse una tarde de masajes, etc.), y lo respetamos. Durante ese descanso, las redes sociales deben quedar a un lado.
4. Introducir pausas a lo largo del día
En vez de actuar en piloto automático, tenemos que aprender a parar, a tomarnos un breve instante antes de continuar con lo siguiente. Para hacerlo, podemos realizar algunos ejercicios de respiración o de estiramiento.
No es necesario que hagamos pausas largas: por el contrario, pueden ser varias durante el día, pero de menor duración. Los momentos de descanso nos ayudan a enfocarnos, a prestar atención a otros aspectos de la vida, salirnos del torrente sin fin de pensamientos.
Por último, existe una palabra de origen sueco, fika, que señala el momento de una pausa para disfrutar de un café y que invita a tratar de recuperar un estilo de vida, en donde hay un retorno a la simpleza, al descanso, a esas pequeñas cosas diarias que nos hacen bien. Sea un café o 15 minutos de una canción que nos gusta mucho, vale la pena desconectarse durante breves momentos.
5. Realizar ejercicio físico
Es una de las formas más completas de cuidarnos: liberamos el exceso de energía, cuidamos nuestro cuerpo, fortalecemos nuestro sistema inmunitario. Sin lugar a dudas, la sensación de bienestar que surge tras practicar algún deporte es una forma de reducir el ritmo de vida acelerado.
Hacer más es tener mayor ansiedad, más cansancio y menos disfrute
La sociedad en la que vivimos considera que más es mejor. Así lo señala Poynton en su libro.
Por eso, estamos presos del mandato de producir y de hacer. Incluso, aplica con el tiempo libre: hay que exponer en las redes sociales que estamos descansando, viendo una serie o que nos tomamos la tarde para hacer trekking.
Bajo este paradigma, es lógico que estemos cansados la mayoría del tiempo y viviendo en un ritmo estresante. Sin embargo, es importante tener en cuenta que esta condición, además de traer ansiedad, tiene severas consecuencias sobre nuestra salud. Desde erupciones o manchas en la piel, alteraciones a nivel endocrinológico hasta otros cuadros más complejos como depresión.
Vale la pena detenerse y pensar que correr para llegar antes, no siempre es mejor.
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