Claustrofobia: todo lo que debes saber
Escrito y verificado por la psicóloga Maria Fatima Seppi Vinuales
Preferir subir 6 pisos en lugar de tomar un ascensor. Evitar el uso del autobús o del subte. Estas pueden ser algunas de las conductas que siguen las personas que tienen claustrofobia, debido al temor que poseen a los espacios cerrados o a verse imposibilitados de salir.
A simple vista, puede parecer que no implica ámbitos o esferas separadas de nuestra vida. Después de todo, el autobús se puede reemplazar por una bicicleta y el ascensor por la caminata.
Sin embargo, no solo puede avanzar la fobia y extenderse hacia otras situaciones similares, sino que se trata de la falta de libertad para ser quien se decide ser. Es el hecho de quedar en un rol pasivo, sometido a las circunstancias. Veamos entonces de qué se trata la claustrofobia y qué se puede hacer al respecto.
¿Qué es la claustrofobia?
Al igual que todas las fobias, la claustrofobia se trata de un miedo excesivo e irracional que se desencadena por la presencia o la anticipación del objeto o estímulo fóbico. En este caso puntual, se trata de una fobia situacional y el temor a estar o quedarse en un lugar encerrado que ofrece dificultad para salir o escaparse.
Si bien nos imaginamos que la claustrofobia se limita a espacios cerrados y compactos, como un ascensor o la cama solar, puede cobrar distintas formas y expresarse en diversas situaciones. Esto es porque la persona que tiene la fobia puede asociar dicha situación con el estímulo temido. Por ejemplo, puede presentarse en un túnel, en un avión o en un probador de ropa.
Una de las mayores dificultades para quienes padecen de alguna fobia es la evitación. Empiezan a evitar determinadas situaciones, directa o indirectamente vinculadas con aquella que es temida, por lo que su día a día se ve afectado.
También la fobia se puede mantener a partir de su refuerzo positivo. Se toman cuidados para satisfacer necesidades de dependencia. En ambos casos se instala la idea de que se tiene algún control sobre la situación, pero a costa de privarse de determinadas experiencias.
Por otro lado, el temor de la persona puede ser sufrir algún daño físico o también hacer el ridículo delante de otras personas. Como refiere Badós López (2005), la claustrofobia puede presentarse como parte del cuadro agorafóbico.
Síntomas de la claustrofobia
Algunos de los síntomas del miedo a quedarse encerrado son los siguientes:
- Sudoración.
- Nerviosismo y ansiedad.
- Dificultad para respirar.
- Taquicardia o latidos acelerados.
- Aumento de la presión sanguínea.
- Mareos y dolor de cabeza.
Es importante considerar que las fobias suelen tener comorbilidad con otro tipo de trastornos, como la ansiedad, la depresión y los ataques de pánico. Por lo que no es aconsejable hacer caso omiso de su importancia.
¿Cómo abordar la claustrofobia?
Existen diferentes técnicas y ejercicios que se aplican para el abordaje de las fobias. Dentro de las líneas terapéuticas, la cognitivo-conductual resulta muy exitosa.
Algunas técnicas recomendadas son las siguientes:
- De relajación: enseñar a la persona a respirar y calmarse para poder frenar la ansiedad. También se pueden sugerir ejercicios del tipo contar desde atrás para distraerse de la situación incómoda. Algunos pacientes se anotan frases tranquilizantes para relajarse.
- Psicoeducación: es una parte primordial de cualquier tratamiento, ya que se le explica al paciente qué es lo que padece y se busca fortalecer y aportar recursos de afrontamiento, desde la información. El objetivo es que las personas pueden anticiparse y detectar cuándo la ansiedad empieza a aparecer, de modo que intervengan a tiempo.
- Modelado participante: es otra de las técnicas empleadas y se practica mostrando a la persona cuál es la conducta que debe realizar, mediante una guía paso a paso.
- Exposición en vivo: este es uno de los últimos escalones en la aproximación gradual que se intenta para tratar la claustrofobia. Se considera que es una de las técnicas más efectivas. Para ello suele trabajarse una jerarquía de miedos, de tal manera de lograr la aceptación del paciente y no someterlo de entrada a una situación difícil de tolerar. Puede realizarse en compañía del terapeuta a cargo, de tal modo de guiar con indicaciones. Posteriormente, se trata de que la persona logre interiorizar esas mismas pautas y las aplique por sí mismo. La primera reacción suele ser la de huida, pero es importante permanecer en el lugar, aplicar los ejercicios y observar cómo la ansiedad empieza a disminuir.
Trabajar la ansiedad es un proceso
Las fobias pueden presentar distinto grado de avance y complejidad. Quienes tienen fobia a las serpientes, salvo que vivan en el campo, no tendrán mayores dificultades o impedimentos en su día a día.
Sin embargo, quienes tengan fobia a la sangre verán un poco más complicada su cotidianidad. De modo que es importante darle a esta situación el lugar que se merece. Mientras antes se interviene, mejor es el pronóstico.
De lo que se trata es de aprender a afrontar y manejar la ansiedad; no tanto de eliminarla. Aprender a usar la ansiedad como aliada y no verla como una enemiga es un avance clave.
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