Cómo usar la responsabilidad afectiva de forma correcta
Escrito y verificado por la psicóloga Elena Sanz
La mayoría de las personas han experimentado vínculos en los que el otro únicamente se ocupaba de sus propios deseos o necesidades, desaparecía sin explicaciones, ofrecía un interés intermitente y, en definitiva, causaba un gran daño emocional. Incluso, tú mismo puedes haber caído en este tipo de conductas dañinas. Para evitarlas, es fundamental que se desarrolle la responsabilidad afectiva en las relaciones.
Este término implica tomar conciencia de que cuando te vinculas con otros, adquieres una responsabilidad. Implica entender que tus palabras y acciones impactan sobre los demás, sobre sus sentimientos, sus expectativas y su bienestar; y, por ello, no puedes conducirte por la vida con una actitud egoísta y poco empática.
La responsabilidad afectiva debería estar presente de forma natural. Sin embargo, el individualismo que prima en las sociedades, así como el gran peso que han adquirido las redes sociales, han hecho que, en ocasiones, no dudes en pasar por encima de las emociones ajenas con el fin de lograr tus propios objetivos. Afortunadamente, es posible mejorar.
¿Qué es la responsabilidad afectiva?
La responsabilidad afectiva es la actitud por la cual te haces cargo de cómo tus palabras, actos y decisiones pueden afectar a los demás. Así, abandonas el egoísmo y la cobardía para optar por la empatía, la negociación y la sinceridad. Ser responsable afectivamente implica asumir que tienes un papel relevante en el bienestar de otro ser humano y tratar de estar a la altura en dicha circunstancia.
Esta responsabilidad ha de estar presente siempre que se establezca un vínculo afectivo de cualquier tipo: ya sea en una amistad, en un lazo de pareja formal o en una relación casual. El hecho de que no exista un compromiso o un proyecto a futuro con la otra persona no significa que puedas desentenderte de sus emociones.
¿Cómo se ve la falta de responsabilidad afectiva?
Para comprender mejor este concepto, te mostramos algunos de los ejemplos más comunes de falta de responsabilidad afectiva a continuación. Toma nota para no cometer los siguientes fallos.
«Ghosting»
Este término, que se ha popularizado en los últimos tiempos, hace referencia al hecho de desaparecer de una conexión sin previo aviso. La persona, sin dar ningún tipo de explicación, deja de responder a los mensajes y llamadas del otro, sumiéndolo en una vorágine de incertidumbre y llevándole a preguntarse qué habrá hecho mal para ser abandonado de esta forma.
«Breadcrumbing»
Ofrecer un interés intermitente es también una práctica muy común y dañina. La persona se muestra en ocasiones encantadora y totalmente implicada, y en otras, fría e indiferente. Esto confunde sobremanera a la otra parte que nunca sabe qué puede esperar de ese vínculo.
«Benching»
Potenciada por las redes sociales, el benching es otra actitud que se ha generalizado últimamente y que consiste en mantener conversaciones en línea con personas con las que nunca se llega a concretar un encuentro. La persona hace esto para mantener al otro en la recámara, como una segunda opción, pero sin realmente interesarse en él ni tener el más mínimo cuidado hacia sus sentimientos.
Imposición de los propios deseos
La imposición de los propios deseos y necesidades es una de las más claras manifestaciones de ausencia de responsabilidad afectiva. En una relación entre dos personas es fundamental estar abierto a escuchar, a negociar y a encontrar un punto de encuentro.
Si la persona únicamente mira por sí misma, por lo que ella desea, y se desentiende de las necesidades del otro, puede causar un importante daño. «Esto es lo que hay: lo tomas o lo dejas», refleja a la perfección esta actitud egoísta en la que no se da espacio al mundo emocional del otro.
Invalidación emocional
Cuando no hay responsabilidad afectiva, las peticiones, las quejas o los reclamos del otro son totalmente invalidados. Si el amigo o la pareja expresa su tristeza o su disconformidad con el trato que recibe del otro, la persona le tacha de exagerado, loco o exigente. Le hace pensar que no tiene derecho a sentirse así ni a esperar nada en particular de su vínculo.
Negligencia afectiva
Por último, es necesario recordar que no se trata solo de lo que haces, sino también de lo que no haces. Al relacionarte afectivamente con otros, has de proporcionarles presencia, escucha y cuidados. Has de contribuir activamente a esa relación. Si no lo haces, estás siendo negligente, egoísta e irresponsable.
¿Cómo trabajar la responsabilidad afectiva?
La responsabilidad afectiva es fundamental para establecer relaciones sanas y sólidas. Sin embargo, no todos saben cómo aplicarla. En función de la crianza, los propios temores y las creencias personales, puede que necesites aprender a vincularte de una forma más apropiada. Así, las siguientes son algunas claves que puedes comenzar a poner en práctica.
Honestidad y sinceridad
La base para una relación sana es la sinceridad. Es importante que seas capaz de determinar lo que buscas en el vínculo y lo que estás dispuesto a ofrecer. En ocasiones, para evitar el conflicto, para no decepcionar al otro, o por pura comodidad, le dices lo que quiere escuchar, aunque no sea cierto. Sin embargo, al no cumplir con tu palabra, causas daño y te dejas a ti mismo en muy mal lugar. Por esto, procura ir siempre con la verdad por delante.
Empatía
La honestidad sin empatía es un acto de crueldad, pues no se trata solo de dejar en claro lo que quieres, sino de contemplar también lo que el otro desea y necesita. El modo en que hablas a los demás, el tono y las palabras que empleas, el espacio que les das para expresarse también… todos estos detalles marcan la diferencia.
Así, no tienes por qué ceder a lo que el otro quiere, ni mentir respecto a lo que tú esperas, pero sí has de ser capaz de escuchar, de comprender y de validar las emociones de la otra persona, incluso si son diferentes a las tuyas.
Comunicación asertiva
La asertividad es la principal herramienta que puede ayudarte a la hora de aplicar la responsabilidad afectiva. La misma te permite comunicarte con respeto hacia ti mismo y hacia la otra persona, hallando un equilibrio sin caer en la sumisión ni en la agresividad.
Negociación y cooperación
Una relación de cualquier índole siempre es asunto de dos. Así, has de estar dispuesto a contemplar la perspectiva del otro, a ceder y a negociar; no puedes pretender imponer tu criterio. Si no hay acuerdo respecto a algún asunto, es importante dejar de lado el ego, darle valor a la opinión del otro y buscar un punto de encuentro.
Confianza en uno mismo
En algunos casos, la falta de responsabilidad afectiva proviene de una escasa autoconfianza. Desaparezces sin dar explicaciones, tratas de imponerte o haces de menos al otro porque temes enfrentarte el conflicto, mostrarte vulnerable o darle cualquier poder al otro sobre ti. Sin embargo, toda relación implica un riesgo emocional y deberías estar dispuesto a asumirlo; de lo contrario, no podrás llegar a conectar.
Así, puede ser fundamental construir una autoestima fuerte y sana que te permita tener en consideración a los demás sin que esto te haga sentir débil o en riesgo.
La responsabilidad afectiva no es negociable
En definitiva, debes comprender que ser responsable afectivamente no es una elección, no es algo que puedas escoger, tomar o dejar. Siempre que te relaciones emocionalmente con otros, adquieres la obligación de tenerlos en cuenta y de cuidar sus emociones; de lo contrario, los estarías utilizando para tus propios fines.
Esto no implica que debas olvidarte de ti mismo, ceder siempre o hacerte responsable de la felicidad ajena. Pero sí has de ser empático, consciente y consecuente con tus actos. Así, si crees que no has estado actuando correctamente hasta el momento, recuerda que nunca es tarde para realizar un cambio.
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