Consejos para evitar el vértigo por miedo de las alturas
Para algunas personas, el vértigo es una sensación sumamente desagradable que experimentan en determinados momentos, tales como: al asomarse a un balcón -que puede estar más o menos alto-, tomar un ascensor transparente o subir varios pisos en una escalera y mirar hacia abajo, montarse en un teleférico, volar en avión, caminar por un puente colgante, entre otras.
Aún cuando la altura no sea excesivamente pronunciada, estas personas la viven como si lo fuera y esto les produce un malestar físico y psicológico abrumador. Además, no pueden evitar sentir que su vida corre un gran peligro y que pueden caerse fácilmente, incluso si el sitio es seguro.
Sentir que el suelo se mueve, que las piernas se hacen de gelatina y que el paisaje entero se agita y de alguna nos empuja de alguna manera al vacío es la desagradable sensación -o mejor dicho ilusión– que denominamos vértigo.
Quienes sufren de miedo a las alturas o acrofobia experimentan vértigo. ¿Te ha pasado alguna vez? ¿Te interesa saber más al respecto? ¡Sigue leyendo y entérate de todo!
Trabajar el vértigo y el miedo a las alturas: una labor que requiere ayuda profesional
Para poder controlar el vértigo e incluso evitarlo en algunos casos, es necesario contar con ayuda profesional. La terapia psicológica es lo que realmente permitirá abordar el origen del vértigo (el miedo a las alturas como tal), y adaptar las estrategias al caso para que pueda superarse y ayudar a que la persona haga vida normal.
Como ningún caso es igual a otro, no hay una fórmula universal que pueda recomendarse a la ligera. Sin embargo, tener en cuenta ciertas actitudes puede resultar muy conveniente para complementar la terapia psicológica y así, potenciar el trabajo que se realice en ella. Veámoslas a continuación.
Primer paso: mentalizarse
Lo primero que se recomienda hacer es metalizarse de que se quiere lograr un cambio (para mejor) y que eso ya es un avance. Luego, lo siguiente que es recomendable es hacer es enfocarse en conseguir los objetivos poco a poco, y no presionarse de más. Vale más ir por partes y despacio que precipitarse en una sesión y terminar paralizado.
También hay que mentalizarse que la terapia se desarrollará en varias etapas y que, en cada una de ellas, se deberá hacer un esfuerzo para lograr los objetivos trazados. Es decir, hay que poner de nuestra parte para conseguir lo que queremos, no pretender que el profesional haga todo el trabajo.
Por otro lado, es bueno tener presente que la fase final de la terapia implicará hacerle frente al miedo a las alturas y, por consiguiente, a la ilusión de vértigo. Esto puede hacerse con supervisión del profesional.
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Segundo paso: trabajar en la respiración
Un buen manejo de la respiración es una herramienta muy valiosa para combatir la ansiedad, el estrés, e incluso el miedo a las alturas.
La respiración profunda, no solo ayuda a centrar la atención en el presente, a liberar tensión física, sino que también ayuda a manejar las emociones y recuperar la calma y el control. Es una forma de oxigenar el cerebro y de ayudarle a que funcione mejor.
- Inhalar lentamente, procurando llenar el pecho, sostener el aire unos segundos y luego exhalar lentamente, botando el aire por la boca hasta vaciar el abdomen por completo es uno de los ejercicios más sencillos, pero eficaces que puede ponerse en práctica.
- Lo ideal sería tomar cada día unos 5 minutos para realizar una sesión de respiración profunda para así habituarnos a aprovecharla. De esta manera, nos podrá brindar mayores beneficios cuando sintamos temor o inquietud al subir a un avión, por ejemplo.
Tercer paso: asimilar las experiencias pasadas
El miedo a las alturas suele estar relacionado con experiencias desagradables del pasado, como puede ser un accidente o incluso un susto. Sin embargo, hay casos en los que la persona no sabe -de manera consciente- de dónde viene su miedo, aunque sí recuerda las innumerables ocasiones en que ha quedado paralizada o ha sentido un gran agobio.
Sea cual sea nuestro caso, lo que debemos tener presente es que el pasado no tiene por qué limitar nuestro futuro y que, con paciencia y disposición, es posible sacarle el máximo provecho a la ayuda profesional y avanzar hacia una vida mejor.
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Cuarto paso: automotivarse, celebrar los logros y seguir intentándolo
A lo largo de la terapia, si bien pueden haber momentos dignos de celebrar, también pueden haber algunos tropezones y retrocesos. Todo ello forma parte del proceso y hay que normalizarlo.
Asimismo, no hay que quitar mérito a ningún logro, por pequeño que sea. En esto, la autoexigencia (sana) y la automotivación desempeñarán un papel fundamental.
Cada vez que logremos avanzar, es importante que nos demos la enhorabuena por ello. Esto puede traducirse en una palabra reconfortante, una salida o cualquier otro premio. Lo importante es no dejarlo pasar para sentirnos bien y sumar fuerzas para continuar.
Aún cuando solo hayamos conseguido mirar por 10 segundos desde un tercer piso, es importante que nos sepamos premiar por haberlo intentado y por no rendirnos. Aunque no lo parezca, esos pequeños premios al esfuerzo van rindiendo sus frutos. Fortalecen la mente, incrementan la confianza y contribuyen a seguir adelante con la terapia.
Ahora, así como es bueno celebrar los logros, también es importante aprender a valorar los esfuerzos realizados aún cuando no hayamos obtenido los resultados deseados. Asimismo, es importante recordar que los errores no deben constituir una carga, sino una enseñanza más. Es decir, no deben suponer un castigo hacia uno mismo sino un “ahora que ya sé cómo no se hace x cosa, puedo hacerlo mejor a la próxima”.
Solo quien ha sentido vértigo por miedo a las alturas sabe que superarlo supone, sobre todo, compromiso y paciencia a lo largo de la terapia. No obstante, está claro que al final todo esfuerzo rinde sus frutos y ayuda a disfrutar de una mejor calidad de vida.
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